No tengo tiempo. Se está yendo por la ventana al planeta lejano de las angustias. Llega el momento de afrontar la soledad con aleluyas y empréstitos. Una paloma torda caga en mi cabeza inmaculada que recibe de dios la bendición amarilla.
Mª Luisa muere en el horizonte por donde un sol lechoso tiende a cubrir el ganado perdido. Las antenas oprobio de se cubren también. La roca roca aúlla en mitad de la t. Un andamio miente miserias.
¿No ves que estoy jugando a buscar palabras? Mª Luisa no me entiende: no me tiende. Mª Luisa apenas sale a la terraza en la que podrían vivir 16 familias de inmigrantes marroquíes. Terraza de lujo y luz donde unas prendas, ayer, combatían feroces como hermanos. Hoy no hay viento, no hay ánimo en los pechos, forzados, de tela tergal. Un cuenco de espera lucha por la no caducidad de la existencia. Vano intento. Estas palabras que encuentro a mi paso también tienen su instante y se suicidan contra un acantilado blanco.
La terraza sigue esperando un poco de semen derramado.