Como a mí
mi muchacha acudió
una nocturna hora
a buscar un abrazo
con sus manos puras.
Yo no fui capaz,
no,
al vislumbrarla
tal como supuso un amigo
y fui inocuo (una ocasión más)
con su amor
como un rayo blanco
como una alondra roja o rosa
como su fin
y así,
raudo,
acabó conmigo…
sí, fundidos hasta hoy.