Granero viejo

Otto vivía en una granja de madera, barro cerdos y vacas.
Mi novia, mi amiga y mi hermana viajaban conmigo. Yo iba en un tren largo, muy largo, camino de Alaska y busqué un servicio, cuando Eli volvía del baño.
Encontré uno rojo y grande, muy grande, aterciopelado trapezoidal. Pulcro y sin taza.
El tren caminaba despacio por entre tierras de granjeros y me detuve a ver las granjas. Bajé a verlas. Anduve un rato y me despisté. Luego, perdí el tren en mis narices mientras corría para intentar cogerlo. Demasiado tarde.
Asumí la pérdida y encontré a Otto que, al principio, no me miraba pero luego se acercó y me preguntó. Hablamos y le conté mi problema.
Hasta el día siguiente no pasaba otro tren hacia Alaska.
Mi preocupación principal era avisar pero aún, no entiendo porqué, no sabía el destino. No sabía cómo avisarlas para tranquilizarlas.
Comenzó a llegar gente del pueblo a la granja y me miraban y hablaban conmigo. Había una chica simpática a quien yo le gustaba y su novio se acercó y me dejó claro que era su novio, pero ella le rogó que no fuese descortés. Todos hablaban un perfecto español aunque, en un momento dado, yo quise hablar inglés y me dijeron que no era necesario. Comencé a agobiarme por no tener un lugar dónde dormir.
Pasaban muchos trenes en el cruce con otras direcciones y otros colores y Otto me explicaba sus destinos. Me invitaron a cenar y dormir con ellos porque estaba anocheciendo y el barro se enfriaba. Doy fe.
Era Thanksgiving day. Se hacían regalos. Yo no tenía nada que darles, pero me gustaba la idea de quedarme allí. Ellos no tenían teléfono.
También conocí entonces a una mujer mayor que hablaba judío, Judit, porque está aprendiendo la lengua de sus antepasados como un hobby.
Cuando íbamos a entrar, llegó un encargado de los ferrocarriles gritando mi nombre y mi descripción. Les hice señas para que parasen y se bajaron del coche. Blanco, se abría hacia delante. Con cara de pocos amigos.
Dirigiéndome a uno, le dije: “Entiendo que no puedo irme (no quería, quería quedarme aquella noche en la granja de Otto) pero mañana cogeré el tren. Sólo quiero decir dos cosas, bueno, tres: Primero, pediros disculpas. (Esto les alegró mucho y les puso a mi favor). Segundo, que me digáis dónde contactar con mi novia y familia.” Me lo dijeron. Les pedí su teléfono para efectuar la llamada. Ya estaba arreglado. “Por último, ¿cuál es la estación más próxima para mañana ir para allá?”.
Ya se había terminado todo y le di las gracias a Otto y su gente cordial.
Cené con ellos y dormí en un pajar y le pedí la dirección para enviarle, cuando volviese a casa, uno de mis libros como recuerdo y lazo de amistad.
Me desperté.

M-20000201.

Esto no es una broma