tenía anillos dorados.
él la miraba intimidándola y la tensión
se podía cortar
entre los dos.
la mujer frente a ellos
respiraba
muy fuerte.
tenía pendientes dorados de aros enormes,
él un pendiente pequeño en su oreja
izquierda.
su gesto rudo no se escondía en la falsa sonrisa
y ella sabía que él quería matarla.
la mujer frente a ellos
miraba hacia mí.
yo veía en su rostro duro las huellas de la carcel.
tenía el pelo teñido de un rubio dorado,
él, pelo corto, casi a cepillo
y los dientes muy sucios.
quería escaparse por la ventana pero no era posible
y hablaba.
no paraba de hablar y yo no podía oírlo.
la mujer frente a ellos
no podía escapar.
– no quiero saber nada de ti.
a él no podía oírle.
– no creo ya en tus negocios
un teléfono móvil sonó en el fondo
y ella intentó levantarse.
él intentó besarla.
sus uñas marcaron una distancia prudencial
y la mujer de enfrente
se tragó un grito.
pasó un brazo detrás de ella
y ella no aguantó más.
se escabulló de su lado al pasillo
y olí su perfume
de aroma dorado
su olor a sudor siguiéndola
y la expresión de alivio
de la mujer que había estado
frente a ellos.
no pasó nada más
que yo sepa
cuando bajaron del autobús.