El otro día entré en pánico:
Mi pie se descompuso.
Fue el viernes
día
27
de abril.
Y eso que el 27 es 3^3
o tres al cubo
y el número de letras del alfabeto.
(Uno de mis números preferidos)
Pero mi pie no podía apoyarse en el suelo
mi pie derecho
así que tenía que levantarme pisando con el pie izquierdo
y la mala suerte hizo sucumbir mi portátil
en una actualización inacabada
que dejó el ubuntu 12.04
a medio camino entre un sistema usable
y un sistema desagradable.
¿Quién me manda actualizar tan rápido
sabiendo que hay que ser
en esto
conservador?
Cansado de Unity
decidí que era un buen momento
para
(ya que tenía que estar en reposo
durante todo el puente del primero de mayo)
instalar Linux Mint.
¿Qué tenía que hacer para ello?
1.- Convertir una partición de primaria a extendida
aunque luego vi que no era necesario, que ya estaba hecho.
2.- Instalar Mint en el espacio disponible que siempre tengo
en mis discos duros, en mi casa, en mis armarios, en mi corazón…
3.- Copiar /home/giusseppe de la partición con ubuntu (12.04)
al nuevo sistema instalado.
4.- Verificar que los discos de NTFS eran, de nuevo, accesibles
y de paso instalar GParted para dominar el mundo
de mi disco duro
5.- Instalar y configurar los programas que utilizo que vienen a ser
Thunderbird, Firefox, Midori
OpenJDK, FreeMind (para mis lenguas…)
VirtualBox, Skype, Spotify, Shotwell, VLC
DropBox, UbuntuOne (para Mint, que también hay)
GrubConfigurator
Filezilla, JDownloader (quizá Tucan)
y las fonts y los codecs que puedan no venir con el sistema.
K3B, Audacity, Wammu, z7, Samba, UnetBoot, Multisystem, PDF-Reader…
6.- Verificar el correcto funcionamiento de las conexiones
HDMI, Audio interno, y otras pantallas.
7.- Ejecutar el script para llevar a cabo las sincronizaciones programadas
que programé.
8.- Cuando todo estuviera acabado
en el ubuntu 12.04, librarme del maldito Unity
instalando un entorno más simpático
como KDE o Enlightment.
Pero todo quedó en nada
porque conseguí arreglar la decadente actualización al 12.04
y no me apetecía perder mi tiempo
siguiendo un número considerable de pasos
que me dejarían
más o menos
igual que ahora
pero más verde, más mint…
No lo lamento
y lo único que queda
de ese momento de pánico
es algo de temor a hacerme
más daño en el pie
o más daño en otras partes de mi cuerpo
y acabar sintiendo
lástima de mí mismo
sabiendo
que no tengo en mi cuerpo
espacio reservado
para poder instalar otro sistema operativo
instalar unos cuantos programas
rearrancar
y comenzar a vivir otra vez.
Por eso, por eso…
la vida es tan valiosa
tan insustituible
tan preciosa
como no lo será nunca ningún diamante
que son duros y para siempre
y fríos
y transparentes
cristalinas estructuras de carbono presurizado.
Por eso, por eso
hay que vivirla intensamente,
porque las actualizaciones
no nos llegan de fuera
de un repositorio estable
sino de nuestras propias entrañas
a las que quiero adjetivar y no sé cómo.
Por eso, por eso
las conexiones que establece este sistema
efímero y frágil
deben ser tan cuidadas
como bonsais en el desierto
y las interfaces de usuario están abiertas
o muertas.
Por eso, por eso…
por eso…
por eso.
El pánico es mortal.
(=vital)