Tenemos un dinero inesperado
y queremos usarlo
para renovar
mobiliario
y no sabemos usarlo.
Nos decantamos por comprar algo
y según llegamos a casa
pensamos
que no lo necesitamos.
No pensamos que las compras
no se basan en la necesidad
salvo contadas ocasiones.
Nos decantamos por comprar algo
y nos plantea el problema
de qué hacer
con lo que sustituimos.
No pensamos que las compras
justifican la obsolescencia
que queremos creer programada.
Nos decantamos por comprar algo
y para poder usarlo
necesitamos comprar otro algo
que tampoco necesitábamos.
No pensamos que las compras
están organizadas como un dominó
y está cayendo la primera ficha.
Tenemos un dinero inesperado
que estamos seguros
de que
(por suerte y privilegios)
no nos va a hacer más felices.