Desde hace un año, cada semana durante el otoño y especialmente en invierno, hago un caldo de huesos con alguna verdura.
Es una base estupenda que se prepara el lunes por la mañana (se lleva toda la mañana porque soy bien tradicional cocinando) y dura por lo menos 4 días.
Es ideal para las cenas, pues llegamos de nuestros atípicos trabajos a horas tardías a las que ingerir muchos sólidos hace que las digestiones sean terribles y los sueños difíciles.
Para realizarlo, pongo en una olla (no exprés, por supuesto) unos cuantos litros de agua fría. Del orden de 3 o 4. Añado huesos de jamón y tuétano, si tengo, además de uno muy especial que da al caldo una suavidad y consistencia muy especial procedente de la columna vertebral del cerdo y que suelen llamar espinazo.
Para que absorba parte de las grasas que estos huesos van a soltar, en la misma olla pongo un puerro o/y una cebolla entera y algunas zanahorias. Este material vegetal lo uso alguna vez, sobre todo para hacer una fideua, pero otras veces lo dejo para usar en una sopa con verduras.
Si tengo, también añado unas ramitas de apio y, en ocasiones, hasta he puesto un poco de acelga. Hoy he añadido un par de hojitas de laurel y ya está listo. Ahora solo es cuestión de paciencia: durante 3 o 4 horas ha de estar hirviendo y extrayendo los nutrientes y las sales de esos huesecillos hasta dejar un caldo de carne bastante rico y que, como digo, suele hacer las delicias de nuestras cenas con unas sopas fáciles de preparar y caseras como pocas.
Para comer, sin embargo, para hoy tenemos un arroz con pollo al curri que aún no sé cómo voy a preparar… pero seguro que saldrá rico.