La ineficacia adelgaza

Ayer me decidí a escribir este lema en FaceBook para observar un rato la reacción de los lectores. Es curioso, todo el mundo parece tenerse por eficaz.

El caso es que, claro, yo, que soy parte de ese mundo, también me creo muy eficaz. De ahí que sostenga que estoy engordando debido a mi alta capacidad organizativa que me permite trabajar con el mínimo esfuerzo. ¡Qué morro! y todo por no hacer deporte…

Se me da bien pensar antes de actuar hasta el punto de trazar mentalmente el recorrido óptimo en distintas circunstancias, como para recoger un calcetín del suelo con un solo paso desde la cama o para cruzar la calle no ya en diagonal, que sería rápido, sino en una curva más sofisticada que minimice, al tiempo, el riesgo de ser atropellado, dependiente, no obstante, de la densidad y cantidad de tráfico en sentido perpendicular al cruce.

Por no hablar de la habilidad de escoger tareas pendientes que tengan en común un punto del recorrido que realizar una única vez para no desperdiciar viajes, caminadas, ni siquiera idas y venidas a casa… así que no tengo que hacer muchos esfuerzos para comprar un libro, ir a la compra, enviar una carta, dar de alta una cuenta bancaria y, de paso, saludar a alguna amiga.

Pero es una habilidad que, de un tiempo a esta parte, estoy empezando a ver como inútil, es más, como contraproducente, pues me obliga a pensar, a posteriori, en la realización de algún ejercicio complementario fruto de no haber realizado el más mínimo esfuerzo (bueno, el mínimo sí). Así, tengo que pensar en un ejercicio físico como ir a un gimnasio o una piscina o, incluso, salir a caminar ex-profeso, porque en mi día a día soy perfectamente capaz de reducir mis caminadas al mínimo (y menos mal que carezco de medio de transporte individual más o menos motorizado).

Así que he decidido comenzar a ser parcialmente ineficaz. Ayer fui a por una medicina para una amiga y, después, volví a casa, para enviarla en un sobre que no había cogido y llevado conmigo, así que tuve la oportunidad de subir las escaleras (ahorrar en ascensor, luz y carencia de ejercicio físico). Luego rellené la carta y fui a enviarla, junto con un DVD y, aproveché para ir a la frutería. Podía haber vuelto a casa entre ambas actividades, pero la ineficacia es una gran consumidora de tiempo y no me dejaría hacer nada más… aunque… eso ya lo sabíamos.

Me cuesta tanto ser ineficaz, tengo tan interiorizado el actuar pre-pensando, que opero maquinalmente, casi como un algoritmo optimizador… tan poco humanamente… o no?

Y todo el tiempo recuerdo las imágenes de la maravillosa y sorprendente e-Wally, en la que los ciudadanos van de acá para allá en un cochecito que tiene todo lo que necesitan al alcance, literal, de su mano, con lo que engordan, engordan, engordan…

Y poco a poco me he ido convirtiendo en uno de ellos.

Voy a probar a subvertir el proceso. Al menos en verano, al menos en la época en la que caminar se hace más difícil por causas ajenas a mi voluntad… (por decirlo así).

Voy a echar al correo una carta que podrían venir a recoger con una llamada. De paso, es posible que me dé un paseo hasta el parque de El Retiro.

Y mañana… ya veremos.

Esto no es una broma