Llegó esta mañana
misteriosa
ella sola sobre el suelo del ascensor
y encerraba una caja metálica
de color rosa
donde encerrar mi corazón.
Tan sólo he metido
intrascendente
un segundo disco duro
de dos pulgadas y media de anchura
que se puede conectar
por uesebe.
Y murió
masacrado
el misterio.