Deslizaba pantallas en su dispositivo electrónico con habilidad geísica usando sus manos de araña acorazada.
Todo en ella era sucedáneo exagerado, bien calculado para resultar elegante e informal, de juvenil sofisticación:
Uñas de una pulgada de rosa palo.
Extensiones rubias para su melena castaña lisa.
Pestañas postizas acompañadas de perfiles oscuros delimitando nefertítica las lineas de sus ojos.
Maquillaje presuntamente imperceptible.
Nariz de sospechosa rectitud.
Labios de una tridimensionalidad estipulada.
Piel de blanco satén, como noches sin fin.
Me dio por imaginar que estaba cerca de una nexus 6.
Sus pupilas marrones sin lentillas me miraron una única vez
antes de irse.