Se acaban los días pares como se acaba todo. Se acaba mi paciencia, mi poder esperar que pase algo que no pasa y no hablo de sexo esta vez sino de tristeza agotadora de cada mañana ante la ventana con mi cerebro vacío, con mi mente en blanco pero ya no por relax sino por ausencias. Blanca como mis pastillas vasodilatadoras antiespasmódicas que evitan que eche saliva por la boca como un perro con hidrofobia.
2 gorriones cruzan mi vista como una película muda y un despertador hace las veces de pianista en el foso. ¿Cuántas veces ha de sonar antes de que yo recuerde un sueño?
Me puedo mentir y decirme que no está bien forzar y que hay que dejarse escribir y que me falta psicoanálisis y que si follara con una negra puta tendría más emociones pero es de Mª Luisa de quien debería estar hablando/escribiendo y no de mí, de mí, de mí…
Mª Luisa ayer comió judías pintas y le han sentado mal. Bueno, no del todo mal, porque ya que estoy mintiendo quiero que sea una ficción verosímil.
Simplemente, le han provocado una flatulencia atroz, unos gases que le atrapan el estómago como pompas de jabón a punto de estallar en un planeta sin atmósfera.