Hoy toca hablar de fanatismo religioso (islámico).
me olvidaré de los muertos que provoca el hambre (evitable)
me olvidaré de los muertos que provoca la desigualdad (evitable)
me olvidaré de los muertos que provoca la guerra (evitable)
me olvidaré de los muertos que provoca el odio (evitable)
me olvidaré de las muertas que provoca el machismo (evitable)
Hoy toca hablar de fanatismo religioso (islámico).
De cómo los yihadistas no tienen conciencia (la nuestra) ni moral (la nuestra) ni principios (los nuestros). No estoy hablando de relativismo moral… y sí; también. Porque uno de los principios que defendemos es cierta discusión posible sobre lo ético, sobre si el aborto es o no es un asesinato, sobre si la religión o un idioma ha de ser impuesto a otros o no, sobre si una nación tiene o no derechos a decidir su autodeterminación a una independencia… sobre lo que sea, en resumidas cuentas.
Lo que se ha hecho en este atentado (como en cada atentado) es atentar contra estos principios heredados de la Ilustración, del triunfo de la razón sobre la pasión descontrolada, del triunfo de unos ideales, unos principios que me encantan y me guían, considerándolos un gran avance en la evolución de la humanidad en su conjunto. Pero no me olvido nunca que son unos principios con voluntad de ser globales caiga quien caiga. Tal como lo vienen siendo los principios de los yihadistas.
¿Se trata de defender «lo indefendible»? ¿defender o no condenar la barbarie de cometer un asesinato contra unos dibujantes?
No, no se trata de eso. Pero sí de recordar, incluso en estos momentos de ira social, que el yihadismo fue y está siendo usado por nuestros bienintencionado mundo occidental para seguir manteniendo precios de la energía bajos.
Si nos remitimos a cómo fueron usados para acabar con, la entonces bestia parda, URSS, armando a los talibanes contra la invasión soviética, o si nos remitimos a la más reciente lucha Iraq-Irán y el apoyo de USA a Sadam, que luego derivaría en un empoderamiento de ese maléfico dictador (bastante laico, por cierto) que acabó por ser objeto de una invasión internacional injustificada, salvo por la presencia de unas presuntas armas que nunca fueron encontradas… armas que, no obstante, algunos países sí tienen y contra los que nadie se atreve a decir ni mú; si nos remitimos al apoyo del régimen Saudí, uno de los más fanático de los regímenes islamistas, de donde salió, derivado, el innombrable Osama y su 11-S/M…
Pero la historia es otra historia. Ahora no importa si EEUU está suministrando armamento al ISIS (terrible lo de esta región)… o si surge como consecuencia de una injustificada inferencia en Irak.
La historia es otra historia.
Hoy, de lo que se trata es de histeria.
Y sí, me produce histeria pensar en que se mata en nombre de un dios. Claro que lo produce. Y asco, y vergüenza. Odio la violencia de todo tipo. La de odio también. Especialmente la de odio. La que agrupa a un colectivo en objetivo.
Mientras la gente, arrastrada por esta histeria colectiva, tan solo se limite a odiar verbalmente… pero en algún momento hará algo más… ¿violento? y lo llamaremos venganza justificada o inevitable respuesta. Pero lo que han hecho «ellos» no es justificable ni una inevitable respuesta a su historia/histeria. Está claro que «ellos» son malos y punto pelota.
Pues yo es que no, que no puedo con esta simpleza, mal que lo intento…
No son malos, intrínsecamente, en esencia… sino por sus actos que condenamos en un contexto sociocultural que condena el asesinato. Por eso me gusta vivir en este contexto, pero es un contexto local, que no se nos olvide… no es global.
La imposición de los Derechos Humanos fue el fruto «positivo» de una guerra global de imperios globales y sus colonias, y por un tiempo, parecería haber sido una piedra angular en la construcción de un futuro de paz. Pero la verdad es que nunca lo fue.
Esos Derechos Humanos (gran paso para la humanidad), vienen hermanados de unas Naciones Unidas que lo están en virtud de un grado de sumisión a unas triunfadoras de aquella masacre de mitad del siglo XX. Aquellas que tienen derechos especiales y que las ponen por encima de las demás, erigiéndolas en garantes de los derechos que se ajustan a sus principios… que, por azar y ahora por deseo, son los míos, los de un europeo de a pie del siglo XXI. Pero, no lo olvidemos, no fueron y no supimos hacer que fuesen los de la humanidad.
Impongamos los Derechos Humanos y hagámoslos cumplir con toda la fuerza necesaria. Pero no nos olvidemos que los imponemos con la fuerza.
A mí (europeo, siglo XXI) me vale. A otros no les valdrá. Esta es la guerra.
Pero cuidado, mucho cuidado: si la guerra nos hace perder los Derechos Humanos (vease, entre otras cosas, Guantánamo) habremos perdido la guerra.
Por ejemplo, si por mí fuera, prohibiría las religiones (todas) en público. Pero quizá fuese excesivo, ¿verdad?