Las lenguas itálicas constituyen un grupo de lenguas indoeuropeas con una serie de rasgos comunes. Incluye a las lenguas romances y a un cierto número de lenguas extintas, como el latín y otras lenguas habladas en la Antigüedad en la península itálica.
En un sentido amplio el término lenguas itálicas se refiere a las lenguas indoeuropeas prehistóticas de la península italiana y la parte oriental del valle del Po (Padus). Sin embargo es posible entender las lenguas itálicas en un sentido más restringido, y dejar aparte a lenguas como el Venético o el Mesapio, pertenecientes, ambas a una rama balcánica de lenguas indoeuropeas.
Podríamos tener en cuenta que la denominación de lenguas itálicas no debería, en parte, hacerse extensible a todas las lenguas romance que, en rigor, serían exclusivamente latinas.
La palabra Italia designaba en el siglo V a. C., según el historiador griego Antíoco de Siracusa, a la parte meridional de la actual región italiana de Calabria ―el antiguo Brucios―, habitada por los Italos (actualmente esta zona comprende la provincia de Reggio y parte de las provincias de Vibo Valentia y de Catanzaro).
Dos escritores griegos algo más recientes, Helánico y Timeo, relacionan el mismo nombre con la palabra indígena vitulus ('ternero'), cuyo significado explicaron por el hecho de ser un país rico en ganado bovino. En el siglo I a. C., el toro, símbolo del pueblo samnita sublevado contra Roma, es representado en las monedas emitidas por los insurrectos abatiendo a una loba, símbolo de Roma: la leyenda viteliú (de los ítalos) confirma que vinculaban el nombre de Italia con el ternero-toro.
Por otra parte, también es posible que los ítalos tomaran su nombre de un animal-tótem, el ternero, que, en una primavera sagrada, los había guiado hasta los lugares en los que se asentaron definitivamente.
Con el tiempo, el nombre se extendió por toda la Italia meridional para abarcar después toda la península. En el siglo II a. C., el historiógrafo griego Polibio llama Italia al territorio comprendido entre el estrecho de Mesina y los Apeninos septentrionales, aunque su contemporáneo Catón el Viejo extiende el concepto territorial de Italia hasta el arco alpino. Sicilia, Cerdeña y Córcega no pasarán a formar parte de Italia hasta el siglo III d. C., como consecuencia de las reformas administrativas de Diocleciano, aunque sus estrechos lazos culturales con la península permiten considerarlas como parte integrante.
Quizá sea el latín y, con él, las lenguas romances, el conjunto de lenguas más estudiado por los lingüistas occidentales. No obstante, los estudios de las lenguas itálicas no derivadas del latín, es decir, el resto de lenguas osco-umbras, o las lenguas faliscas, el sículo y alguna de difícil filiación, no resultan tan asequibles.
El estudioso más mencionado en torno a la arqueología lingüística itálica es Giacomo Devoto.
Fue Presidente de la Accademia della Crusca a partir de dicembre de 1963, Académico de Dinamarca y Finlandia, Emérito de Glotología y Rector de la Università degli Studi di Firenze.
Fue autor con Gian Carlo Oli del Dizionario della lingua italiana (Diccionario de la lengua italiana) de Le Monnier y del Vocabolario illustrato della lingua italiana (Vocabulario ilustrado de la lengua italiana).
Fue uno de los máximos expertos a nivel internacional de lingüística indoeuropea (Origini indoeuropee, 1962), latina (Storia della lingua di Roma publicado en 1940) e italiana (Avviamento alla etimologia italiana de 1968, Il linguaggio d'Italia editado en 1974, etc.)
Origen
Aunque por la época de los primeros documentos escritos las lenguas itálicas ya llevaban mucho tiempo en Italia, y por eso son consideradas en cierto modo autóctonas de Italia, seguramente las hablas indoeuropeas de las que derivan proceden de la parte oriental de Europa central, y fueron traídas por pueblos que cruzaron los Alpes por la parte oriental.
Italia estaba densamente habitada al menos desde el neolítico. La difusión de las tecnologías metalúrgicas al parecer se dio por las migraciones de nuevas poblaciones, que pudieron organizarse patriarcalmente y habrían hablado lenguas indoeuropeas. Modernamente se distinguen cuatro oleadas de migraciones desde los Alpes septentrionales:
Una primera oleada migratoria, probablemente indoeuropea se dio hacia el III milenio a.C. Son características de este perido las estelas o estatuarias de tipo menhir, que frecuentemente llevaban grabados signos solares, aparentemente signos distintivos indoeuropeos.
Una segunda oleada entre el final del III milenio y los inicios del II milenio a.C. llevó a la difusión de poblaciones asociadas a la cultura del vaso campaniforme y del bronce en la llanura padana, en Etruria y en las zonas costeras de Cerdeña y Sicilia.
Hacia la mitad del II milenio a.C., una tercera oleada cultura de las terramaras y quizá a pueblos latino-faliscos que difunden el uso del hierro y la incineración de los muertos.
Hacia el final del II milenio y la primera mitad del I milenio a.C., se da la cuarta oleada asociada a la Cultura de los campos de urnas y las pueblos Osco-Umbrios (probablemente también a los Latino-faliscos), Leponcios y Vénetos.
Según la tradición antigua, los brucios y los lucanos, de estirpe sabélica, se habrían impuesto, a partir del siglo VI a. C., a la poblaciones autóctonas de la Calabria y la Lucania actuales, conocidas con el nombre de ítalos, morgetes, enotrios, conios y ausonios.
También los sículos se habrían ido trasladando sucesivamente hacia la parte oriental de Sicilia empujando hacia occidente a los sicanos y a los élimos. Remontando la península a lo largo de la cadena de los Apeninos, se encuentran numerosos pueblos de estirpe sabélica: los alfaternos cerca de Nuceria, los campanos en las proximidades de Capua, los sidicinos de Téano, los frentanos al norte de Gargano y los samnitas -los sabelios por excelencia-, subdivididos a su vez en cuatro tribus: hirpinos, caudinos, pentros y carecinos, que habitaron la Campania oriental y el bajo Molise. Según las fuentes antiguas, los sabélios ocuparon el territorio de los ausonios y de los oscos.
Mientras que el nombre de los ausonios desaparece, la denominación "oscos" se mantiene para designar, en épocas más recientes, a las población de estirpe sabélica, cuya lengua recibió el nombre de osca. Con estas estirpes se relacionaron los pueblos que hablaban dialectos de tipo osco, que vivían en los Abruzzos septentrionales y en el Lacio oriental y meridional, como los sabinos, los marsos, los pelignos, los marrucinos, los vestinos y los picentinos, a lo largo de la costa del mar Adriático. En el Lacio meridional y en los Abruzzos occidentales se establecieron los ecuos, los hérnicos y los volscos. Su tipo lingüístico parece aproximarse más al umbro, variante innovadora del osco, que al auténtico osco.
Los umbros, por su parte, habitaron la parte de la actual Umbría a lo largo de la orilla izquierda del Tíber, desde donde alcanzaron la costa adriática hasta la altura de Rávena probablemente en el siglo VI a. C., procedentes del área osca.
La República romana consolidó su poder en el centro de Italia durante el siglo V a. C. y en los siglos IV y III a. C. se impuso como potencia dominante de la península Itálica sometiendo a los demás pueblos de la región y enfrentándose a las polis griegas del sur.
Desarrollo
A partir del siglo I A.C., las lenguas osco-umbras y otras lenguas itálicas fueron absorbidas por el latín y el tramo histórico medio de este grupo de lenguas coincide con la historia del latín y va a sufrir los avatares del Imperio Romano.
Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, se lleva a cabo un proceso de diversificación que dará lugar al origen de las lenguas romances en cada uno de los lugares donde diversos pueblos de procedencia principalmente germánica sean más o menos asimilados culturalmente por los latino-parlantes del imperio descompuesto.
La evolución del latín vulgar hacia las lenguas románicas se fecha, grosso modo, de la siguiente manera:
Entre el 200 ac y el 400 aproximadamente: diferentes formas de latín vulgar.
Entre el 500 y 600: estas formas comienzan a distinguirse entre sí.
A partir del 800: se reconoce la existencia de las lenguas romances
Situación Actual
Estas lenguas se hablaban y se siguen hablando en un territorio que recibe el nombre de Romania, que cubre en su mayor parte el sur europeo del antiguo imperio romano. Los términos romance y Romania proceden efectivamente del adjetivo latino romanicus: se consideraba que sus hablantes empleaban una lengua tomada de la de los romanos, por oposición a otras lenguas presentes en los territorios del antiguo Imperio, como el fráncico en Francia, lengua de los francos perteneciente a la familia de las lenguas germánicas.
El primer escrito en que se encuentra el término romano, de una manera u otra, se remonta al sínodo de Tours, en el año 813. Es a partir de ese sínodo cuando se considera que la primera lengua vulgar se separa del latín, y se designa en efecto como una lengua aparte. Se trata de una forma de protofrancés que recibe el nombre de romana lingua o román. No obstante, en los Cartularios de Valpuesta, hay un texto anterior que data del año 804, y está escrito en un latín muy romanizado.
A partir del siglo IX D.C. es conveniente pensar que ya solo existen las diferentes lenguas romance con sus diferentes evoluciones históricas que serán desarrolladas correspondientemente.
Actualmente se hablan lenguas itálicas en gran parte del planeta, debido a la dispersión de las lenguas europeas que hablaban alguna lengua romance, tales como el castellano, el portugués, el francés, principalmente.
En época histórica, algunos pueblos itálicos viven ya en asentamientos estables desde fechas más o menos remotas, mientras que otros siguen todavía en estado nómada. Son gentes que hablan lenguas distintas, en parte pertenecientes a la familia de las lenguas indoeuropeas, como los latino-faliscos, los osco-umbros o umbro-sabelios, los vénetos, los sículos, los griegos y los celtas. Mientras que los etruscos, retios, picenos septentrionales, sicanos, élimos y sardos pertencen a grupos lingüísticos de distinto origen, no siempre identificable, pero seguramente no indoeuropeo.
Los hablantes actuales de lenguas itálicas son todos aquellos que hablan una lengua romance.
Originalmente hubo un número de lenguas itálicas que se hablaron en lo que hoy es Italia, si bien todas menos la latina se extinguieron. Los descendientes de ella se conocen colectivamente como lenguas romances y consisten de unas 20 lenguas habladas por 900 millones de personas.
Las lenguas romances numéricamente más fuertes son el castellano, el portugués, el francés, el italiano, el rumano, el provenzal, el catalán y el sardo. El castellano se habla no sólo en España sino también en América Central y del Sur. El portugués se habla en Portugal así como en Brasil y varios dialectos provenzales se hablan en el sur de Francia, siendo la mayor parte de sus hablantes bilingües en francés.
Algunos lingüistas piensan que el latino-falisco y el osco-umbro son subgrupos independientes y no pertenecen a un grupo itálico filogenéticamente válido. En este caso los contactos entre ellos deben haber sido muy íntimos, para elaborar un vocabulario y una gramática tan parecidos.
Naturalmente la más famosa lengua indoeuropea en Italia es el latín, cuya difusión coincidió con la expansión del poder romano. Hay que reconocer que las lenguas romances terminaron por imponerse sobre las lenguas vernáculas en buena parte de los territorios que un día ocupara el Imperio romano, haciendo de la rama itálica la segunda más hablada del mundo entre las lenguas indoeuropeas, con unos 550 millones de hablantes.
En el siglo V a. C. el latín no es más que una lengua confinada al territorio de Roma con su vecino lingüístico al norte, el dialecto falisco. Más dudosa es la relación con el sículo, una lengua hablada en el este de Sicilia y atestiguada sólo por tres inscripciones y algunas glosas.
A través de la espina dorsal de Italia estaba el gran grupo osco-umbro. El osco era la lengua de los samnitas y probablemente no es extinguió hasta los primeros siglos de nuestra era si los graffiti de Pompeya nos pueden ser de guía. Hay unas 200 inscripciones oscas más las usuales glosas y nombres personales.
El umbro está mejor atestiguado con las tablillas de Gubio, que consisten de textos religiosos inscritos en bronce hacia el 200 a. C. La diferencia entre el latín y el osco-umbro son tan obvias como sus similitudes, lo que hecho pensar en un proto-itálico común.
Al norte del mesapico estaba el piceno, que comprende dos lenguas diferentes bajo el mismo nombre. Algunas de las inscripciones picenas retroceden hasta el siglo VII a. C. y están entre las más antiguas evidencias escritas en Italia. Desafortunadamente esas inscripciones son fáciles de descifrar pero no de traducir. Las picenas meridionales son al menos transparentemente indoeuropeas; por ejemplo matereif patereif = latín matribus patribus 'a las madres y padres', mientras que las inscripciones picenas septentrionales plantean más problemas. Algunos lingüistas las han valorado como indoeuropeas (aunque no se puede traducir ni una sola palabra con seguridad), mientras que otros las ven como no indoeuropeas. Los que aceptan su identidad indoeuropea la derivan, como en el caso del mesapico, de la costa este Adriática.
Finalmente en el Véneto al nordeste tenemos el venético, la lengua de la cultura oriental de la Edad del Hierro en la península italiana. Su relación con el indoeuropeo parece estar fuera de duda al tener similitudes con las lenguas germánicas e itálicas, aunque algunos lingüistas lo contemplan como un grupo aparte dentro de las lenguas indoeuropeas. Hay más de 200 inscripciones cortas que fueron escritas desde el siglo VI a. C. hasta el I a. C., habiendo evidencia toponímica que relaciona el territorio de los veneti con las tribus liburni del Adriático en Yugoslavia. Dentro de la presente clasificación, se ha incluido al véneto como una de las lenguas de un subgrupo ilírico de las lenguas balcánicas indoeuropeas.
Mención aparte merecen las lenguas derivadas del latín, con su múltiple división que serán contempladas como un grupo autónomo conocido como Lenguas Romances y que, no obstante, no se trata sino de una evolución de las lenguas latino-faliscas, tras el desmembramiento del Imperio Romano.
Aunque se suele considerar como una única rama que se diversificó a partir de un estadio común o proto-itálico, posterior al período proto-indoeuropeo, algunos autores dudan de esta filiación común.
En esta clasificación, las lenguas itálicas han sido incluidas en una única rama, pues también había opiniones al respecto de agruparlas con las lenguas célticas. Esta opción ha sido la más equidistante de ambas opciones.
Todas las lenguas itálicas comparten un buen número de isoglosas comunes; así, todas ellas son lenguas centum que no presentan palatalización de las (palato) velares indoeuropeas /*k, *kw, *g, *gh, *ghw/. Curiosamente, las lenguas romances sí presentan una palatalización posterior de los fonemas latinos /k, g/, aunque sólo ante fonemas anteriores /ε,e,i/.
Muchos de los procesos fonéticos que hacen la diferencia entre las lenguas itálicas y la lengua proto-indoeuropea parecen haber ocurrido muy pronto. El único de esos cambio que puede ser situado con seguridad fuera de Italia es el cambio a ss en combinaciones de d (oclusiva dental) + t. Esta característica es común a las lenguas célticas, germánicas e itálicas. Por ejemplo, el latín visus procede de la antigua forma vissos 'ver' que es un cognado con el alto alemán gi-wiss 'seguramente conocido' y del irlandés ro-fess 'es conocido', derivando todas estas formas del término indoeuropeo wid-to-s, con d+t.
El desarrollo de la labio-velar oclusiva indoeuropea kw es más complejo Este sonido ha devenido en qu en latín, p en osco-umbro y piceno meridional, c en irlandés y p en britónico; de ahí que el latino quis 'cualquiera' es cognado con el pis osco y el pis umbro (similarmente con el piceno meridional pim 'quienquiera' o 'cualquiera'), derivando estas formas del kwis indoeuropeo; el cia irlandés está relacionado con el pwy galés 'quién' derivado del kwei indoeuropeo. Algunos estudiosos han tratado de trazar este desarrollo hasta una hipotética unidad italo-céltica, pero el cambio del britónico de kw a p es seguramente posterior al pérdida de la p en céltico común.
Otras características se desarrollaron dentro de Italia, como el uso de la fricativa sorda f, que el etrusco comparte y falta en los distritos marginales del venético. En todas las lenguas itálicas este sonido f reemplazó al sonido aspirado sonoro indoeuropeo en posición inicial, representado como bh, dh, gwh. Ejemplos de este cambio serían el latino frater 'hermano' del indoeuropeo bhrater, el latino facio 'hago' relacionado con el osco fakiaad 'él debería hacer' y el venético fagsto 'él hizo' y basado en la raíz indoeuropea dhe-k-. Un proceso más reciente, común en latín y en osco-umbro, es el uso del sistema completo de las cinco vocales cortas en sílabas iniciales solamente; las vocales cortas de sílabas no iniciales en latín devinieron menos abiertas, como facio 'hago' que se convierte en in-ficio, compuesto de in+facio. Algunas diferencias entre latín y osco-umbro/piceno meridional comenzaron en los últimos siglos a. C., como el cambio de la o a la u en osco-umbro/piceno meridional (osco dúnúm, piceno meridional dúnoí, latín donum 'don'), o el desplazamiento de la e a la i (osco ligud, latín lege en el ablativo singular); en el piceno meridional spolitiú es el latino spoletium (nombre de una ciudad en Umbria, la actual Espoleto); la final a se convierte en o (viú [ú en alfabeto osco es o] latino via 'camino'.
Los sonidos sonoros aspirados indoeuropeos (bh, dh, gwh) en posición interna se convirtieron en primer lugar en aspirantes sonoras (como el sonido v) en todas las lenguas itálicas y posteriormente en las oclusivas sonoras en latín y venético y en la aspirante sorda f en osco-umbro, piceno meridional y falisco. Ejemplos de esos cambios son (para el sonido indoeuropeo dh) la oclusiva sonora b en el latino liberi 'hijos (libres)' y venético louderobos 'hijos' mientras que la aspirante sorda f en osco loufro- 'libre' y falisco loferta 'mujer liberta'. Ejemplos del indoeuropeo bh son el osco tfei, umbro tefe, piceno meridional tefeí y el latino tibi 'para ti'.
Muchas de las características morfológicas comunes al osco-umbro, piceno meridional y latín son compartidas por otras lenguas indoeuropeas, lo que quiere decir que las mismas no son itálicas en un sentido específico. Por ejemplo, el subjuntivo a-, como en latín faciat 'él debe hacer' y osco fakiaad es también céltico; las terminaciones pasivas en -r, como el osco vincter y latín vincitur 'él es conquistado', piceno meridional qolofitúr '´él honra/ayuda', se encuentran en céltico, hitita y tocario también. Pero son más importantes las discrepancias, por ejemplo, el genitivo singular de la raíz o- se manifiesta como -i en latín, falisco, venético y en las lenguas célticas, pero como -eis en osco-umbro y piceno meridional. El nominativo plural de la misma clase se marca mediante -oi en latín antiguo, céltico y griego pero mediante -xs en osco-umbro, piceno meridional, germánico, sánscrito y otras lenguas. Además las raíces de los verbos secundarios perfectos se forman por -u- o -v- en latín, por -t(t)- en osco, por -s- en venético y por varias maneras en umbro, como el latino donavit 'él ha dado' que en osco es duunated y en venético donasto.
En cuanto al vocabulario, la comparación léxica nos instruye acerca de la historia de las lenguas itálicas. Las isoglosas, fronteras lingüísticas, pueden trazarse hasta la misma historia pre-itálica, como la palabra osca humuns, en latín homines y en gótico gumans 'humanos' que deriva de una raíz indoeuropea que significa 'tierra'; el osco anamúm 'mente' (acusativo singular) está directamente relacionado con el latín animus 'mente, alma' y el irlandés anam 'alma', derivando estas palabras de una raíz indoeuropea que significa 'respirar'. Hay diferencias muy antiguas entre el latín por un lado y el osco-umbro y piceno meridional por otro; el latín ignis 'fuego' que en sánscrito es agni, sin embargo es en umbro pir que en griego es pyr y en inglés antiguo fyr; en latín aqua 'agua' es como en gótico ahwa, sin embargo en umbro es utur que es semejante al griego hydor y al antiguo inglés wæter; en latín filius, filia 'hijo, hija', sin embargo en osco puklu y en piceno meridional puqloh que es semejante al sánscrito putra, y el osco futír 'hija' es semejante al griego thygater y al gótico dauhtar. Los adjetivos de totalidad son en latín omnis, cunctus, totus pero en osco-umbro sollo-, sevo-, allo- (cognado con el inglés all). 'El pueblo' o 'el estado' se expresan en latín por populis o civitas (esta última literalmente 'ciudadanía' basada en civis 'ciudadano') pero en osco mediante totuo, en umbro tuta, en piceno meridional toúta que es semejante al irlandés túath y al gótico thiuda.
Ciertos campos léxicos que reflejan la adquisición de la cultura mediterránea muestran una terminología indoeuropea. Los siguientes ejemplos indican que los hablantes de latín y osco-umbro no estaban en contacto entre sí cuando comenzaron a construir ciudades: el latín porta 'puerta' es en osco veru; el latín arx 'ciudadela' es en umbro ocar 'castillo'; el latín moenia 'muralla, baluarte', murus 'muro' pero en osco feihúss (acusativo plural). Por otra parte, latinos y osco-umbros adoptaron los mismos términos para 'escribir' y 'leer'; en latín scribere en osco scriftas; en latín legere, en peligno lexe 'leerás'. Los alfabetos latinos y osco-umbro derivan del alfabeto etrusco y hay características etruscas obvias en la antigua religión itálica; los osco-umbros y vénetos incluso adoptaron la palabra etrusca para 'dios' -ais. Muchos otros términos religiosos muestran una estrecha relación entre los pueblos itálicos, así las formas latinas pius 'pío, obediente' y piare 'honrar con ritos religiosos' son equivalentes al voslco pihom (neutro singular) y al umbro pihatu (imperativo). El latín feriae 'día religioso' está relacionado con el osco fiisiais (ablativo plural) y el latín sacer 'sagrado', sacrare 'consagrar, dedicar' sanctus 'consagrado' es cognado con el osco sakrid (ablativo singular), sakrafir (subjuntivo pasivo), saahtúm (neutro singular). Estas correspondencias en vocabulario religioso se extienden a frases completas, heredadas algunas de formas indoeuropeas de gran antigüedad, como la oración umbra formulaueiro pequo . . . salua seritu 'guarda a los hombres y al ganado' que es directamente comparable al latín pastores pecuaque salva servassis 'que guardes a los pastores y al ganado', siendo ambas cognadas con expresiones similares en védico y avéstico.
La supremacía etrusca finalizó con la fundación de repúblicas locales en Roma y en otras ciudades de Italia hacia el 500 a. C. A partir de ahí la terminología republicana se desarrolló independientemente, como el latín consul 'cónsul' que en osco es meddis designando al primer magistrado; en latín senatus 'senado' corresponde al osco kúmparakineis (genitivo singular) y el latín comitia 'asamblea' a la forma osca comono o kúmbennieis. El último periodo de las lenguas itálicas está caracterizado por un incremento de la influencia del modelo romano. Por ejemplo, el osco ceus 'ciudadano' es un préstamo latino cuya raíz procede de una forma ceuis que existía hacia el 200 a. C. y era intermedia entre el antiguo latín ceivis y su forma posterior civis; el osco aidil y kvaissturimitan del latín aedilis y quaestor, términos para oficios en el gobierno romano; el venético adoptó la palabra romana para liberto, libertus. Además la Tabula Bantina osca copió al pie de la letra el estilo jurídico y la terminología de los romanos.
Hacia el final del siglo XVIII a. C. los colonos griegos en el sur de Italia habían introducido el alfabeto que posteriormente se esparciría por las culturas de la Edad de Hierro de la península italiana.
Se generarán distintos alfabetos, pero todos ellos derivados del griego, bien directamente o bien a través del etrusco. No obstante, el que se acabará imponiendo es el alfabeto conocido actualmente como latino.
Las inscripciones han preservado evidencia de una variedad de diferentes lenguas que en su mayor parte se extinguieron.
Hay textos en diversas lenguas itálicas, pero principalmente va a quedar enorme constancia del latín. Muchas de las lenguas de la rama van a aparecer en la historia en base a su relación con Roma y el idioma latino.
En las correspondientes lenguas, cuando sea disponible.
La lengua osca era una de las numerosas lenguas itálicas habladas en el corazón de Italia y que era contigua lingüísticamente al umbro y a otras lenguas sabélicas, como el volsco, maso, ecuo, sabino y piceno meridional. No obstante también hubo colonias de habla osca esparcidas por lugares de la Italia meridional y de Sicilia.
El osco fue una lengua indoeuropea, perteneciente al grupo de las lenguas itálicas, hablada en la parte centro-meridional de la península itálica durante parte de la Antigüedad. Si bien se trata en realidad un concepto lingüístico complejo, con variantes dialectales. Sirvió de lengua principal de los samnitas, habitantes de la zona vecina del Lacio, en la Campania.
Los Oscos son denominados en latín Osci u Opsci.
El nombre de Opsci proviene del de la diosa de la fertilidad Ops.
La palabra latina ops significa ‘riqueza’, ‘bienes’, ‘abundancia’, ‘dones’, ‘munificencia’. También está relacionada con opus, que significa ‘trabajo’, particularmente en el sentido de ‘trabajar la tierra’, ‘arar’, ‘sembrar’.
Estas actividades se consideraban sagradas y eran a menudo acompañadas por rituales religiosos con el objeto de lograr la buena voluntad de las deidades ctónicas como Ops y Consus.
Ops también está relacionada con la palabra sánscrita ápnas, ‘bienes’, ‘propiedad’.
Además de tener conocimientos históricos de la lengua indirectamente desde el tiempo de la República de Roma, el estudio de la lingüística osca, así como la del resto de lenguas itálicas le debe muchísimo a la labor de Giacomo Devoto (Génova, 19 de julio de 1897 – Florencia, 1974) quien fue un glotólogo y lingüista italiano, uno de las máximos exponentes de la disciplina del siglo XX.
Fue uno de los máximos expertos a nivel internacional de lingüística indoeuropea (Origini indoeuropee, 1962), latina (Storia della lingua di Roma publicado en 1940) e italiana (Avviamento alla etimologia italiana de 1968, Il linguaggio d'Italia editado en 1974, etc.)
Origen
1100 A.C. - Llegada de una nueva oleada indoeuropea a la península itálica.
Esto significó el último efecto del movimiento de los pueblos, que comenzó dos siglos antes en los Balcanes septentrionales.
Después de que las tribus de Iliria (Messapios) encontraron el camino marítimo de la corta distancia desde Dalmacia a Italia, los itálicos que todavía vivían junto a los ilirios también comenzaron a penetrar a Italia, donde sus parientes más cercanos ya vivían - los primeros itálicos, latinos y faliscos, que habían llegado a Italia desde el noreste hacia el año 2000 A.C.
Ahora era el turno de esta nueva ola, que introdujo a los oscos y umbros en Italia. Ellos ocuparon principalmente las regiones del este y el sur de la península, lo que parece probar que no pasaron por el norte.
Los migrantes osco-umbros se asimilaron o mezclaron con las tribus aborígenes itálicas, en parte, mediante la adquisición de sus características del lenguaje, su religión y muchas veces incluso sus nombres. Los picenos, por ejemplo, adoraron al pájaro carpintero (Picus en latín), una deidad autóctona, y adquirieron su nombre de ella, tal vez debido a que el nombre real de la tribu era demasiado difícil para los indoeuropeos de pronunciar (lo mismo ocurrió con los pictos en Escocia). Umbro es también un nombre pre-itálico. Muchas de las características lingüísticas en Umbría, Picena, y los volscos son lo suficientemente extrañas como para ser identificado como el sustrato.
El osco pertenece al subgrupo osco-umbro de lenguas itálicas, que fue traído a Italia, como se cree, ya sea desde el Norte a través de Istria y Venecia, o de Illiria a través del Adriático.
Los primeros itálicos (indoeuropeos) en asntarse en la península fueron los oscos con un grupo dialectal que incluiría a los samnitas, los marruchinos, los pelagios, y los vestinos.
Los oscos, repartidos en las regiones del centro y sur de Italia, fueron asimilando gradualmente diferentes tribus no indoeuropeas que vivían allí. En el siglo V A.C., el idioma osco fue el más ampliamente hablado en tierras itálicas.
El osco asume una posición preeminente en el grupo, por el poder político y el alcance geográfico de sus hablantes.
Los samnitas se instalaron en la región del Samnio aproximadamente en el año 800 A.C. Este pueblo permaneció en esta zona y durante un breve periodo de tiempo controló las dos costas de la península.
Desarrollo
Tras las guerras latinas, que otorgaron a la República de Roma el control de todo el territorio del Lacio, los samnitas se opusieron al creciente poder de esta peligrosa potencia emergente y se enfrentaron a ella en un conflicto conocido como las Guerras Samnitas, que son documentadas por Tito Livio:
Primera guerra samnita (343 - 341 a. C.), provocada por una alianza firmada entre Roma y Capua. Los samnitas asediaron Capua, pero fueron rechazados y Roma ganó la guerra, aunque no logró ninguna ventaja frente a sus enemigos.
Segunda guerra samnita (327 - 302 a. C.). Los romanos intentaron esta vez atacar ellos a los samnitas, pero fueron derrotados en la Batalla de las Horcas Caudinas y tuvieron que retirarse. Tras la derrota intentaron iniciar otra ofensiva en 316 a. C., pero de nuevo fueron derrotados.
Tercera guerra samnita (299 - 290 a. C.). Los samnitas se aliaron con los etruscos y con las tribus galas del sur de Francia, pero fueron derrotados en la Batalla de Sentinum en el año 295 a. C. Como consecuencia los samnitas fueron subyugados y la región del Samnio sometida.
Sin embargo, los samnitas siguieron resistiéndose al dominio romano y se aliaron con los enemigos de Roma cuando estos se presentaron en Italia. Primero con Pirro I de Épiro durante las Guerras Pírricas y posteriormente durante la Segunda Guerra Púnica con el general cartaginés Aníbal.
Situación Actual
El idioma osco fue asimilado por el latín desde el siglo IV A.C., cuando Roma comenzó a conquistar tierras samnitas. Pero aún así, se sabe mucho sobre el lenguaje a causa de algunos de los textos que se encuentran en Italia (Cippus Abellanus y otros). Pero, de hecho, hay mucho desconocimiento también de la lengua.
En el 290 a. C. los samnitas fueron sometidos a Roma, pero hasta la guerra social del 90-89 a. C. mantuvieron el uso oficial de su lengua.
Básicamente el osco era la lengua de las tribus samnitas, quienes fueron poderosos antagonistas de los romanos, los cuales necesitaron años para someterlos (las guerras samnitas que tuvieron lugar del 370 al 290 a. C.).
Los habitantes de esta tribu hablaban aparentemente el idioma osco. Los samnitas fueron el resultado de la unión de al menos cuatro pueblos:
Los pentros, la más importante de las tribus centro-italianas, su capital era Bovaiamom.
Los caracenos, asentados en el río Sangro, con Cluviae y Juvanum como sus principales ciudades
Los caudinos, con Caudium como su capital.
Los hirpinos (osco: lobo), con Beneventum como su capital.
También estarían asociados los frentanos, que se asentaban a lo largo de la costa adriática, entre el Sangro y Fortore, y con Larinum como su capital.
Se hablaba en el Samnio y en Campania, en parte de Lucania y del Brutio, así como por los mamertinos en la colonia sicilaina de Messana (Mesina).
La organización familiar debía ser de tipo patriarcal. Los oscos habitaban en cabañas y empleaban vasos de arcilla, hecho a mano, cocidos al sol o en hornos. Estos vasos a veces eran decorados, antes de su cocción, con dibujos lineales, impresos o incisos. Estas cerámicas rudimentarias son el testimonio de técnicas que se remontan al neolítico.
En relación con el osco estaban los algunos de los llamados dialectos sabélicos, hablados por una serie de tribus localizadas al este del Lacio, entre Umbría y la Campania (sabinos, pelignos, marrucinos, marsos, vestinos, volscos), conocidos por glosas y en varios casos también por algunas inscripciones.
Todas lenguas sabélicas menores muestran ragos típicos del grupo itálico.
Las lenguas sabélicas menores más antiguas se remontan a mediados del I milenio a. C., mientras que la mayoría de inscripciones están en la segunda mitad de ese milenio.
El sabino era un dialecto del osco hablado en el área de los sabinos, en la Sabinia, en I milenio a. C.
Dentro de las lenguas itálicas el sabino es, junto con el marso, de las primeras, y que con más fuerza, muestra la influencia del latín.
El marrucino era un dialecto del osco hablada en el área habitada por el antiguo pueblo itálico de los marrucinos (en el valle del río Aterno, en los actuales Abruzos) en I milenio a. C. El principal testimonio del marrucino es el Bronce de Rapino, epígrafe de mediados del siglo II a. C.
El peligno era un dialecto del osco hablado en el área de los pelignos (Valle Peligna, al norte del Samnio, en los actuaes Abruzos) en I milenio a. C.
El territorio de pelignos estaba situado en la región montañosa al este del lago Fucino, siendo el principal asentamiento Sulmo (actualmente Sulmona). De todas las lenguas sabélicas, es la mejor documentada después del osco y el umbro. Las inscripciones en peligno conocidas están datadas entre el siglo III a. C. y el siglo I a. C. aunque la mayoría son de la segunda mitad del siglo II a. C. a la primera mitad del siglo I a. C.
La mayor parte de los textos son cortos y consisten en dedicatorias y epitafios, por lo que contienen poco más que nombres propios. Sin embargo, dos inscripciones halladas recientemente, son más extensas y consisten en epitafios polétics. De estas la inscripción de Herentas proporciona el texto peligno de mayor extensión. La lengua reflejada en ese texto es inusual, puesto que contiene características propias del osco y el umbro. Meiser (1987) sugiere que el texto es probablemente un esfuerzo de escribir el peligno ya que su autor, usa formas de diferentes variedades de pelignos e incluso inventó una letra adicional, y trata de usar arcaismos para que el texto no se parezca tanto al latín que había empezado a influir a la lengua hablada.
Está acreditado por un pequeño corpus de una inscripción en alfabeto latino, encontrada en 1877 datada del siglo II a. C.
El vestino era una lengua osco-umbra hablada en el área habitada por los antiguos vestinos (en el valle del Aterno hasta la costa adriática, en los actuales Abruzzos) en I milenio a. C. Existen tres inscripciones en alfabeto latino fechadas entre los siglos III y II a. C.
El vestino esta atestiguados sólo por dos inscripciones; la primera fue hallada en 1864 en Navelli, en el valle del Aterno. Debido a la escasez de vestigios no se puede afirmar si, pese a ser una lengua sabélica, fue más cercana al osco (como el marrucino y el peligno) o al umbro (como el volsco y el marso).
Junto con el umbro, forman el grupo osco-umbro o sabélico de las lenguas itálicas, de las indoeuropeas.
Los dialectos sabélicos menores o lenguas sabélicas menores son un conjunto de lenguas o dialectos pertenecientes al grupo osco-umbro, de las que existen apenas un puñado de inscripciones que hacen difícil su clasificación precisa. El osco y el umbro son también lengua sabélicas, pero existe un número importante de inscripciones y tenían un uso más amplio, por lo que sus características lingüísticas son bien conocidas, a diferencia de los dialectos sabélicos menores.
Aunque es similar al latín, el osco muestra una serie de desplazamientos fonéticos (osco aasa:, latín āra 'altar'; osco pid:, latín quid 'qué') y un vocabulario divergente.
Las vocales se alargan con regularidad delante de ns y nct (en el último de los cuales se pierde la n) y posiblemente también delante de nf y nx. Anaptyxis, el desarrollo de una vocal entre una nasal y otra consonante, anteriores o posteriores, se produce con frecuencia en osco. Si va precedida de otras consonantes, la nueva vocal es la misma que la de la vocal precedente. Si otra consonante sigue, la nueva vocal es la misma que la de la vocal siguiente.
La ortografía osca desciende del modelo etrusco, y por lo tanto carece de una letra O, alrededor de aproximadamente el 300 A.C., dos letras se añadieron al alfabeto, Í y Ú , la última de los cuales fue utilizada para el sonido /o/. Para las consonantes sonoras /g/ y /d/, se utilizan los símbolos C y R, respectivamente.
En lo que se refiere a la gramática, el osco fue el más arcaico y conservador entre las lenguas itálicas. Se conservan prácticamente todos los diptongos indoeuropeos, la mayoría de las terminaciones nominales estaban bastante cerca de los indoeuropeos.
La estructura del itálico común de declinación se mantuvo con sus significativas terminaciones -asôm y -ód.
El osco tenía un famoso p osco-umbro en lugar del indoeuropeo kw (lo que hacía al osco estar más cerca de lenguas celtas). El verbo tenía una estructura similar a la del latín y otras lenguas itálicas: tiempos perfectos e imperfectos, terminaciones pasivas en -r, futuro imperativo. El infinitivo en osco terminaba en -um.
Algunos ejemplos de palabras en osco, muestran su similitud con el latín, así como con otras lenguas indoeuropeas.
acum - agere - hacer [IE *ag']
aesaí - arae - refugio, protección
aiso - sacrum - sagrado
allo - alia - otro [IE *alyo-]
altrei - alteri - otro [IE *al-ter- 'otro de los dos']
angetuzet - proposuerint - ellos habían propuesto
ant - ante - antes, delante de [IE *ant-]
anter - inter - entre [IE *en-ter]
aragetud - argento - plata, dinero [IE *arg'- 'blanco, claro']
casnar - senex - viejo
castrous - mani - una mano
censaum - censere - estimar, evaluar
cevs - civis - un estado, una ciudad
com - cum - con [Gaulish com, Old Irish co n-]
comono - comitia - una reunión, una conferencia
deíkum - dicere - decir [IE *deik'- 'decir, mostrar']
deívaí - divae - divinidad [IE *deiwo- 'una deidad']
deivaid - iuret - el juzga
didest - dabit - el dará [IE *dó- 'dar']
diíkúlús - dies - un día
diúveí - Jovi - Jupiter [IE *deiwo- + *pátér]
embratur - imperator
famelo - familia - familia
fortis - forte - fuerte
fratru'm - fratrum - un hermano [IE *bhra'te'r 'hermano']
fructatiuf - fructus - fruto
futreí - filiae - hija
íp - ibi - ahí
líkítud - liceto - lícito
loufrud - libero - hombre libre [IE *leudh- 'libre, gente libre']
maatreís - Matris - el nombre de la deidad femenina [IE *mátér 'madre']
mallom - malum - una manzana
manim - manum - mano
memnim - monumentum - monumento
miricatud - mercato - mercado
moltam - multam - mucho
moltaum - multare - aumentar
patír - pater - padre [IE *pátér]
saahtúm - sanctum - santo
sakahíter - sacratur - el es consagrado
scriftas - scriptae - escritas
taurom - taurum - un toro [IE *tawro-]
teerúm - terra - tierra [Irish tír 'un país']
toutíks - publicus - público [Oscan touto 'gente', Gaulish teuto- 'gente, una tribu']
tríbúm - domum - una casa
trstus - testis - testigo [Itálico *terstis, IE *ter]
úpsannam - operandam - trabajando
vía - via - vía
víteliú - Italia - Italia [del Itálico *vitell- 'un pequeño toro']
zicelei - die - un día
Texto de muestra
Inscripción dedicatoria del siglo II A.C.
V Aadirans Y eítiuvam paam
vereiiaí Púmpaiianaí trívtaa-
mentud dedet, eíyak eítiuvad
V Viínikiis Mr. kvaívstur Púmp-
aiians trííbum ekak kúmben-
nieí,v tanginud úpsannam
deded, ívídum prúfatied
"El dinero que V(ibius) Adiranus, (hijo de) V(ibius), ha dado en testamento a la liga juvenil pompeyana. con este dinero V. Vincius, (hijo de) M(ara), el cuestor pompeyano, ha hecho construir esta casa por decisión de la asamblea y la ha encontrado conforme."
Se usaron tres alfabetos: osco, griego y romano. El osco se escribía con letras finamente trazadas.
La lengua osca fue puesta por escrito en uno de los muchos alfabetos que produjo el etrusco y que lleva el nombre de la lengua, es decir, alfabeto osco.
El sistema de escritura osco es alfabético y estuvo en uso desde el siglo IV al I a. C. El sentido de la escritura es de derecha a izquierda.
La lengua se conoce por algunos cientos de inscripciones que se sitúan entre el 400 a. C. y el siglo I d. C. Pompeya es el origen de numerosas inscripciones oscas, como las dedicatorias en edificios públicos y las señales indicadoras.
Quedan de ella algunos nombres propios de persona y algunas glosas, además de unas 650 inscripciones, la mayoría muy breves (aunque hay una de unas 300 palabras) y escritas en tres alfabetos distintos: griego, latín y un tercero nativo, derivado del griego por medio de los etruscos.
Una de las principales inscripciones en osco es la tabla de bronce de Agnone, que algunos consideran la inscripción osca más antigua, alrededor del 250 antes de Cristo. Se trata de una tabla de contenido religioso escrita por ambas caras de la tabla.
uinus, dus, tris, petora, pompe-, *sehs, *seften, *uhto, *nuven, *deken
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El idioma umbro o umbrio es una lengua indoeuropea extinta hablada antiguamente por los umbros, un pueblo que habitaba la región italiana ubicada en la orilla occidental del Tíber, en la parte centro-septentrional de la península itálica.
No se sabe si los umbros se denominaban a ellos mismos con un endoetnónimo, ni cual sería la forma. El término "umbros" proviene del etnónimo con el cual el pueblo era indicado por sus vecinos latinos (del latín umbri) y de los griegos (del griego Ὄμβροι o Ὀμβρικόι).
También llamados Ombrii en algunas fuentes romanas. Muchos escritores romanos pensaban que el Umbrio era celta; Cornelius Bocchus escribió que descienden de una antigua tribu gala. Plutarco escribió que el nombre podría ser una forma diferente de escribir el nombre de la tribu celta Ambrones. También sugirió que los insubros, otra tribu gala, podrían estar conectados; su nombre Insubres podría significar "Umbros Inferiores" o habitantes del país inferior (o meridional) de Umbría.
Según Isidoro de Sevilla el pueblo umbro recibió ese nombre porque cuando sobrevenían inundaciones, continuaban viviendo sobre los terrenos encenagados, y por ello se les dio el nombre de ómbrioi (lluviosos). (Etimologías IX,2,87)
También es usado como nombre del subgrupo de las lenguas sabélicas.
Actualmente, el término umbro es utilizado inapropiadamente para indicar un dialecto regional del italiano hablado en la actual región de Umbría, que geográficamente ocupa solo una porción de la Antigua Umbría. Este dialecto actual es muy diferente al idioma umbro.
De todos los idiomas itálicos es el que mejor conocemos, gracias sobre todo a las tablas Iguvinas.
Las llamadas tablas eugubinas (en latín Tabulæ Iguvinæ por Iguvium, la actual Gubbio), son una especie de reglamento de una cofradía sacerdotal, del que se conservan 7 tablas de las 9 que se encontraron, escritas en parte en un alfabeto nativo derivado del etrusco (datables hacia el 200 a. C.) y en parte en alfabeto latino (fechables probablemente hacia el I a. C.).
Uno de los más famosos autores de la antigüedad clásica, Plauto, era umbro pero la lengua que usó para escribir fue el latín, no el umbro.
De las Tablas se presume que los Umbros tenían una estructura religiosa. política y legislativa compleja y muy desarrollada y que el pueblo estaba organizado en ciudades estado federadas entre sí. Parece que la misma cultura de Roma le debía mucho a la cultura umbra.
Origen
La llegada de los pueblos osco-umbros a Italia, procedentes de Europa centro-oriental donde se cristalizaron como grupo lingüístico autónomo dentro de la familia indoeuropea, por lo general se sitúa en la segunda mitad del II milenio a. C., probablemente alrededor del siglo XII a. C., aunque las estimaciones de este proceso son aún objeto de debate histórico.
Algunos estudiosos sitúan a la llegada de los Osco-umbros a Italia en relación con el desarrollo de la civilización villanovana cronológicamente compatible; pero tal vínculo es sólo una de las hipótesis formuladas, aunque reforzada por el hecho de que los asentamientos históricos de los umbros, sobre todo en la fase de la "Gran Umbría", coinciden sustancialmente con el área villanovana.
Después de la llegada de los etruscos, que tomaron los territorios occidentales de Umbría, los de la actual Toscana y de la Etruria tiberina, su territorio se redujo gradualmente también al oeste, al sur y al este, a raíz de la expansión de los sabinos y de los picenos (ambas en realidad derivada de los umbros mismos a través de la institución del Ver Sacrum) y de los Galos Senones.
Desarrollo
A partir del final del siglo IV a. C., los umbros tuvieron contacto con los romanos. Algunos años más tarde, era ocupada la ciudad de Nequinum, donde fue fundada la primera colonia de derecho latino: Narnia Nahars (la actual Narni), en 299 a. C.
Después de la batalla de Sentino en el 295 a. C., en la que el ejército romano se enfrentó a la liga galo-etrusco-itálica, el pueblo umbro fue sometido pacíficamente por los vencedores, que premiaron la sustancial neutralidad de los umbros en la precedente guerra permitiéndoles el mantenimiento de las costumbres y de la religión e iniciaron una colonización del territorio. Los romanos fundaron numerosas colonias latinas, además de la mencionada en 299 a. C., en 268 a. C., entre las cuales, Spoleto se fundó en el 241 a. C.); además con la construcción de importantes arterias viales como la Via Flaminia (220 a. C.).
En época romana los umbros contaban con 44 ciudades con el título de municipium o colonia. La conquista de Umbría fue completada aproximadamente en 260 a. C.
Situación Actual
Cuando los umbros fueron sometidos por los romanos comenzó un proceso de declive de la misma que produjo su desaparición.
Cuando Aníbal pasó por la Italia central, durante la Segunda Guerra Púnica, los umbros se mantuvieron fieles a Roma. Los umbros conservaron su propia identidad cultural al menos hasta el siglo I D.C., época en la cual surgieron los textos más recientes en idioma umbro contenidos en las Tablas Eugubinas; luego se completó el proceso de romanización del pueblo.
Esta lengua se habló en la región que corresponde a la actual Umbría (hablado en la región centro-septentrional de la península). Fue hablada antiguamente por los umbros, un pueblo que habitaba la región italiana ubicada en la orilla occidental del Tíber, en la parte centro-septentrional de la península itálica.
Los umbros fueron un pueblo itálico cuya presencia en Italia se remonta al II milenio a. C. (En Umbría la presencia del hombre existe desde el Paleolítico).
Ocuparon un área que en la época clásica se extendía desde la cuenca media y superior del Tíber hasta el mar Adriático, alcanzando a la actual Romaña: limitaba al oeste con el Tíber y al este con el mar Adriático; en un principio habían ocupado los territorios de la actual Toscana y el Valle del Po, pero después por la expansión de los celtas y los etruscos los límites de la antigua Umbría fueron confinados a la zona este del curso medio del Tíber; mientras que al oeste del río florecía la potencia etrusca.
La lengua está estrechamente relacionada con la volsca, osca y picena meridional.
Los siguientes idiomas, de los que existe mucha menor información, por su cercanía en ocasiones se consideran dialectos de éste:
Marso
El marso era un dialecto del idioma umbro hablado en el área habitada por los antiguos marsos (Cuenca del Fucino, en los actuales Abruzzos) en I milenio a. C.
Documentado por primera vez en el bronce de Antino, dentro de las lenguas sabélicas es, junto con el sabino, de las primeras en mostrar una fuerte influencia del latín.
Las incripciones más tempranas datan de entre el 300 y el 150 a. C., e incluyen un interesante bronce hallado en el lago Funcino, el cual parece llevar grabada una ofrenda votiva a la diosa Angitia, si A(n)ctia, como es probable, era la forma local de su nombre. El marso se diferenciaba poco del latín de esa época; formas contraidas, como Fougno en lugar de Fucino, serían solo cuestión de ortografía. En sílabas finales, los diptongos ai, ei y oi, todos aparecen como e. Por otro lado, la forma más antigua del nombre de la tribu (dat. plur. Martses = Lat. Martiis) muestra su derivación y exhibe la asibilación de -Tio- en -Tso-, propios del idioma osco pero extraño en el latín clásico.
Las tres incripciones que han llegado hasta nuestros días, de los siglos III y II a. C., están escritas en alfabeto romano.
Ecuo
El ecuo (del latín æquī '[los] ecuos') era una lengua osco-umbra hablada en el área habitada por el antiguo pueblo itálico de los ecuos (en las colinas Albanas, al noreste del Lacio) entre el siglo V a. C. y el III a. C.
Si bien está clara su filiación osco-umbra, no lo está su pertenencia al subgrupo osco y al umbro dado que el su testimonio se limita a una inscripción escrita en alfabeto latino que recoge la ofrenda de un magistrado a una divinidad asociada con la extinción del fuego.
Volsco
El volsco es una lengua sábilica hablada en la antigua Italia por los volscos estrechamente relacionado con el osco y el umbro.
El volsco está testimoniado en una sola inscripción encontrada en Velitrae (actualmente Velletri), que data aproximadamente de principios del siglo III a. C.; está tallada en una pequeña placa de bronce (actualmente expuesta en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles). Esta placa debió estar unida algún tipo de objeto votivo y estaba dedicada al dios Declunus o Decluna (existe incertidumbre sobre si se trataba de un dios o una diosa).
El etnónimo volsco también es interesante no sólo por su sufijo -co, la forma antigua volusci claramente contine una palabra coganda con el griego helos. Ambas derivarían de *velos-, en griego la semivocal se aspira y en latín y volsco da regularmente volus- también el teónimo Marica ("diosa de las marismas") entre los auruncos aparece también en la costa de Picenum y entre los lugres, y Esteban de Bizancio identificó a los oscos con los sículos. Es notorio como muchos lugares pantanosos tienen están asociados con un sufijo -co o -ca. A parte de los auruncos y la diosa Marica y las intempestaeque Graviscae (Eneida 10.184), se tiene el término Ustica cubans en Horacio (Odas 1.17.1), los ernicos in el Valle del Trero, y los términos Satricum y Glanica en las marismas pontinas.
La lengua de esta inscripción muestra características claramente relaciondas con la lengua de las Tabulae Iguvinae (Tablas eugubinas), escritas en idioma umbro. En esa inscripción se aprecian algunos rasgos típicos osco-umbros, por ejemplo la labiovelar indoeuropea *kʷ aparece como labial p así en se tiene volsco pis = latín quis. Al igual que el umbro tmbién y a diferencia del osco, reduce los diptongos a vocales simples: volsco se = osco svai, volsco deue = osco y ant. latín deiuai. Este fenómeno resulta natural porque geográficamente el volsco aunque más estrechamente relacionado con el umbro que con el osco, está geográficamente más cercano al segundo.
Hérnico
El idioma érnico o antiguo érnico (también hérnico) es una lengua itálica muy poco documentada del centro de Italia en el territorio de de los érnicos o hernicī.
Los érnicos ocuparon una región del Latium al sureste de la ciudad de Roma. Tradicionalmente se ha considerado que hablaban alguna forma de sabino o marso. Es probable que, como otros pueblos de las montañas de Italia central (e. g. ecuos, marsos, sabinos) hablaban una lengua del grupo sabélico. Sin embargo recientemente han aparecido testimonios escritos que reflejan una lengua diferente.
Tradicionalmente se consideró que esta etnia no dejó testimonios escritos, pero recientemente se han descubierto cuatro inscripciones en las excavaciones de un santuario en Anagnia (Anagni) situado en el centro del territori de los ernicos. De estas la última inscripción dice < c.titieis.esu > (He3), Rix (2002) ve semejanzas con el osco y lo agrupa dentro del grupo osco. La inscripción He2 es la única que da un texto de cierta longitud inscrito sobre el lado de un jarrón aunque está incompleto: < matasudmomnihvidasnikait > (Rix interpreta este texto como jmatas udmom ni hvidas ni kait[sis 'jarrón de agua de [propietaria mujer], no me rompas...').
El alfabeto usado está más cercano al usado para el latín arcaico que el usado para otras lenguas sabélicas, tanto en la forma de las letras tanto por el uso de < hv > para representar /f/.
El idioma umbro es perteneciente al grupo osco-umbro de la rama itálica de las lenguas indoeuropeas.
No obstante, existe debate acerca de la posibilidad de que las lenguas osco-umbras formen una rama independiente, no vinculada a las otras lenguas itálicas.
Su principal característica fonética era la presencia del fonema /p/ en los mismos contextos del latino /k sup-w/ (ej.: osco pis — lat. "quis" ‘quien’)
Las lenguas osco-umbras son lenguas flexivas fusionantes con unos 5 casos morfológicos diferentes en el singular, similares a los del latín.
El umbro pertenece al mismo grupo que el idioma osco y los textos redactados en esos dos idiomas representan la principal fuente de conocimiento del idioma osco-umbro.
Respecto al osco, el umbro presenta sin embargo algunos caracteres peculiares, tales como la pérdida de -d final en el ablativo, el rotacismo de -s-, el pasaje de -ns a -f y la monoptongación de los diptongos (reemplazo de los elementos de un diptongo por una vocal). También los sufijos del perfecto difieren: -l- y -nç- en umbro, -tt- en osco.
Sin datos disponibles.
Texto de muestra
Tabla gubina
ehvelklu feia fratreks
ute kvestur, panta muta
arferture si.Panta mutafratru
Atiieriu mestru karu, pure ulu
benurent, arferture eru pepurkur-
ent herifi, etantu mutu arferture
si
... que el superior o el cuestor propongan qué multa hay que imponer al sacerdote. Cuan grande sea la multa que exija la mayoría de los hermanos Atiedios que hayan acudido allí, tal sea el importe de la multa para el sacerdote.
Para escribir la lengua se hizo uso de una variante del alfabeto etrusco, denominado alfabeto umbro. El umbro es uno de los alfabetos derivados del etrusco, junto con el osco, falisco, y romano.
En el alfabeto umbro las palabras se separan con dos puntos (:). La escritura es de derecha a izquierda.
El documento más importante del umbro es la colección de siete tablillas de bronce, llamadas "Tablas gubinas", o de Gubio, procedentes del siglo II antes de Cristo.
El testimonio más famoso es la colección de las siete tablas de Gubio, escritas en bronce y procedentes del siglo II a. C. No obstante, en estas tablas hay dos tipos de alfabeto, uno el ya mencionado y que se usa en las partes más antiguas y otro que ya se acerca al romano, en las parte más modernas.
Aparte de las tablas, solo unas 30 cortas incripciones de texto en umbro han sido descubiertas.
A una fase lingüística mucho más arcaica del umbro respecto a las Tablas, denominado también "umbro antiguo", vienen acompañadas algunas inscripciones encontradas sobre la costa adriática entre el Picenum y el Samnio, en particular la Stele di Loro Piceno encontrada en 1943.
uns, tuf, trif, petur-, pumpe-, sehs-, , , *nuvim, *desem
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El piceno, picénico o piceno meridional era una lengua osco-umbra hablada en el área habitada por picenos (en la costa de Adriático, en las actuales Marcas y la parte septentrional de Abruzos) en el I milenio a. C.
Esta lengua no debe confundirse con el piceno septentrional que es una lengua diferente (cuya filiación genética no está clara al estar basada en cuatro inscripciones encontradas entre Rímini y Ancona) no relacionada con el piceno meridional.
Desde el siglo III a. C., seguido a contactos con los romanos, tanto en el mundo griego como en el latino, las etnias del piceno estaban asociadas con el apelativo picenti, utilizado en los Fasti triumphales según Polibio.1 El significado del etnónimo es "aquellos del pico", estando etimológicamente conectado con la palabra latina "picus" (pico). Estrabón dice al respecto que «los picenos son originarios de la Sabinia, de donde llegaron bajo la guía de un pájaro carpintero, que mostró el camino a los jefes fundadores, y del cual toman su nombre. En efecto a este pájaro dan el nombre de picus, y lo consideran ave sagrada de Ares».
En el ámbito literario, el primero conocido en utilizar este etnónimo es Marco Porcio Catón en los Orígenes (siglo III a. C.).
Refiriéndose al territorio ocupado por los picenos, desde el siglo I a. C. el término "piceno" (picenus/picenum) adquiere mayor uso que el etnónimo "Picenti", como se demuestra en el De bello civili de Julio César, en el cual el dictador afirma haber perdido "todo el territorio piceno".
El uso de éste vocablo indica un mayor interés respecto al territorio antes que respecto a los Piceni mismos y es la base de la acepción moderna "Piceni".
En la literatura historiográfica contemporánea existe el uso de "Piceni" lugar de "Picenti", no obstante el mismo Giacomo Devoto reserva el primer término a la civilización preindoeuropea verificada arqueológicamente en el Piceno a través de la Estrella de Novilara y el segundo al pueblo itálico (también indoeuropeo) recordado por las fuentes clásicas.
En su glosa, Escílax (siglo V-siglo IV a. C.) llama a los picenos "Πευκετιεῖς", incluyéndolos entre los parlantes de idiomas samníticos y los considera homólogos de los peucetios, originarios de Yapigia.10 De los autores griegos del siglo I a. C. recibieron más etnónimos: de la forma "Picenti" se transformó a "picentini" (Diodoro Sículo), mientras que de la raíz "picen-" se desarrollaron los etnónimos "picenide" (Plutarco), "picentide" (Apiano) y "picianti" (Esteban de Bizancio).
Existe la hipótesis que entre el siglo V y el siglo IV a. C. los picenos se referirían a si mismos como "pupun", un vocablo rastreado en algunos hallazgos con inscripciones en lengua sud-picena. Sin embargo, no es unánime el juicio sobre esta hipótesis, ya que la forma "pupun-" niega cualquier conexión con *pico/u de los cuales tiene origen "picus", en estrecha relación con el etnónimo latino "picentes".
Sobre la base del nexo, establecido ya por Estrabón, entre el pico y la migración sabino-picena, existe una hipótesis del etruscólogo Gianluca Tagliamonte referente a que la zona de origen de los emigrados fue cerca del templo de Tiora Matiena (un antiguo oráculo de Ares donde un pico predecía el futuro), no muy distante de Amiternum, al cual se refiere Dionisio de Halicarnaso. Consecuentemente a tal hipótesis, el mismo Tagliamonte ha popuesto el eventual itinerario de la migración, que se habría seguido la dirección Montereale-Amatrice-Ascoli Piceno, una antigua vía de comunicación entre los territorios vecinos al actual L'Aquila y las regiones centro-adriáticas.14 Otros estudiosos, sin embargo, suponen que el ver sacrum estableció las bases de la civilización Ppicena, no desde los sabinos, sino desde los umbros.
En el pasado, entre los siglos XIX y los primeros decenios del siglo XX, se propuso, sobre la base del conocimiento entonces disponible, varias hipótesis sobre la etnogénesis picena que postulaban aportes extra-itálicos. Para Innocenzo Dall'Osso las poblaciones picenas habrían nacido como consecuencia del flujo continuo de inmigrantes "aqueos", los cuales se habrían integrado perfectamente con las poblaciones aborígenes. Análogamente, Friedrich von Duhn tuvo la idea de que los picenos fueran el fruto de la mezcla entre los habitantes originarios del lugar y de algunos pueblos de los Balcanes.
Después de las primeras excavaciones (1892 y 1893)llevadas a cabo de una manera científica en torno a Novilara, se propuso la posibilidad del origen ligur. Ya en los años 30, sin embargo, Randall Mac Iver y Vladimir Dumitrescu reconsideraron los orígenes de los picenos como pueblos autóctonos; también el mismo Dumitrescu no excluye del todo una eventual influencia de los ilirios balcánicos, o de los sabinos itálicos, en la formación étnica picena. Enfatizaron el aporte ilírico, hasta considerarlo central en la etnogénesis de los Picenos, estudiosos como Franz Messerschmidt y, más recientemente, Mate Suič, Sime Batovic y Delia Lollini.
La vestigios y la dificultad de su interpretación ha hecho dudar durante mucho tiempo de su pertenencia a las lenguas osco-umbras, e incluso a las lenguas indoeuropeas; así, Francesco Ribezzo consideró tales vestigios cercanos al etrusco. Sólo con la aparición de nuevos vestigios se identificó claramente su filiación, traduciéndose por primera vez en 1985.
Origen
Los osco-umbros penetraron en Italia en la segunda mitad del segundo milenio a. C., probablemente alrededor del siglo XII a. C. No se sabe exactamente cuándo estos pueblos de lengua osco-umbra se establecieron en el área del Piceno; el grupo que habría emergido históricamente como picenos alcanzaron la región de la cuenca del Norcia, siguiendo el valle del Tronto. En seguida se difundieron en todo el Piceno, estableciendo Ascoli como su capital y erigiendo en Cupra un importante santuario.
Desarrollo
En las fuentes griegas los picenos aparecen a veces confundidos con otros pueblos de la Italia prerromana; una confusión acentuada por la presencia de un grupo de origen piceno en Campania en el 268 .a C., denominados "picentinos". Como atestigua Escílax de Carianda, es verosímil que el pueblo de los picenos fuese confundido con los peucetios. Otra confusión posible de los picenos, que se deduce a partir de las fuentes antiguas, era con los galos senones (fundadores de Senigalia, sobre el confín norte de la zona occupada por los picenos): o que fuesen efectivamente de las analogías culturales entre los Galos y los Picenos, o que estos últimos, por lo menos en la zona septentrional, tendrían al menos parcialmente asimiladas características celtas.
Sufrieron en el siglo IV a. C. la invasión de los galos senones, que ocuparon la porción septentrional (Ager Gallicus). Los picenos entraron más tarde en la órbita de la República romana y fueron inducidos por la evidente supremacía del ejército romano a unirse en una alianza con Roma, aceptando una condición de clara subordinación. Conservaron cierto grado de autonomía interna hasta que a partir del siglo III a. C., con la Batalla de Sentino (295 a. C.), se avivó el proceso de romanización del pueblo, incorporándose a la estructura político-cultural de Roma.
En el siglo IV .a C. está atestiguado el control de parte de los picenos de una zona costera adriática aproximadamente comprendida entre el torrente Castellano, Numana y el Conero. En el mismo período, los galos senones llegaron desde el norte y ocuparon todo el territorio piceno al norte del río Esino, que los romanos llamaron Ager Gallicus o también "Ager Gallicus Picenus", fundando la actual ciudad de Senigallia; además algunos griegos, provenientes de Siracusa huyendo de la tiranía de Dionisio I, fundaron la colonia de Ancona.
En el 299 a. C. se registró la primer intervención militar de los romanos en el territorio de los picenos. Los dos pueblos habían establecido una alianza para contrarestar a los Galos, quienes habían alcanzado los dominios de los romanos al norte del Tíber. Además de contrarestar las incursiones gálicas, para los picenos la alianza con los romanos tenía la función de reforzar su propia posición diplomática-militar respecto a aquellas de los pretucios, aliados con los samnitas.
Algunos años más tarde los samnitas buscaron involucrar a los picenos en el inminente conflicto contra Roma, la cual estaba manifestando la voluntad de expandirse sobre el lado adriático de Italia. Sin embargo, las poblaciones picenas permanecieron fieles al trataco de alianza establecido con los romanos y, de hecho, advirtieron a sus aliados sobre la guerra que los samnitas y sus aliados (galos, etruscos, umbros) estaban por iniciar. El conflicto dio a lugar a una serie de enfrentamientos entre los romanos y las poblaciones aliadas con los samnitas, entre los cuales, fue decisiva la batalla de Sentino (295 a. C.) que a continuación se acentuó la expansión romana en el Adriático; en el 290 a. C. aproximadamente, Roma expande sus propios dominios hasta absorber el territorio de los pretucios, al sur del Piceno. En el mismo período, se agudizaron también las tensiones entre los romanos y los galos senones: estos últimos fueron derrotados gracias también al apoyo de los picenos, que se aliaron contra las poblaciones celtas y consintieron el pasaje del ejército romano a través del Piceno. A continuación de la derrota de los senones, Roma adquirió también los territorios galos, que se encontraban al norte del territorio de los picenos.
Las conquistas romanas mutaron sensiblemente el contexto geopolítico en Italia central: los dominios de Roma se encontraban al norte, al oeste y sur del Piceno, quedando éste rodeado por el Estado romano. La falta de autonomía derivó a que los picenos rompieran la alianza con Roma y se revelasen contra la dominación romana indirecta.
Situación Actual
A continuación de la expansión de la República romana ocurrida en el siglo II a. C., la política interna de Roma fue agitada por revueltas de los pueblos itálicos, en el 91 a.C., que se conocen como la guerra social; los itálicos querían que se les extendiese la ciudadanía romana, ya que al haber contribuido a la expansión de Roma, continuaban siendo discriminados legislativamente respecto a los romanos.
Los picenos fueron asimilados por romanos y umbros en el siglo II a.C. y su lengua parece haber desaparecido por completo tras la incorporación a territorio romano.
Los picenos fueron un pueblo itálico de lengua osco-umbra, históricamente ubicado en el milenio I a. C., en el territorio comprendido entre los ríos Foglia y Aterno a lo largo de una franja delimitada al oeste por los Apeninos y al este por las costas adriáticas. El territorio piceno comprendía todo lo que actualmente son Las Marcas y la parte septentrional de Abruzos (territorio que comprende aproximadamente la actual Provincia de Teramo y parte de la Provincia de Pescara).
Sin datos disponibles.
La situación lingüística del área donde pudo hablarse el piceno meridional es compleja: justo al norte de la zona de donde provienen las inscripciones picenas se han hallado otras incripciones en una lengua no indoeuropea todavía no descifrada conocida como piceno septentrional; asimismo en el área picena también hubo poblaciones samnitas, como pelignos y frentanos.
En principio se calificó al piceno como un dialecto cercano al umbro, pero en los últimos tiempos se la considera una lengua sabélica independiente del osco y del umbro. Las inscripciones de piceno muestran que en realidad se extendía sobre una superficie mayor que la históricamente ocupada por los picenos, entrando en el territorio de los vestinos, pelignos y marrucinos, y que cronológicamente es anterior a los dialectos de éstos (anteriores al siglo V a. C.). El marco lingüístico de la zona media del Adriático, es aún confuso y sigue siendo investigado.
En la presente clasificación, teniendo en cuenta cierta incertidumbre, se ha incluido el piceno peridional en el grupo osco-umbro o sabélico, hermanado con el osco y el umbro, de uno de los cuales podría ser, no obstante, un dialecto o variedad dialectal con más o menos diferenciación.
Su alfabeto, descifrado recientemente, comprendía del uso particular de siete vocales (a, e, í, i, o, ú, u).
Sin datos disponibles.
Las inscripciones más tardías en lengua autóctona del territorio piceno mustran una lengua con características umbras. Algunos han querido ver en estas inscripciones restos de correspondencias léxicas y fonológicas con el ilirio, el tracio o incluso el venético, pero las pruebas no son nada concluyentes.
Texto de muestra
Un ejemplo es la inscripción (Sp TE 2) hallada en Bellante en una lápida:
postin:viam:videtas
tetis:tokam:alies
esmen:vepses:vepeten.
"A lo largo del camino que ves,
la tokam(?) de Titus Alius,
sepultado en esta tumba."
Los dos puntos se han utilizado para separar palabras, siendo tres puntos en la inscripción original. La letra v era pronuncaida [w] y la k [g]. La traducción de la segunda línea no es clara en cuanto al significado exacto de tokam: si se puede identificar en forma y etimología al latín, el significado latino parece fuera de lugar aquí. Obsérvese la métrica similar de cada línea y la repetición de sonidos.
El alfabeto piceno pertenece al grupo de alfabetos itálicos y deriva del griego occidental y del etrusco.
El idioma está escrito en varios alfabetos, todos ellos obtenidos a partir de un modelo del etrusco septentrional. Algunos de estos son inusuales en tanto que utilizan marcas ortográficas para las sílabas y los límites de las palabras.
La dirección de la escritura es en bustrófedon.
Existen inscripciones procedentes de los siglos VI al IV a. C. y escritas en un alfabeto derivado del etrusco y denominado piceno.
La datación de las 50 inscripciones en piceno halladas lo datan entre el siglo VI a. C. y el siglo III a. C. También se han hallado incripciones aisladas en la Campania, Lucania y Brucia, y en Cures, capital de los sabinos.
Sin datos disponibles.
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El latín es la lengua más conocida entre las lenguas muertas y debe su nombre a la antigua comarca del Lacio de donde es original; más tarde fue adoptada por los fundadores de Roma con aproximaciones a otros idiomas como el griego, el umbro, el osco y el etrusco y con aportaciones de algunos dialectos indoeuropeos que han concurrido a la formación de la lengua latina como el pelasgo o el céltico; hay que lamentar la pérdida del libro de los Orígenes de Roma, de Catón, que hubiera ayudado a esclarecer algo sobre la cuestión de la primitiva composición del latín.
El latín es una lengua de la rama itálica de la familia lingüística del indoeuropeo que fue hablada en la Antigua Roma y, posteriormente, en la Edad Media y la Edad Moderna, llegando incluso a la Edad Contemporánea, pues se mantuvo como lengua científica hasta el siglo XIX.
Adquirió gran importancia con la expansión de Roma, siendo lengua oficial del imperio en gran parte de Europa y África septentrional, junto con el griego.
Su nombre deriva de una zona geográfica de la península itálica donde se desarrolló Roma, el Lacio (en latín, Latium).
El nombre de la región deriva del antiguo nombre – Latium – que le daban los latinos, ancestros de los antiguos romanos, que a su vez fueron llamadas así porque se habían establecido en un territorio amplio (latus en latín) pudiendo significar también «territorio llano», pues sus primitivos habitantes habían descendido de los Apeninos. Transmitiría la idea de llanura en contraste con los sabinos, que ocupaban las zonas altas del país.
Por otra parte también se puede derivar de Laurentino (Latino) rey de Laurentia, antigua ciudad ubicada en la llanura de Laureto (Lauretum).
El estudio del latín, junto con el del griego clásico, es parte de los llamados estudios clásicos, y aproximadamente hasta los años sesenta fue estudio casi imprescindible en las Humanidades. El alfabeto latino, derivado del alfabeto griego, todavía es el alfabeto más usado del mundo con diversas variantes de una lengua a otra.
A partir del siglo XIV los humanistas italianos estudiaron con minuciosidad los relativamente pocos textos clásicos que los monjes medievales habían preservado cuidadosamente durante siglos y lograron reconstruir el latín clásico. No era, evidentemente, la misma lengua, en el mismo sentido que el castellano actual difiere significativamente de la lengua de Cervantes, pero volvía a ser una lengua culta y coherente, que no ha dejado de evolucionar hasta nuestros días.
Sin embargo, aunque los humanistas lograron restaurar el léxico, la gramática y el estilo del latín clásico, hubo algo que escapó a sus posibilidades: reconstruir la forma en que los romanos pronunciaban el latín. Sabían cómo escribían los romanos, pero no disponían de documentos sonoros que les permitieran reconstruir cómo leían los textos que tan bien habían asimilado. Durante la edad media, los pocos que sabían algo de latín habían adaptado la pronunciación a las características de su lengua (románica) materna y lo máximo que pudieron hacer los renacentistas fue fijar la "pronunciación tradicional" de cada país. Así, según la pronunciación tradicional española, Cicero se leía Cícero, pero según la pronunciación tradicional francesa era Sísero, según la pronunciación tradicional italiana era Chíchero, y así sucesivamente. Pero nadie sabía qué habría respondido exactamente Cicerón ante la pregunta: Quid nomen est tibi?
Tuvieron que pasar algunos siglos hasta que, ya en el siglo XIX, los lingüístas se atrevieran a establecer la llamada pronuntiatio restituta (la pronunciación restituida), que viene a ser un "retrato robot" de la forma en que los romanos pronunciaban su idioma en la época clásica (aunque también se ha "reconstruido" más o menos la pronunciación arcaica, la vulgar, la postclásica, etc.
Del mismo modo que un dibujante especializado puede trazar un retrato robot de un delincuente con el grado de similitud suficiente para que permita reconocerlo, los lingüistas han aprovechado toda la información disponible por parte de gramáticos romanos, o de textos que, por cualquier motivo, hicieran referencias al lenguaje y su pronunciación, y los reflejos de palabras latinas en otras lenguas coetáneas, han añadido a todo ello las conclusiones de la lingüística comparada, que permite establecer paralelismos entre las distintas lenguas indoeuropeas y su evolución fonética.
Junto a esta pronunciación reconstruida coexisten hoy en día las pronunciaciones tradicionales y la pronunciación eclesiástica, muy similar a la pronunciación tradicional italiana, y que es más parecida a la pronunciación del latín tardío que a la del latín clásico. En definitiva, la forma en que Cicerón se llamaba a sí mismo según todas las evidencias existentes no era ni Cícero, ni Sísero, ni Chíchero, sino más bien Kíkeroo.
Origen
Los primeros en llegar a la península itálica debieron de hacerlo en el III milenio a.C., aunque los hablantes de la forma más arcaica del latín debieron de llegar a principios del I milenio a.C. y se instalaron en el centro de la península, fragmentados tanto política como lingüísticamente.
Entre las lenguas itálicas de origen indoeuropeo las principales son el osco y el umbro, de las que deriva toda una familia de lenguas conocidas como osco-umbras, y el latín y el falisco, que forman una familia diferenciada a la cual parece pertenecer también el véneto, hablado mucho más al norte.
Hacia 900 a.C. entró en el norte de Italia un pueblo no indoeuropeo a cuyos miembros los romanos llamaban Etruscos. Fueron la primera civilización avanzada que conoció Italia y se extendió rápidamente hasta llegar al Lacio, donde diversos pueblos formaron una Liga latina bajo el liderazgo de la ciudad de Alba Longa, probablemente para protegerse de los Etruscos. Mientras tanto, los griegos (otro pueblo de origen indoeuropeo) estaban fundando prósperas colonias en el sur de la península, en la región que sería conocida como la Magna Grecia.
Vemos, pues, que la historia del latín se extiende durante un periodo de unos tres mil años hasta la actuaidad. Una lengua necesita mucho menos tiempo para experimentar cambios drásticos. Es evidente que el latín no se ha hablado igual en todos los momentos de su historia, pero en un momento dado no se ha hablado igual en todas partes y, en un momento y lugar dados no lo han hablado igual todos los latinoparlantes. Especialmente significativas son las diferencias debidas al nivel cultural de los hablantes, que en tiempos antiguos eran mucho más acusadas que en la actualidad.
El latín debió de aparecer hacia el año 1000 a. C. en el centro de Italia, al sur del río Tíber, con los Apeninos y el mar Tirreno al oeste, en una región llamada Latium (Lacio), de donde proviene el nombre de la lengua y el de sus primeros habitantes, los latinos; sin embargo, los primeros testimonios escritos datan del siglo VI a. C., como la inscripción de Duenos y otras similares.
En los primeros siglos de Roma, desde la fundación al siglo IV a. C., el latín tenía una extensión territorial limitada: Roma y algunas partes de Italia, y una población escasa. Era una lengua de campesinos.
Así lo demuestran las etimologías de muchos términos del culto religioso, del derecho o de la vida militar. Destacamos los términos stippulare ('estipular'), derivado de stippa ('paja'), o emolumentum ('emolumento'), derivado de emolere ('moler el grano'), en el lenguaje del derecho.
En este sentido, los latinos, desde época clásica al menos, hablaban de un sermo rusticus ('habla del campo'), opuesto al sermo urbanus, tomando conciencia de esta variedad dialectal del latín. «En el campo latino se dice edus ('cabrito') lo que en la ciudad haedus con una a añadida como en muchas palabras».
El latín hablado desde su nacimiento como lengua hasta aproximadamente el siglo II a.C. recibe el nombre de latín arcaico.
Desarrollo
Después del periodo de dominación etrusca y la invasión de los Galos (390 a. C.), la ciudad fue extendiendo su imperio por el resto de Italia. A finales del siglo IV a. C., Roma se había impuesto a sus vecinos itálicos. Los etruscos dejaron su impronta en la lengua y la cultura de Roma, pero los griegos presentes en la Magna Grecia influyeron más en el latín, dotándolo de un rico léxico.
Después, la conquista de nuevas provincias para el territorio, primero las Galias con César, hasta la de la Dacia (Rumania) por parte de Trajano, supuso la expansión del latín por un inmenso territorio y la incorporación de una ingente cantidad de nuevos hablantes.
Paralelamente a la expansión territorial de Roma, el latín se desarrolló como lengua literaria y como lingua franca a la vez que el griego, que había tenido estos papeles antes. Desde el siglo II a. C., con Plauto y Terencio, hasta el año 200 d. C. con Apuleyo tenemos una forma de latín que no tiene ninguna variación sustancial.
Las distintas fases del desarrollo principal por las que pasa el latín desde el siglo II A.C. hasta el siglo VII D.C. podrían clasificarse de la siguiente manera:
Clásico: en una época de profunda crisis económica, política y cultural, la élite cultural crea, a partir de las variedades del latín coloquial, un latín estándar (para la administración y escuelas) y un latín literario. Es la Edad de Oro de las letras latinas, cuyos autores más destacados son Cicerón, Julio César, Tito Livio, Virgilio, Horacio, Catulo, Ovidio. Esto ocurrió aproximadamente en los siglos I a. C. y I d. C.
Posclásico: la lengua hablada se va alejando progresivamente de la lengua estándar, que la escuela trata de conservar, y de la lengua literaria. Esta distancia creciente hará que de las diversas maneras de hablar latín nazcan las lenguas románicas. Y la lengua escrita, que inevitablemente también se aleja, aunque menos, de la del periodo anterior, se transforma en el latín escolástico o curial.
Tardío: los padres de la Iglesia empiezan a preocuparse por escribir un latín más puro y literario, abandonando el latín vulgar de los primeros cristianos. A este período pertenecen Tertuliano, Jerónimo de Estridón (San Jerónimo) y San Agustín.
El latín clásico (culto) coexistió con el llamado latín vulgar, que era el latín hablado por las clases bajas, y en particular por la mayor parte de los soldados que extendieron el latín por toda la geografía del Imperio Romano. (Los soldados solían recibir tierras como recompensa en las provincias conquistadas, y pasaban a establecerse como colonos-agricultores.) Las diferencias entre el latín culto y el latín vulgar afectaban a todos los niveles lingüísticos: fonética, morfología, sintaxis y léxico. No sería exacto decir que el latín culto era el latín literario, pues el latín vulgar tenía su propia literatura. Uno de sus autores más representativos fue Tito Maccio Plauto (254-184 a.C.), cuyas comedias (adaptaciones de obras griegas), escritas en latín vulgar, gozaban de mucho éxito en Roma.
En cuanto a la literatura clásica, su "siglo de oro" es el siglo I a.C., seguido de un "siglo de plata", el siglo I d.C. A partir del siglo II d.C. el latín entra en decadencia como lengua literaria y se habla de bajo latín o latín tardío.
Los máximos exponentes de la literatura clásica latina fueron el político y abogado Marco Tulio Cicerón (106-46 a.C.) y el militar Cayo Julio César (100-44 a.C.) así como los poetas Publio Virgilio Marón (70-19 a.C), Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) y Publio Ovidio Nasón (43 a.C. - 17 d.C.).
A partir del siglo IV D.C., tras la caída del imperio romano, el bajo latín evolucionó hacia el llamado latín medieval, que, además de las influencias del latín vulgar, sufrió una destructiva inyección de helenismos (tanto léxicos como sintacticos) de mano de los primeros cristianos, que transcribieron burdamente su jerga religiosa, desarrollada originariamente en griego. Por su parte, el latín vulgar se fragmentó y dio origen a las distintas lenguas románicas (italiano, franceés, castellano, etc.)
Situación Actual
Es difícil saber si es correcto considerar al latín como lengua extinta, debido en gran parte a su utilización vigente en un gran número de campos. Usada en las Humanidades para el estudio filológico, lingüístico, jurídico, histórico, filosófico, religioso y literario, entre otros. También se utiliza en la terminología científica, especialmente en la taxonomía biológica. En la Iglesia católica se utiliza para los documentos oficiales. Es la lengua oficial del Estado de la Ciudad del Vaticano.
No obstante, el declive del uso del latín comienza tras la caída del Imperio Romano de Occidente y se acentúa tras dejar de ser Lengua Oficial del Imperio Romano de Oriente a partir del siglo VII D.C. Antes de esas fechas, el idioma había dado muestras de variación dialectal que lo alejaría del latín acercándolo a las diferentes lenguas romances que derivarían de él.
Las distintas fases por las que fue extinguiéndose serían:
Edad Media
Medieval: el latín como se conocía ya no es hablado, por ende, el latín literario se refugia en la Iglesia, en la Corte y en la escuela, convirtiéndose en el vehículo de comunicación universal de los intelectuales medievales. Mientras, el latín vulgar continuaba su evolución a ritmo acelerado. Ya que las lenguas romances fueron apareciendo poco a poco, unas antes que otras, y porque el latín seguía siendo utilizado como lingua franca y culta, no se puede dar una fecha en la que se dejó de utilizar como lengua materna.
Tras la caída del Imperio romano, el latín todavía fue usado durante varios siglos como la única lengua escrita en el mundo posterior al estado romano. En la cancillería del rey, en la liturgia de la Iglesia católica o en los libros escritos en los monasterios, la única lengua usada era el latín. Un latín muy cuidado, aunque poco a poco se vio influido por su expresión hablada. Ya en el siglo VII, el latín vulgar había comenzado a diferenciarse dando origen al protorromance y después a las primeras fases de las actuales lenguas romances.
Con el renacimiento carolingio del siglo IX, los mayores pensadores de la época, como el lombardo Pablo el Diácono o el inglés Alcuino de York, se ocuparon de reorganizar la cultura y la enseñanza en su imperio. En lo que se refiere al latín, las reformas se dirigieron a la recuperación más correcta de forma escrita, lo que le separó definitivamente de la evolución que siguieron las lenguas romances.
Luego, con el surgimiento de las primeras y pocas universidades, las enseñanzas dadas por personas que provenían de toda Europa eran rigurosamente en latín. Pero un cierto latín, el que no podía decirse que fuera la lengua de Cicerón u Horacio. Los doctos de las universidades elaboraron un latín particular, escolástico, adaptado a exprimir los conceptos abstractos y ricos en elaborados matices de la filosofía de la época. El latín ya no era más la lengua de comunicación que era en el mundo romano; todavía era una lengua viva y vital, todo menos que estática.
Renacimiento
Renacentista: en el Renacimiento la mirada de los humanistas se vuelve hacia la Antigüedad clásica, y el uso del latín cobró nueva fuerza. Petrarca, Erasmo de Róterdam, Luis Vives, Antonio de Nebrija y muchos otros escriben sus obras en latín, además de en su propia lengua.
En el siglo XIV, en Italia, surgió un movimiento cultural que favoreció un renovado interés por el latín antiguo: el Humanismo. Comenzado ya por Petrarca, sus mayores exponentes fueron Poggio Bracciolini, Lorenzo Valla, Marsilio Ficino y Coluccio Salutati. Aquí la lengua clásica empezó a ser objeto de estudios profundos que marcaron el nacimiento, de hecho, de la filología clásica.
Edad Moderna
Científico: la lengua latina sobrevive en escritores científicos hasta bien entrado el siglo XVIII. René Descartes, Isaac Newton, Baruch Spinoza, Gottfried Leibniz e Immanuel Kant escribieron algunas de sus obras en latín.
En la Edad Moderna, el latín aún se usa como lengua de la cultura y de la ciencia, pero va siendo sustituido paulatinamente por los idiomas locales. En latín escribieron, por ejemplo, Nicolás Copérnico e Isaac Newton. Galileo fue de los primeros científicos en escribir en un idioma distinto del latín (en italiano, hacia 1600), y Oersted de los últimos en escribir en latín, en la primera mitad del siglo XIX.
Es idioma oficial en la Ciudad del Vaticano. La Iglesia católica lo usa como lengua litúrgica oficial, aunque desde el Concilio Vaticano II se permiten además las lenguas vernáculas. También se usa para los nombres binarios de la clasificación científica del reino animal y vegetal, para denominar figuras o instituciones del mundo del Derecho, como lengua de redacción del Corpus Inscriptionum Latinarum, y en artículos de revistas científicas publicadas total o parcialmente en esta lengua.
En época arcaica (siglo XII a. C. a siglo VIII a. C.) la etnia latina presentaba un desarrollo social y civil comparable con el de las otras poblaciones apeninas de las que apenas se diferenciaba, al menos a juzgar por la escasa información que poseemos. Típica del mundo latino fue la forma de asentamiento que se articulaba en caseríos de pequeñas dimensiones (por lo general de menos de veinte hectáreas) y basada en una economía de carácter agropecuario. Como se dijo antes, las manufacturas presentes, todas de pequeñas dimensiones, se especializaban en la fabricación de aperos, armas y objetos domésticos de cerámica o metal, con pocas pretensiones artísticas.
Las viviendas de los primeros latinos fueron generalmente chozas de paja o de madera, y solo desde el periodo etrusco, a partir del siglo VII a. C., empezaron a ser sustituidas por casas de piedra o ladrillos. La sociedad debió organizarse patriarcal o tribalmente y en ella el jefe de la tribu desempeñaba también las funciones sacerdotales. La religión, antes del encuentro con las civilizaciones etrusca y helénica era de tipo naturalista y tuvo un papel importante al congregar varias villas, según el modelo de articulación que predominaba en el Latium, y las cuales se reconocían por una divinidad, unas creencias y un ritual común.
Un fuerte impulso para el desarrollo de una cultura y de una estructura social más organizada y evolucionada se debió a la aparición de los primeros núcleos urbanos (o proto-urbanos) en el Latium Vetus en el curso del siglo VIII a. C., y a la fundación de las primeras colonias griegas en el sur de Italia y en Sicilia.
En un momento histórico difícil de determinar, pero que debió producirse en los últimos dos o tres decenios del siglo VII a. C. Roma y todo el Latium Vetus empezaron a formar parte de la órbita etrusca. El evolucionado pueblo etrusco en el apogeo de su poder, abrió a los latinos la puerta hacia una civilización nueva y refinada. Grande debió ser la deuda que contrajeron con esta etnia, deuda menospreciada por los mismos historiadores latinos.
Los etruscos introdujeron en el Latium muchas de sus creencias religiosas (entre ellas las prácticas adivinatorias de los arúspices y el culto de los muertos), políticas -de tipo oligárquico, algunas de las cuales sobrevivieron durante la república-, y una administración eficiente. El alfabeto etrusco (derivado del griego occidental) tuvo que ser modificado para poder adaptarse a un idioma indoeuropeo como el latín, siendo adoptado por todas las ciudades del Latium Vetus, incluyendo a Roma. también fue etrusca la técnica constructiva que permitió que Roma, Praeneste, Tibur, sustituyeran sus chozas y viviendas ruinosas, con casas de piedra y entejadas, adquiriendo así una innegable connotación urbana (mas tales transformaciones, con toda probabilidad, debieron producirse antes que iniciara el periodo hegemónico etrusco sobre el Latium Vetus).
El ocaso de la hegemonía etrusca sobre el Latium Vetus, determinó una inesperada marginación de la región de las grandes corrientes del tráfico internacional, que habían determinado su desarrollo en las décadas anteriores. A partir del 470 a. C. aprox. y por casi un siglo (finalizado entre 390 a. C. / 385 a. C.) asistimos a un progresivo empobrecimiento material del pueblo latino que se refleja sobre todo en el plano económico, aunque también en el cultural. Para Roma esta situación esta mejor documentada que para otras ciudades ya que no se conocen de ella en este periodo grandes obras civiles o militares.
Solo después de la incursión de los galos (390 a. C.) volvió la prosperidad al Latium Vetus y de ello dan fe el mobiliario y los adornos de las tumbas, más refinadas que en el pasado y en algunos casos de gran preciosismo artístico. Por estos años el pueblo latino está en vísperas de cambio memorable que desembocará en la formación del mundo romano, pero perderá su alma noble y austera, aun cuando no la dimensión mítica y heroica que le acompañaba desde su nacimiento. Esta será trasmitida por Roma que a su vez imprimirá por siempre en la civilización latina el sello de la eternidad.
A partir del siglo I A.C. el despliegue del latín va a ir completamente vinculado a la expansión de Roma, convirtiéndose, así, en el idioma hablado en toda la extensión del imperio y derivando después en las diferentes lenguas romances.
El latín de la ciudad de Roma se impuso a otras variedades de otros lugares del Lacio, de las que apenas quedaron algunos retazos en el latín literario. Esto hizo del latín una lengua con muy pocas diferencias dialectales, al contrario de lo que pasó en griego. Podemos calificar, pues, al latín de lengua unitaria.
La difusión de latín por un territorio cada vez más vasto tuvo dos consecuencias: la primera, que el latín, al entrar en contacto con lenguas diversas, ejerciera un influjo mutuo más o menos considerable; la segunda, en cierto modo consecuencia de la primera, que el latín se fuese diferenciando en las distintas regiones. Mientras el nexo político con el centro fue fuerte las diferencias fueron limitadas, pero cuando se debilitó por motivos políticos hasta romperse del todo, las diferencias se ahondaron.
Generalmente, las poblaciones sometidas deseaban elevarse culturalmente adoptando el latín, cosa que ocurre siempre que dos pueblos entablan contacto: prevalece lingüísticamente el que tiene mayor prestigio. Así fue como Roma consiguió hacer prevalecer el latín sobre el etrusco, el osco, el umbro, el galo y sólo en parte sobre el griego, cuyo prestigio cultural era más grande.
Las poblaciones sometidas, federadas, etc. antes de perder su lengua a favor del latín, atravesaron un periodo más o menos largo de bilingüismo; de hecho, algunas de las lenguas prerromanas tuvieron en el territorio romanizado considerable vitalidad durante mucho tiempo.
El latín dio origen a un gran número de lenguas europeas, denominadas lenguas romances, como el portugués, el gallego, el castellano, el asturleonés, el aragonés, el catalán, el occitano, el francés, el retorrománico, el italiano, el rumano y el dálmata. También ha influido en las palabras de las lenguas modernas debido a que durante muchos siglos, después de la caída del Imperio romano, continuó usándose en toda Europa como lingua franca para las ciencias y la política, sin ser seriamente amenazada en esa función por otras lenguas en auge (como el castellano en el siglo XVII o el francés en el siglo XVIII), hasta prácticamente el siglo XIX.
Junto al falisco (y quizá el sículo) forma el grupo latino-falisco de la rama itálica de la familia de las indoeuropeas.
El latín se pronunciaba de forma diferente en los tiempos antiguos, en los tiempos clásicos y en los posclásicos; también era diferente el latín culto de los diversos dialectos de latín vulgar. Al ser el latín una lengua muerta, no se sabe con exactitud la pronunciación de la grafía latina: históricamente se han propuesto diversas formas. Las más conocidas son la eclesiástica (o italiana) que se acerca más a la pronunciación del latín tardío que a la del latín clásico, la pronuntiatio restituta (pronunciación reconstruida), que es el intento de reconstruir la fonética original, y la erasmita. La comparación con otras lenguas indoeuropeas también es importante para determinar el probable valor fonético de ciertas letras.
No hay un acuerdo entre los estudiosos. Pero parece ser que el latín, a lo largo de su historia, pasó por períodos en los que el acento era musical y por otros en los que el acento era de intensidad. Lo que está claro es que el acento tónico depende de la cantidad de las sílabas según el siguiente esquema:
Se puede decir que la vasta mayoría de palabras en latín no hay palabras agudas (acentuadas en la última sílaba). Sin embargo, puede ser que un número muy reducido de palabras, por ej. adhūc, haya tenido el acento al final.
Toda palabra de dos sílabas es llana.
Para saber la acentuación de las palabras de tres o más sílabas, hemos de conocer la cantidad de la penúltima sílaba. Si esta sílaba es "pesada" o "larga" por tener una vocal larga o por terminar en consonante, la palabra es llana; si es "ligera" o "breve", la palabra es esdrújula.
El latín tiene cuatro diptongos, que son: ae, au, eu, oe.
El latín clásico tenía cinco vocales breves /a, e, i, o, u/ y cinco vocales largas /ā, ē, ī, ō, ū/ con valor de distinción fonológica. La y (i Græca) originalmente no formaba parte del sistema vocálico latino y sólo aparecía en préstamos cultos griegos. Su pronunciación en el griego clásico correspondía aproximadamente a la de la u francesa o ü alemana [y]. En latín generalmente se pronunciaba como una i, pues para la población poco educada resultó difícil pronunciar la /y/ griega. Otras evidencias a favor de la existencia del sonido /y/ en latín es que era una de las tres letras claudias, concretamente la llamada sonus medius (escrito como: Ⱶ) se creó para representar un sonido intermedio entre [i] y [u], muy probablemente [y] (o tal vez [ɨ]) que aparecía estar detrás de ciertas vacilaciones como OPTUMUS / OPTIMUS 'óptimo', LACRUMA / LACRIMA 'lágrima'.
Las consonantes F, K, L, M, N, P, S se pronunciaban como en castellano. La B, D, G eran siempre oclusivas sonoras. La C representaba los sonidos [k] y [g] en latín arcaico, aunque en latín clásico se reservó sólo para el sonido [k] al crearse la letra G. El dígrafo QU correspondía en latín tardío a [kw] (en latín arcaico seguramente era una labiovelar [kw]). La pronunciación de R sencilla no está clara podría haber sido como la del castellano (que según la posición es [ɾ] vibrante simple o [r] vibrante múltiple) o tal vez como la del italiano (que muchas veces es [ɾ] incluso en inicio de palabra), entre dos vocales podría haber sido igual a la "rr" del castellano (por lo que CARŌ sonaría con la misma de "rr" de "carro") o tal vez una geminada [ɾː]. La letra V representaba según el contexto la semiconsonante /w/ o las vocales /ŭ, ū/. En latín tardío V pasó a [β], reforzandose en [b] inicial en algunos dialectos occidentales y fricativizándose [v] en la mayor parte de la Romanía. La x tenía el sonido [ks], como en éxito. La Z originalmente no formaba parte del alfabeto latino y aparecía solamente en algunos préstamos griegos y correspondía, al principio, al sonido [dz] como en la palabra italiana pizza, luego terminó fricativizándose en [z].
Al conjunto de formas que puede tomar una misma palabra según su caso se le denomina paradigma de flexión. Los paradigmas de flexión de sustantivos y adjetivos se denominan en gramática latina declinaciones, mientras que los paradigmas de flexión de los verbos se llaman conjugaciones. En latín el paradigma de flexión varía de acuerdo con el tema al que está adscrita la palabra. Los nombres y adjetivos se agrupan en cinco declinaciones, mientras que los verbos se agrupan dentro de cuatro tipos básicos de conjugaciones.
En latín, el sustantivo, el adjetivo (flexión nominal) y el pronombre (flexión pronominal) adoptan diversas formas de acuerdo con su función sintáctica en la frase, formas conocidas como casos gramaticales. Existen en latín clásico seis formas que pueden tomar cada sustantivo, adjetivo o pronombre («casos»):
nominativo: es usado cuando el sustantivo es el sujeto o atributo (o predicado nominal) de la oración o frase.
vocativo: identifica a la persona a la que se dirige el hablante, se podría decir que es una llamada de atención. Incluso, puede servir como saludo.
acusativo: se usa, sin rección de preposición alguna, cuando el sustantivo es el objeto directo de la frase, o bien como sujeto del denominado infinitivo «no concertado»; cuando va regido por una preposición, pasa a desempeñar la función sintáctica de complemento circunstancial.
genitivo: indica el complemento y las características del nombre (sustantivo o adjetivo).
dativo: se usa para señalar el objeto indirecto, con ciertos verbos y, a veces, como agente (en la conjugación perifrástica pasiva) y poseedor (con el verbo sum).
ablativo: caso gramatical que denota separación o movimiento desde un lugar. El latino además, incluía en él la causa, el agente, usos como instrumental, locativo y adverbial.
Además, hay restos de un caso adicional indoeuropeo: el locativo (indicando localización, bien en el espacio, bien en el tiempo):
rurī 'en el campo', domī 'en (la) casa'.
El adjetivo también tiene formas flexivas, dado que concuerda necesariamente con un sustantivo en caso, género y número.
El verbo
A grandes rasgos hay dos temas dentro de la conjugación del verbo latino, infectum y perfectum: en el infectum están los tiempos que no indican un fin, una terminación, como el presente, el imperfecto y el futuro; son tiempos que no señalan el acto acabado, sino que, sea que está ocurriendo en el presente, ocurría con repetición en el pasado (sin indicar cuando acabó), o bien un acto futuro. En este tema del verbo la raíz no cambia, al contrario que con el perfectum, que tiene su propia terminación irregular (capere: pf. cepi — scribere: pf. scripsi — ferre pf. tuli — esse pf. fui — dicere pf. dixi).
El perfecto (del latín perfectum, de perficere 'terminar', 'completar') en cambio indica tiempos ya ocurridos, terminados, que son el pretérito, el pluscuamperfecto y el futuro perfecto.
Ambos cuentan con los siguientes modos gramaticales (a excepción del imperativo, que no existe en perfectum): el indicativo, que expresa la realidad, certeza, la verdad objetiva; el subjuntivo expresa irrealidad, subordinación, duda, hechos no constatados, a veces usado como optativo; el imperativo, que denota mandato, ruego, exhortación, y el infinitivo, una forma impersonal del verbo, usada como subordinado ante otro, o dando una idea en abstracto. Con seis personas en cada tiempo —primera, segunda y tercera, cada una en singular y plural— y dos voces —activa cuando el sujeto es el agente y pasiva cuando el sujeto padece una acción no ejecutada por él—, más los restos de una voz media, un verbo no deponente normalmente posee unas 130 desinencias.
Los verbos en latín usualmente se identifican por cinco diferentes temas de conjugaciones (los grupos de verbos con formas flexivas similares): el tema en -a larga (-ā-), el tema en -e larga (-ē-), tema en consonante, tema en -i larga (-ī-) y, por último, el tema en -i breve (-i-). Básicamente sólo hay un modo de la conjugación latina de los verbos, pero vienen influidos por cierta vocal que provoca algunos cambios en sus desinencias. Por ejemplo, en su terminación de futuro: mientras lo común era indicarlo mediante un tiempo proveniente del subjuntivo, en los verbos influidos por E o A larga, el futuro sonaría exactamente igual que el presente, por lo que tuvieron que cambiar sus desinencias.
Como las demás lenguas indoeuropeas en general, el latín era una lengua flexiva de tipo fusional con un mayor grado de síntesis nominal que las actuales lenguas romances, en la cual dominaba la flexión mediante sufijos, combinada en determinadas veces con el uso de las preposiciones; mientras que en las lenguas modernas derivadas dominan las construcciones analíticas con preposiciones, habiéndose reducido la flexión nominal a marcar sólo el género y el plural, conservando los casos de declinación sólo en los pronombres personales (teniendo estos un orden fijo en los sintagmas verbales).
Al latín le falta la variedad y flexibilidad que tiene el griego, tal vez reflejo de la naturaleza práctica del pueblo romano, más preocupado con el gobierno y la administración que con el pensamiento especulativo.
En contraste con el griego, el latín no tiene artículo determinado. Hay tres géneros, que vienen señalados por las terminaciones nominales: -us, -er es típicamente masculina, -a es femenina y -um neutra, aunque no siempre esas normas son consistentes, por ejemplo, nauta 'marino' es masculino, mientras que mulier 'mujer' es femenino. Los nombres tienen dos números y seis casos. El adjetivo concuerda con sus referentes en género, número y caso. La numeración del 1 al 10 es la siguiente: un-us/-a/um, duo/duae/duo, tres/tria, quattuor, quinque, sex, septum, octo, novem, decem, 11 undecim, 12 duodecim, 13 tredecim, 20 viginti, 30 triginta, 100 centum. Los verbos son transitivos o intransitivos y las formas verbales finitas o no finitas.
El pronombre interrogativo es quis (masculino y femenino) '¿quién?', quid '¿qué?'. Quis tiene formas plurales: qui, quae, qua. El demostrativo es is/ea/id, hic/haec/hoc 'esto'; ille/illa/illud 'eso'. Los pronombres personales son: 1 ego, 2 tu, plural 1 nos, 2 vos. Para la tercera persona se usan los demostrativos is/ea/id.
El orden de la palabra es muy libre en la etapa del latín antiguo, aunque en el latín posterior el orden sujeto, verbo y objeto se establecerá definitivamente.
El objeto de la sintaxis es organizar las partes del discurso de acuerdo con las normas de la lengua para expresar correctamente el mensaje. La concordancia, que es un sistema de reglas de los accidentes gramaticales, en latín afecta a género, número, caso y persona. Ésta jerarquiza las categorías gramaticales, de tal manera que el verbo y el adjetivo adecúan sus rasgos a los del nombre con el que conciertan. Las concordancias son adjetivo/sustantivo o de verbo/sustantivo. Obsérvese el ejemplo: «Animus aequus optimum est aerumnae condimentum» («Un ánimo equitativamente bueno es el condimento de la miseria»).
Mediante la construcción se sitúan los sintagmas en el discurso. En latín el orden de la frase es S-O-V, o sea, primero va el sujeto, el objeto, y al final el verbo. Esta idea de construcción supone que las palabras tienen ese orden natural; no es tan fácil de establecer en rigor. Un ejemplo de orden natural sería «Omnia mutantur, nihil interit» («Todo cambia, nada perece»). Por oposición, al orden que incluye desviaciones de la norma, por razones éticas o estéticas, se le da el nombre de figurado, inverso u oblicuo, como en «Vim Demostenes habuit», donde Demostenes ha sido desplazado de su primer lugar propio.
El latín era una lengua itálica, lo que significa que la mayoría de elementos gramaticales y la mayor parte de su léxico provienen por evolución natural de las lenguas de dialectos y hablas indoeuropeas.
No obstante, el idioma original de los grupos latinos al instalarse en la península itálica se vio influido por el contacto con hablantes de otros grupos tanto indoeuropeos (oscos, umbros, griegos, celtas) como no indoeuropeos (etruscos, cretenses, picenos, ilirios, ligures…).
Suelen distinguirse tres tipos de influencia sociolingüística:
sustrato, debida a hablantes que fueron asimilados a la lengua latina
superestrato, a causa de pueblos que temporalmente sometieron a los latinos
adstrato, provocada por el contacto con otros pueblos.
Esta distinción, sin embargo, puede no resultar del todo operativa; por ejemplo, el etrusco pudo haber sido a la vez substrato, adstrato y superestrato en diferentes épocas.
Influencias léxicas en el latín en función del tipo de contacto:
Influencia sustrato
Los habitantes de las regiones itálicas en las que posteriormente se difundió el latín eran hablantes nativos de otras lenguas, que al ser asimilados finalmente a la primitiva cultura latina ejercieron cierta influencia lingüística de sustrato. A veces, para indicar estas lenguas, se habla de sustrato mediterráneo, que proporcionó al latín el nombre de algunas plantas y animales que los indoeuropeos conocieron al llegar; son lenguas muy poco conocidas, pues quedan sólo unos pocos restos escritos, algunos aún sin descifrar. Un sustrato del latín arcaico en la ciudad de Roma y alrededores fue claramente la lengua etrusca.
En cuanto a la influencia del sustrato indoeuropeo osco-umbro, resulta interesante el hecho de que prefigura algunas de las características fonéticas y fonológicas que más tarde aparecerían en las lenguas romances (ciertas palatalizaciones y monoptongaciones), pues muchos hablantes de lenguas itálicas al romanizarse conservaron ciertos rasgos fonéticos propios, incluso (marginalmente) dentro de las lenguas románicas.
Fenómenos de este tipo son la influencia céltica a la que se atribuye la lenición de las consonantes intervocálicas o la [y] francesa, el vasco (o alguna lengua parecida), al que se atribuye la aspiración de la /f/ española en /h/, o el influjo eslavo, culpable de la centralización de las vocales rumanas.
Sustrato etrusco: La influencia del etrusco en la fonología latina se refleja en el hecho de desarrollar algunas aspiradas (pulcher, 'hermoso') y la tendencia a cerrar -o en -u. Las inscripciones etruscas muestran una tendencia a realizar como aspiradas oclusivas sordas previamente inaspiradas, y poseía un sistema fonológico de sólo cuatro timbres vocálicos /a, e, i, u/, teniendo este último una cualidad entre [o] y [u] que habría influido en la tendencia del latín a cerrar algunas /*o/ en [u].
Además los numerales latinos duodeviginti ('18') y undeviginti ('19') son claramente calcos lingüísticos formados a partir de las formas etruscas esl-em zathrum ('18') thu-nem zathrum, '19' (donde zathrum es la forma etrusca para '20', esl- '2' y thun- '1'). También es un hecho de sustrato del etrusco en latín el sufijo -na en palabras como persona, etc.
Influencia superestrato
Debida a pueblos que temporalmente sometieron a los latinos y que dejaron una marca en el habla, aquí hablamos del superestrato etrusco (el responsable del léxico del teatro y de la adivinación), galo o celta.
Superestrato germánico: desde antiguo, los romanos tenían contactos con Germanía, y en estas relaciones predominó la influencia del latín. El centro principal de contactos se situaba en el valle del Rin, un territorio donde sobrevivían poblaciones célticas, cuya lengua empleada era el latín. De hecho, hay rastros de la administración romana en la toponimia, como por ejemplo Colonia.
Los elementos germánicos son el superestrato del latín en la Romanía occidental. Después de las invasiones, muchos elementos germánicos pasaron al latín. El flujo no se interrumpió en la formación de las lenguas románicas. Las influencias de los pueblos godo, alemánico, borgoñés, franco y lombardo en las lenguas románicas se da mayoritariamente en el campo de la toponimia y la antroponimia. Aparte de estos, el número de préstamos es bastante reducido.
A pesar de todas las influencias, que se reflejan fundamentalmente en el léxico y la fonética, la mayoría de elementos gramaticales y léxicos del latín son rastreables hasta el protoindoeuropeo.
Influencia adstrato
Es la debida al contacto con pueblos que convivieron con los latinos sin tenerlos dominados ni depender de ellos. Este tipo de influencia se nota más en el estilo y el léxico adquiridos que en los cambios fónicos de la lengua. Los adstratos osco, umbro y griego son responsables del alfabeto y sobre lo relacionado con la mitología, pues los romanos tomaron prestados los dioses helenos, aunque con nombres latinos.
Adstrato griego: la entrada masiva de préstamos y calcos áticos y jónicos puso en guardia a los latinos desde tiempos muy tempranos, encabezados por Catón el Viejo en el siglo III a. C. Pero en la Edad de Oro de la literatura latina los romanos se rindieron ante la evidente superioridad del idioma griego. Bien pueden resumir este sentimiento los famosos versos de Horacio: «Graecia capta ferum victorem cepit et artis / intulit agresti Latio» («La Grecia conquistada conquistó a su fiero vencedor e introdujo las artes en el rústico Lacio»).
Esta entrada masiva de helenismos no se limitó a la literatura, las ciencias o las artes. Afectó a todos los ámbitos de la lengua, léxico, gramatical y estilístico, de modo que podemos encontrar el origen griego en muchas palabras comunes de las lenguas románicas.
Después de la Edad Clásica, el cristianismo fue uno de los factores más potentes para introducir en la lengua latina hablada una serie de elementos griegos nuevos. Ej: παραβολη > parábola. Encontramos esta palabra dentro de la terminología retórica, pero sale de ella cuando se usa por los cristianos y adquiere el sentido de parábola, es decir, predicación de la vida de Jesús. Poco a poco va adquiriendo el sentido más general de «palabra», que sustituye en toda la Romanía al elemento que significaba «palabra» (verbum). El verbo que deriva de parabole (parabolare, parolare) sustituye en gran parte de la Romanía al verbo que significaba «hablar» (loquor).
Texto de muestra
(Artículo 1 de la Declaración Univesal de los Derechos Humanos)
Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Omnes homines liberi aequique dignitate atque juribus nascuntur. Ratione conscientiaque praediti sunt et alii erga alios cum fraternitate se gerere debent.
El más antiguo y famoso testimonio epigráfico latino lo tenemos en la Lapis niger (figura inferior), cipo que fue hallado en 1899 y fechado en los siglos VI-V a. C. La escritura es en bustrófedon y la lectura está sujeta a debate aunque las palabras son claras, pero al estar fragmentadas es complicada su interpretación. No obstante, parece tener un carácter jurídico-religioso a juzgar por algunas palabras. La escritura es un lapso intermedio entre el alfabeto etrusco y el alfabeto latino.
El alfabeto latino arcaico constaba de las 21 letras siguientes:
A, B, C, D, E, F, Z, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X
Sólo tenía letras mayúsculas. Hacia el siglo III d.C empezaron a aparecer letras simplificadas (cursivas mayúsculas) que facilitaban la escritura fluida, pero las minúsculas propiamente dichas como las conocemos ahora surgieron en la edad media. (nótese que la V era la u mayúscula). El año 312 a.C. el censor Apio Claudio suprimió la letra Z del alfabeto al juzgarla "desagradable y extranjera" (palabras que para él distaban poco de ser sinónimas).
En principio, la letra C era una variante caligráfica de la Γ griega, y se incluyó en el alfabeto latino con la intención de representar el sonido g (de gato), mientras que el sonido k se asignaba a la letra K, que no era sino la kappa griega, aunque su nombre se abrevió a ka. Sin embargo, los romanos eran conscientes de que (según veremos) la k seguida de u más otra vocal se pronunciaba de forma distinta, y por ello introdujeron la letra Q para dejar constancia de esa peculiaridad. Tal vez el hecho de que la Q se usara para representar el sonido k ante u llevó a la confusión de creer que la K debía usarse únicamente para representar el sonido k ante a. Sea por esto o por cualquier otro motivo, lo cierto es que los romanos redujeron el uso de la K a las palabras en las que el sonido k iba seguido de una a, y para el resto de casos emplearon la letra C, que por otra parte representaba el sonido g (de gato), como ya hemos dicho.
Esta situación extraña degeneró, de modo que a lo largo del siglo III a.C. la K cayó en desuso y la C absorbió completamente su función. Pero el hecho de que una misma letra representara dos sonidos distintos (g y k) cuya oposición era significativa en cuanto que distinguía unas palabras de otras, era un inconveniente al que los romanos eran muy sensibles, por lo que alrededor de 230 a.C. Espurio Carvilio Ruga, un liberto que fue el primero en establecer una escuela de pago en Roma, modificó la letra C añadiéndole un palito para formar la letra G, que empleó para representar el sonido g, reservando a su vez la C para el sonido k, salvo ante u, donde se siguió usando la Q porque, como decimos, la pronuciación lo justificaba.
Como no es de extrañar, la gente es especialmente reacia a modificar la escritura de su propio nombre, por lo que los nombres como Caius se escribieron desde entonces tanto con C como con G, lo que a su vez hizo que la pronunciación original Gai-ius terminara alternando también con la que resulta de leer la grafía antigua con las normas nuevas: Kai-ius. La forma preferible es escribir y pronunciar Gaius. Parece ser que Julio César escribía su nombre indistintamente con C o con G.
La nueva letra G pasó a ocupar en el alfabeto el hueco que había dejado la Z. El hecho de que "se recordara" la posición que había ocupado la Z puede deberse a que los romanos usaran, como los griegos, las primeras letras del alfabeto para representar los números, con lo que siguieron usando la Z para representar el número 8 hasta que fue sustituida por la G, si bien al final pervivió el sistema de numeración romana que todos conocemos, en el que el 8 se representa por VIII. No obstante, la K no fue eliminada del alfabeto, sino que se mantuvo en unas pocas palabras fosilizadas, como kalendae (el primer día del mes).
En el siglo III a.C., tras la conquista de la Magna Grecia, los romanos empezaron a familiarizarse con la cultura y la lengua griega, y el latín empezó a incorporar cada vez más vocablos de dicha lengua. Esto planteó un problema, pues el griego tenía varios sonidos de los que el latín carecía, de modo que no podía establecerse una correspondencia natural entre el alfabeto griego y el alfabeto latino para realizar las transcripciones oportunas. La solución se adoptó a principios del siglo I a.C., y que, como parte de ella, la Z fue reincorporada al alfabeto, así como la letra griega ýpsilon (Y), que entonces los griegos llamaban hy, pero que los romanos pronto pasaron a llamar i graeca (i griega), y más tarde se extendió también en latín el nombre de ypsilon.
De este modo, quedó perfilado el alfabeto latino clásico de 23 letras:
A, B, C, D, E, F, G, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, X, Y, Z
ā, bē, cē, dē, ē, ef, gē, hā, ī, kā, el, em, en, ō, pē, qu, er, es, tē, ū, ex, ī graeca, zēta
El texto escrito más antiguo que se conserva es la llamada Fíbula de Preneste, un broche de orfebrería fina que data del siglo VII a.C. (es decir, de la época monárquica en que Roma estaba bajo la dominación etrusca) y que fue encontrado en Palestrina, una ciudad cercana a Roma que los romanos llamaban Praeneste.
Se han encontrado objetos similares tanto en Etruria como en el Lacio, datadas entre los siglos VIII y VI a.C., pero la particularidad de éste es que lleva grabada una inscripción. Está escrita de derecha a izquierda. (Se han encontrado inscripciones tanto latinas como griegas escritas de izquierda a derecha, de derecha a izquierda y también alternando de una línea a la siguiente, de modo que el texto forma una línea continua serpenteante. Este último tipo de escritura se conoce como bustrofedón en alusión a los surcos que deja el buey al arar) Con letras modernas dice:
MANIOS MED FHEFHAKED NVMASIOI
Las palabras no están separadas por espacios en blanco, sino por dos puntos. Significa: Manlio me hizo para Numerio. A un romano del siglo I a.C. le costaría entender la inscripción. De hecho, el propio Cicerón se declaraba incapaz de entender algunos textos latinos arcaicos. Esto es debido a que el latín arcaico evolucionó drásticamente durante varios siglos hasta dar lugar a lo que conocemos como latín clásico. Podemos considerar que el latín clásico es la lengua hablada por las clases cultas romanas desde aproximadamente el siglo II a.C. hasta aproximadamente el siglo II d.C.
Por ejemplo, el texto de la fíbula de Preneste escrito en latín clásico sería:
MANIVS ME FECIT NUMERIO
En castellano se podría interpretar como 'Manio me hizo para Numerio'.
un-us/-a/um, duo/duae/duo, tres/tria, quattuor, quinque, sex, septum, octo, novem, decem
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El falisco era la lengua de la familia itálica de los antiguos faliscos, un pueblo itálico que habitaba la Tuscia meridional.
Sólo una instancia de su propio endónimo se ha encontrado hasta la fecha: una inscripción de Falerii Novi de finales del siglo II D.C. se refiere a los "falesce quei en Cerdeña sunt", "los faliscos que están en Cerdeña", donde falesce es el caso nominativo plural.
Una inscripción etrusca los llama "feluskeś". El latín no puede ser muy diferente del nombre original. El sufijo -sc- es distintivo de los gentilicios itálicos.
Además de los restos encontrados en las tumbas, que pertenecen mayoritariamente al periodo de la dominación etrusca y dan amplias evidencias de prosperidad material y refinamiento, de los estratos más antiguos se han extraído restos más primitivos de la época itálica. Un gran número de inscripciones consistentes principalmente en nombres propios, que podrían ser considerados como etruscos más bien que como faliscos.
Para conocer más detalles se puede consultar el libro de Conway Italic Dialects, a partir de la página 370, especialmente las páginas 384-385, donde la relación de los nombres Falisci y Falerii con el héroe local Halaeso es discutida, y donde se dan razones para pensar que el cambio de la inicial f (desde la original bh o dh) a la inicial h fue un distintivo genuino del dialecto falisco.
Origen
Hacia la mitad del II milenio a.C., una tercera oleada de pueblos indoeuropeos migró hacia la península itálica, como la cultura de las terramaras y quizá a pueblos latino-faliscos que difunden el uso del hierro y la incineración de los muertos.
Los faliscos vivían en una fortaleza natural, rodeada de ciudades etruscas, especialmente Veii, al sur. Esta circunstancia sugiere que el este de Etruria fue originariamente tenida por los Latinos, quienes fueron desplazados o incorporados a la civilización etrusca, pero los faliscos fueron capaces de permanecer asentados en sus tierras altas. Por tanto, los faliscos prosperaron por estar en una encrucijada protegida.
Desarrollo
El falisco se puede dividir cronológicamente en los siguientes períodos: Arcaico 650-500 aC; falisco medio 500 aC-241 aC, que terminó cuando Roma destruyó la ciudad y los faliscos fueron reasentados en Falerii Novi, y un último periodo denominado Neo-falisco 241 A.C.- 100 A.C.
Los faliscos, a menudo aliados con los etruscos, se resistieron a Roma durante mucho tiempo. Aliados con la ciudad-estado de Veii, fueron derrotados en el 396 A.C. Como consecuencia, Falerii fue ocupada por los romanos victoriosos.
Cuando en el 358 A.C. Tarquinia se rebeló, los faliscos tomaron de nuevo las armas contra Roma, pero de nuevo fueron aplastados en el 351 A.C. Esta vez una alianza fue firmada entre los contendientes, y una guarnición romana se instaló en Falerii.
Los faliscos se aprovecharon de la Primera Guerra Púnica para declarar su independencia, pero su revuelta terminó en el 241 A.C, con la muerte de 15.000 faliscos y la destrucción de Falerii; los sobrevivientes fueron trasladados a una ciudad menos defendible, Falerii Novi.
Situación Actual
Parece probable que el idioma perdurase, aunque gradualmente asimilado por el latín, hasta por lo menos el año 150 A. C. Definitivamente absorbido tras la guerra social del 90 A.C.
Los faliscos (en latín falisci) fueron una antigua tribu italiana. Eran de origen sabino, pero hablaban una lengua itálica, el falisco, muy semejante al latín. Habitaban la ciudad de Faleria, además de una considerable extensión del campo circundante, probablemente hasta incluir la pequeña ciudad de Capena, al sur.
A pesar de la dominación etrusca, los faliscos conservaron muchos rasgos de su origen itálico, tales como la adoración de las divinidades Juno Quiritis y Feronia, el culto de Dis Soranus por los hirpios, o los sacerdotes saltadores del fuego en el monte Soracte, y, sobre todo, su lengua.
La principal ciudad falisca era Falerii Veteres (la actual Cività Castellana) a unos 40 km al norte de la ciudad.
Debe ser mencionado que había una ciudad en Cerdeña llamada Feronia, bautizada así probablemente por colonos faliscos en honor de su diosa nativa, de algunos de los cuales nos ha llegado una inscripción votiva encontrada en Santa Maria di Falleri.
Sin datos disponibles.
Hermanada con el latín, de quien en ocasiones se ha entendido como dialecto, forma el grupo latino-falisco de las lenguas itálicas indoeuropeas.
Algunas de las principales características fonéticas de la lengua falisca que se pueden observar en las inscripciones encontradas son:
El mantenimiento de la fricativa sonora f, que en latín se convierte en b.
La representación de una inicial protoindoeuropea gh por f (foied, en latín hodie).
La palatización de la consonante d + i consonántica en un sonido representado simplemente por i- (el sonido central de foied, desde fo-died).
La pérdida de la s final en todos los casos antes de ciertos sonidos (cra, en latín cras).
Otras características son:
El mantenimiento de la velares (falisco cuando, en latín quando; contrasta con el umbrio pan (n~u)).
La asimilación de algunas consonantes finales al sonido inicial de la palabra siguiente: "pretod de zenatuo, sententiad", "praetor de senatus sententia" (zenatuo por senatuos, un genitivo arcaico).
Como otras lenguas itálicas, dentro de la flexión nominal las lenguas itálicas conservan los tres géneros del indoeuropeo (masculino, femenino, neutro), aunque reducen el sistema de tres números a dos (singular, plural) tras la pérdida del dual.
Se conservan los casos nominativo, genitivo, acusativo, dativo, ablativo, locativo y vocativo, pero se pierde el instrumental. Dentro de la flexión verbal, se crean desinencias para indicar el pretérito imperfecto y el futuro.
Sin datos disponibles.
Texto de muestra
Como ejemplo de esta lengua podrían ser citadas las palabras escritas alrededor borde de una pintura en una pátera, la autenticidad de la cual está comprobada por el hecho de que fueron escritas antes de que fuese colocado el vidriado:
«foied vino pipafo, cra carefo» (en falisco)
«hodie vinum bibam, cras carebo» (en latín)
«hoy beberé vino, mañana no tendré nada» (en español)
La lengua falisca fue una de las lenguas que fueron por escrito en una variante del alfabeto etrusco.
Se ha conservado en 36 inscripciones breves, fechadas desde el siglo III al II a. C., que están escritas en un alfabeto derivado del etrusco, escrito de derecha a izquierda, muy similar al alfabeto latino. Su signo más característico es la 'F', que en este alfabeto tiene una forma típica, como una flecha en alto.
Hay unas 200 inscripciones, muy breves, que proceden de los siglos IV y III a. C.
, du, tris, , *cuicue, zex, *zepten, octu, *neuen,
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El idioma sículo es una lengua indoeuropea antigua del grupo itálico hablada antes de la romanización de Sicilia en la parte oriental de la isla.
El nombre de Sicilia procede del pueblo sículo, que habitó en esta isla durante la etapa pre-clásica, aunque hay autores antiguos que afirman que también ocuparon la Italia continental. Los griegos la llamaban Sikelia, debido a que la tribu nativa eran los sículos (Σικελοί /sikeloi/ en griego).
El primer estudioso en asignar el sículo a la misma familia que el latín fue Karl Julius Beloch al final del siglo XIX y su hipótesis fue posteriormente rechazada por, entre otros, Giacomo Devoto, quien consideró que la rama siciliana de la familia se instaló a partir de un protolatino más al sur, generando un continuo dialectal que más tarde fue interrumpido por la migración más reciente en la península itálica de los pueblos osco-umbros.
Origen
Los testimonios directos de sículo son pocos, pero permiten conjeturar una relación con las lenguas indoeuropeas itálicas. De hecho, hay indicios para incluirla en la migración que realizaron los pueblos latino-faliscos en el milenio II A.C. Tras la eventual migración posterior de los sabélicos u osco-umbros, los sículos quedarían aislados y su lengua y cultura llevarían una evolución completamente independiente del grupo latino-falisco.
Cabe, incluso, aventurar, una relación con los ausonios. Ausonio o ausón es el epónimo de Ausonia, que, según los antiguos, había sido uno de los primeros nombres de Italia. La tradición antigua se refiere ya a una vasta porción de Italia. Según Píndaro, Estrabón, Aristóteles, Antíoco de Siracusa y Helánico los ausonios (o ausones) habrían emigrado a Sicilia bajo el mando de Sícelo empujados por los yapigios, a la zona de Campania, donde efectivamente se localizaba al pueblo de los ausones.
Pasaron a Sicilia desde Italia y se establecieron en la parte central y septentrional de la isla, desplazando a los sicanos (sikanoí) hacia la parte meridional y occidental.
Los élimos (griego elymoi) vivían en la parte occidental de la isla. Los sículos dieron a Sicilia el nombre que se ha mantenido desde la antigüedad, pero se fusionaron rápidamente en la cultura de la Magna Grecia.
Introdujeron el uso del hierro en la Edad del Bronce en Sicilia y llevaron al caballo domesticado. Su llegada a la isla ha sido establecida, con cautela, alrededor del 1400 a. C.
La necrópolis sícula de Pantalica, cercana a Siracusa, es la mejor conocida Ha sido hallada en Noto; sus tumbas de la élite «a forno» (de «forma de horno») tienen forma de colmenas.
Tucídides y otros escritores clásicos eran entendidos en las tradiciones, según las cuales los sículos habían vivido una vez en Italia central, al este e incluso al norte de Roma (Comentarios de Servio a la Eneida VII.795; Dionisio de Halicarnaso i.9.22). De allí fueron desalojados por tribus de umbros y sabinos, y finalmente cruzaron a Sicilia. Su organización social parece haber sido tribal, su economía, agrícola. Según Diodoro Sículo (V.6.3-4), después de una serie de conflictos con los sicanos, el río Salso fue declarado frontera entre sus respectivos territorios.
Desarrollo
En la época de las colonizaciones, fue ocupada por fenicios (siglo IX a. C.). Palermo es un nombre de origen fenicio.
En el siglo siguiente, los griegos empezaron a colonizar Sicilia (Sikelia), estableciendo muchos asentamientos importantes. La colonia más importante fue Siracusa (733 a. C.); otras significativas fueron Akragas, Gela, Himera, Selinunte, Zancle y Catania (siglo VII a. C.).
Los nativos sicanos y sículos fueron absorbidos por la cultura helénica con relativa facilidad, y la zona formó parte de la Magna Graecia junto con el resto de la Italia meridional, que los griegos también colonizaron.
Situación Actual
Con la llegada de los colonos griegos y la creciente influencia de la civilización griega, los sículos se retiraron poco a poco al interior de Sicilia, y su cultura cada vez más helenizada perdió su distintivo carácter.
En la primera mitad del siglo V a. C. un jefe sículo, Ducetio, fue capaz de crear un organizado estado sículo en un territorio unitario, que incluía varias ciudades en el centro y al sur de la isla.
Tras unos cuantos años de independencia, su ejército fue derrotado por los griegos en 450 a. C.
Los sículos (latín: Siculi), (griego:Σικελοί sikeloí) era una de las tres principales tribus que habitaban Sicilia antes de la llegada de los colonizadores griegos, según la tradicional división étnica de Tucídides (vi:2). (Quien también dice que Italia fue denominada así por Ítalo, un rey de los sículos).
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En esta clasificación, nos hemos inclinado a suponer una migración conjunta con los pueblos latino-faliscos, en el milenio II A.C. divergiendo de aquellos a raíz de la migración de pueblos osco-umbros. Esto agrupa el lenguajo junto a los latino-faliscos si bien no hay pruebas filológicas que lo sustenten.
Ciertos estudiosos sostienen que la lengua siciliana, aunque claramente indoeuropea, pertenece a un tipo diferenciado, no atribuible al grupo de lenguas latino faliscas.
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Texto de muestra
Una inscripción sícula en bustrófedon con su trascripción, del siglo V A.C. Se trata del vaso de Centuripe.
'nunusten . tim . h . marustain amhemitomesti durom/na/neposduromhemitomestivelhomnedempo nitanto meredesvinobrtome'
La inscripción de Centuripe está formada por 99 caracteres escritos en un alfabeto procedente del etrusco y que se ha denominado alfabeto sículo.
Es posible, no obstante, suponer un alfabeto más directamente derivado del griego de manera directa a partir de la última fase de existencia del idioma, debido al enorme contacto cultural que recibieron de los siciliotas, poblaciones de origen dórico establecidas en toda la costa de Sicilia.
El grueso de la información sobre esta lengua procede de unas pocas fuentes, como son algunas palabras citadas en autores griegos o latinos y en algunas inscripciones, de las cuales la más importante es el vaso de Centuripe, vasija de arcilla del siglo V o IV a .C. encontrada en la localidad de ese nombre a 25 kilómetros al suroeste del Etna, en Sicilia.
Entre las inscripciones importantes están la "inscripción de Centuripe" que es la inscripción sícula más larga y que data del siglo V a. C. y fue encontrada en Centuripe. Esta inscripción está grabada sobre un askos (fragmento de vasija) que hoy se conserva en el museo arquelógico de Karlsruhe en Alemania, o de la famosa inscripción practicada sobre un bloque de arenisca en el lado este del vano de ingreso del portal meridional de la ciudad de Mendolito1 y dispuesto en dos líneas de derecha a izquierda. Este último epígrafe, que data de la segunda mitad del siglo VI a. C., es el único de carácter público conocido hasta ahora y su texto todavía genera controversias en su interpretación.
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