Una tilde
buscaba la manera de posarse
en el silencio
y acentuarlo.
Quería hacer llorar
a dios
en agonía indeleble
ignorando su ausencia.
Poseyó en su intención
la dura semilla del odio
la dura acequia de la duda
donde florecer.
La tilde infinita
que no llegó jamás
a ser usada
murió en la tiniebla blanca
del olvido.