O la ahora mismo denominada PAU (Prueba de Acceso a la Universidad) o más recientemente, justo desde el curso 2016-17, renombrada como EvAU (Evaluación de Acceso a la Universidad), como si la palabra Prueba no fuese lo suficientemente didáctica.
Me encuentro en Milanuncios los siguientes (había más) de gente que, descaradamente, se atrevían a solicitar la realización de un fraude abiertamente, online, a la vista de todo el mundo y dejando constancia explícita de ello.
Está claro que los fraudes no pagan factura y que estas personas deberían ser inmediatamente incapacitadas para, no ya acceder a la universidad, sino para cualquier cosa relacionada con el aprendizaje, pues este no conoce trampas.
Que el método de exámenes pueda (y deba) ser puesto en cuestión no es lo relevante en este caso, sino la impunidad que saben que tienen los estafadores en esta sociedad preocupada por llegar (aunque no se sepa a dónde) sin importar el método.
Ya me encontré algo similar en alguien que tuvo la desfachatez de solicitar mis servicios para hacerle trabajos de Química Cuántica, y sé que es una práctica más habitual de lo que suponemos, pero no por ello me parece menos condenable, repugnante, contraria al sentido que siempre ha tenido para mí el estudio, la formación, incluso, el logro o consecución de un título.