Cuando alguien habla de renombrar algo y se arma la marimorena, me alegra mucho pensar que la palabra tiene tanta fuerza como para provocar huracanes.
Es que me dedico a lo de la palabra y cada cual arrima el ascua a su sardina.
Ahora, después de escribir esto, tengo ganas de unas sardinas al espeto.
¿Por qué habré empezado esta tonta disertación sobre el poder de la palabra?
Te doy mi palabra: no tengo ni la remota idea.
Conclusión:
Idea es una isla y remota significa desierta.