Casi ni lo recuerdo y, sin embargo,
no lo puedo olvidar.
En la penumbra del Botas
camuflado de baile
vestido de luciérnaga borracha
tu lengua
salivaba.
Un abrazo de vértices violentos
clavados en mi pecho,
y nuestros labios, antes que la palabra,
diciéndose tequiero.