Salgo del metro ayer y veo que sobre el cielo está impresa la imagen de estos dos árboles de distintos colores, cuadro impresionista que la naturaleza (que también existe en la ciudad) me ha regalado.
Solo hay que caminar con la mirada abierta, con un poquito de calma en el cerebro, con una cámara de fotos para capturar el alma del momento (en este caso la de mi móvil de hace cuatro años, que es el que más me ha gustado de cuantos he tenido) y dispuesto a detener el tiempo, un instante, de ahí que se llame instantánea a la fotografía.