El autostop es una práctica muy habitual para aquellos que inician sus estudios universitarios y desean ahorrar un poco de dinero para gastos también habituales.
Después de sus clases de derecho, María emprendió, como cada día, camino a la carretera donde era usual que parase pronto algún conductor porque era una chica menuda y sonriente con una angelical carita blanca como una nube de algodones rosas.
Una vez en el arcén, depositó en el suelo la pesada mochila cargada de libros vacíos de justicia para estirar el brazo. El sol estaba en su apogeo y era algo valiosísimo para cualquier autostopista que no quiera ser atropellado, sin embargo, hacía un frío mortal, gélido, casi polar. Especialmente cada vez que un camión casi la arrollaba y dejaba una estela de viento que cortaba las venas.
Después de diez minutos se detuvo un volkswagen rojo con un chaval joven conduciéndolo. María pensó, como de costumbre, que podía ser interesante esa forma de conocerse y luego en el pueblo irse a tomar algo juntos, charlar, beber, quizás, incluso, irse a comer y descubrir que él era el hombre de sus sueños, el príncipe azul montado en su volkswagen rojo.
Lástima, él iba hacia Pozuelo y se había perdido. Ella ha sabido indicarle y, además, se ha quedado en el maldito arcén esperando la llegada de otra oportunidad.
Otros diez minutos, más o menos, y ha parado otro coche. Esta vez no le ha dado tiempo a ver quién conducía pero después de veinte minutos aterida de frío no hay ganas de ponerse melindrosa.
Es un dos caballos azul, pero con ese azul de los coches de más de 10 años, sin brillo ni vida. Salió corriendo para hacerle esperar el mínimo tiempo posible y llegó a la altura de la ventanilla, una de esas ventanitas extrañas de los dos caballos, casi peligrosas.
¿Vas a Colmenar?
Claro. Sube.
Por dentro parecía más limpio que por fuera y el hombre que lo conducía le resultaba muy familiar. Por otro lado, Colmenar es un pueblo pequeño y todo el mundo tiene un aire conocido.
¿No me conoces?. – dijo él tras un largo y casi tenso momento de silencio.
Pues… – casi estaba a punto de decirle que era su profesor de historia en el instituto, pero no podía ser, estaba muerto. ¿O no?
Soy Camino. Tu profesor de historia.
María se sobresaltó sin saber porqué y no pudo evitar preguntar si no había desaparecido muy repentinamente del instituto como para ahora dar señales de vida.
No. No desaparecí. Sólo me transformé y la gente decidió dejar de verme. Yo era el que estaba siempre cuidando de ellos en otros tiempos y ahora ya deciden que sobro en sus vidas. La verdad, no lo entiendo.
Tampoco estaba tan cambiado como para decir que se había transformado. María empezó a pensar que esa conversación era un poco extraña y se sintió algo incómoda, pero es normal cuando haces autostop. Es un rato misterioso en el que nunca encuentras lo que esperas y siempre esperas un rato, a veces silenciosamente, hasta que llegas al final del camino.
A lo mejor, se estaba refiriendo a su cambio político, pensó, a esa maniobra que había realizado hacía casi cuatro años, justo uno antes de desaparecer, cuando dejó el partido comunista al que había estado siempre aferrado como a un clavo para irse al regionalista independiente.
¿Sigues viviendo al final de la calle del colegio San Andrés?
La sacó de sus pensamientos con una pregunta que mostraba que él sabía mucho más de ella que ella de él. Claro, que es una pregunta de lo más normal si se tomaba en cuenta que la estaba llevando a casa gratis. Casi se podría decir que amable.
Decidió contraatacar con algo inquisitivo para descubrirle un poco.
¿Dónde fue cuando dejó el instituto?
Entré en la empresa que ahora me ocupa. Vivo allí todo el tiempo menos cuando tengo que salir para hacer algún trabajo a domicilio o en carretera. La verdad es que la gente no entiende mi trabajo pero es creativo. No siempre lo hago de la misma manera, además, también tiene que ver con la historia. Si no fuese por mi empresa, no habría paso real del tiempo y nos estancaríamos en la eternidad.
Ya.
La pobre María tenía la impresión de que no había mejorado nada su estado de desconocimiento. ¿Empresa? ¿paso real del tiempo?, ¿eternidad?… ¿de qué está hablando el tipo ese?.
A estas alturas de viaje, cree que lo mejor es llegar al final y salir del coche cuanto antes así que le dice que le deje en otra calle, dónde sea, que ahora no va a su casa y que se lo agradece igual pero que… bueno, claro, sin nunca herir su sensibilidad, si es que tiene.
El camino se fue haciendo lento y pesado como una losa, no avanzaban, parecía que nunca iban a llegar. Un camión delante de ellos, además, pisó el freno bruscamente pero el Camino dirigía su coche incluso sin mirar, mientras le preguntaba algo sobre su carrera de derecho que ella respondió sin el más mínimo interés en mantener la conversación.
A la entrada, él le dijo que entrarían por la siguiente entrada. Ella no se opuso aunque no le venía mejor. Pero el caso era llegar a Colmenar y acabar con todo aquello.
No te inquietes. – Dijo él como leyéndole el pensamiento. – Ya llegamos.
No, si estoy bien. – Acertó a responder María sin pensar.
De repente se metieron en una calle que ella no conocía y le miró por el rabillo del ojo esperando una respuesta o algún gesto que mostrase la elección de aquella ruta. ¿Qué pintaban cerca del polígono industrial?. El coche estaba yendo cada vez más rápido, veloz. Tuvo miedo. No pensaba en que se podía estrellar sino en porqué estaba pasando todo aquello. No tenía ninguna explicación.
Sí, pronto vas a tener la explicación. – De nuevo le sorprendió ese diálogo entre su mente y sus palabras.
¿Qué?
Ya hemos llegado.
Pero…
Estaban en la puerta trasera del matadero de cerdos. Justo donde vio por última vez a Camino cuando salió del pueblo. ¿O no lo había dejado nunca? ¿Qué hacían allí? ¿Qué broma era esa?
Bueno…, gracias, ¿me dejas bajar?.
¿Todavía no lo entiendes o no lo quieres creer?. Quiero decir que ya has llegado al final de tu camino. Ahora tienes que venir conmigo. No tengas miedo.
Pero… – Dijo mientras le seguía por el pasillo lleno de sangre del matadero.
Tenemos un trabajo para ti. Te va a gustar. Ya verás cómo le ves relación con el derecho civil…
¿Cuáles son las condiciones? ¿En qué consiste?
Poco a poco se fue acercando un chorro de luz morada sobre ellos que los sepultó suavemente en un sótano lleno de bolsas de plástico con cerdos muertos.
M-19991122.