Benidorm

El hijo de dios se hizo carne y materializó en la forma de una cabra montesa, pero con tan mala fortuna que el carro que la llevaba al matadero, de donde habría salido con un claro augurio de futuro, volcó. Este hecho, determinante sin duda para una cabra pero en absoluto algo importante en la vida de un descendiente de dios que se anda haciendo carne cuando le sale de las narices, provocó que la forma de cabra fuese a parar a los aledaños de un bingo en el centro mismo de Benidorm.
Fue allí mismo donde unos jóvenes californianos (o de por ahí puesto que, de hecho, resultaron ser de Utah) con camisas blancas impecables, por no decir impolutas, puesto que sí que habían sido polucionadas, tanto es así que de uno de ellos se llegó a decir que se masturbaba con tantísima frecuencia que no había forma de que consiguiese una erección, estos jóvenes, repito, encontraron al animal en la misma puerta del local, lo lavaron con agua de colonia, lo adoraron y lo metieron como su compañero en el antro de perdición que habían ido a exortizar.
Por si es un dato de interés, nadie les había pedido semejante cosa en esa gomorra feliz de playa sosa, pero allí estaban porque habían llegado y no creían posible irse sin el castigo ejemplar de los infieles.
Dentro del presunto antro, tan sólo seis ancianos levantaron la cabeza al ver al trío acercarse al mostrador donde un sujeto, que puede que luego pase a ser predicado o, incluso, predicador, volteaba un bombo que cagaba bolitas de marfil con incrustaciones de nácar negro. Anunció el tres y la trinidad se acercó con sus zapatitos resplandecientes golpeando el entarimado del pasillo que separaba las dos filas de mesas que ocupaban otras tantas filas de ancianos. Levantó la mirada y sonrió como quien está viendo un niño hacer una travesura y les preguntó qué habían ido a hacer allí, justo en el momento en el que a dios se le ocurrió gritar a su hijo que las salchichas ya estaban preparadas en la cocina y que si llegaba tarde iba a haber bronca y, claro, como que dios tiene la voz tan ronca, impresionó a algunos de los abuelitos que aún tenían algo de oído, pero dejó indiferentes tanto al predicador de la religión que se estaba a punto de inventar como a los dos pánfilos recién salidos del colegio que soltaron la cabra que, repentinamente, se había puesto algo nerviosa. Puede que sea verdad que si a una cabra la llama dios con su voz ronca le dé por ponerse nerviosa, incluso si no es su hijo, pero si además existe la amenaza real de quedarse sin cenar, entonces ya son palabras mayores, así que la cabra consiguió evadirse entre los asistentes al localbingohechoiglesia y se lanzó a correr hasta que un mercedes descapotable estampó su parachoques contra sus cuernos dejando un animal muerto al otro lado de la carretera que conduce a Calpe.
Tras el descubrimiento de dios como cabra madre, los apóstoles reunidos en un bingoiglesia subieron al púlpito e instituyeron el sacramento de las pelotas que caían y caían y caían conduciéndonos a todos hacia una vida mejor cuando había suerte y hacia el infierno de la desesperanza cuando no la teníamos, mientras veíamos como nuestros ancianos, los seis que habían mirado al triunvirato protagonista inicialmente, se retiraban a sus aposentos a descansar y lograr la paz espiritual necesaria para recordar el sabor de aquella forma que se cenaron después de soltar los cuernos incrustados en el parachoques del mercedes.
Al día siguiente, todos estaban envenenados, pero nadie lo sabía. La muerte, por tanto, no habría de llegar nunca con su carga de limpiahogar familiar y vivirían eternamente sin poder salir de aquel pueblo infernal que les ataba con cadenas de supermercados en varios idiomas. Aún, hoy en día, siguen allí, esperando el regreso del ángel exterminador que limpie los restos del último banquete que celebraron.

M-20010606

Esto no es una broma