Escribo

Bajo una pared que se me cae encima
sobre un teclado que absorbe mi sangre
(al menos algo de mi sudor)
contra una pantalla que parece alejarse
dejando tras de mí millares de mosquitos
que invaden la casa.

No sé porqué los mosquitos
son tan importantes en mi vida
pero ahora mismo siento que son parte de ella
y sus detritos negros
dan color a la tinta electrónica de mis escritos
su muerte entre mis manos
tras un chasquido molesto
es un pequeño disturbio
en mi mañana soleada.

Escribo para recordar
que hoy es un día más
y no un día menos.

Hay que saber contar.
Es fundamental no perder nunca de vista
cual es el origen de coordenadas
en el que nuestro espacio-tiempo
llamado vida
ocurre.

Si nos equivocamos,
acabamos pensando que la vida es muerte
y que la muerte es vida
más allá de la vida.

Quizá esta es la razón por la que siento
muchas veces
que hay gente muerta que pasea
entre nosotros
con la cabeza erguida
como si estuviesen vivos, casi como si fuesen personas.

Quizá esta es la razón por la que a veces
no muchas
no sé lo que me pasa
y me abandono a la tristeza
dejando de disfrutar del hecho de estar vivo.

Porque eso es otro hecho.
Un hecho que se va haciendo.
Un hecho que nunca acaba de ser hecho.
El hecho más curioso de cuantos pueda acontecer.
El hecho soberano.
El hecho auténtico.
El hecho inagotable.
El hecho calavera.
El hecho del hecho hecho
y siempre por hacer.

Esto no es una broma