Los cuervos besan mi boca

entre tu ausencia y el grito de mi pecho
se abre la dureza que oprime el esternón,
cráter en la boca donde
nosotros
jugamos a besarnos negros sin alma.
es lo que sabía… y sabía demasiado
por eso no puedo librarme
de mi grito,
no puedo librarme
de tu soledad.
nos abatimos por la noche negra como una cebolla
y un huevo de avestruz
o codorniz
da a luz
una zeta.

sé tanto que no puedo olvidarte,
pero los cuervos, aún, siguen rumiando mi dentadura.

Esto no es una broma