Conocí el haiku de la mano de un ensayo magistral de este escritor mexicano titulado «Tres momentos de la literatura japonesa», dentro del libro Las peras del olmo, un compendio de textos sobre literatura que hace décadas que leí y me abrió los ojos a distintas formas de concebir la escritura.
En Las peras del olmo, Octavio Paz ha reunido algunos de sus textos críticos más reveladores. La primera parte del libro, dedicada a la poesía mexicana, contiene un valiosísimo estudio acerca de la obra de Sor Juana Inés de la Cruz y brillantes aproximaciones a la figura de José Juan Tablada y a Muerte sin fin, de José Gorostiza, entre otros textos. En la segunda parte del volumen, que agrupa ensayos de variada temática, figura un extenso estudio acerca de la literatura japonesa, que se cuenta entre las primeras muestras importantes de la aproximación de Paz al mundo oriental, y una conferencia sobre surrealismo que da fe de la «invitación a la aventura interior» que preside la zona más genuina de la poesía de nuestro tiempo.
Próximamente, dentro del temático de Poesía Clásica Japonesa que estoy realizando en los Talleres de Poesía de Clave 53, leeré algunos de sus intentos de haiku (que no me parecen especialmente interesantes como haiku) que he rescatado de una de las antologías que tengo suyas. He de decir que, poéticamente, Octavio Paz me aburre bastante.
Basho An
El mundo cabe
en diecisiete sílabas:
tú en esta choza.
Troncos y paja:
por las rendijas entran
Budas e insectos.
Hecho de aire
entre pinos y rocas
brota el poema.
Entretejidas
vocales, consonantes:
casa del mundo.
Huesos de siglos,
penas ya peñas, montes:
aquí no pesan.
Esto que digo
son apenas tres líneas:
choza de sílabas.
Por supuesto, ha apostado por la métrica castellana para escribirlos, sin que eso sea algo que yo considere ni necesario ni innecesario. Una restricción más nunca viene mal, diría oulipianamente, pero ¿por qué no otras?