Sin nada no

Queda media hora. Sí, queda media hora y yo aquí, en medio de mi casa sin tener aún el maldito relato (seguro que mucha más gente piensa como yo, que eso de escribir un relato humorístico es algo más bien maldito). Y no sé qué llevar, no sé qué escribir. Pero no puedo ir sin mis tareas hechas. ¿Te imaginas?. Giusseppe, ¿de verdad que no has hecho las tareas? No me lo puedo creer. Y claro, eso pesa mucho. Es una responsabilidad. Todos los miércoles tengo que tener las tareas y a poder ser desde hace algunos días: ¿qué es eso de hacerlas en el último momento?. Pero esta semana es que no he pensado para nada en el relato que ya hemos quedado que era maldito y además tenía que ser humorístico. Creo que tengo algún problema con esto. Sí, seguro que Paula lo arregla a base de psicoanálisis y mi mujer con bioenergética y yo que lo arreglaría con unos cuantos minis de kalimotxo barato en la plaza del dos de mayo pero luego siempre llego tarde y no hay nada que hacer en la maldita plaza que es una traducción literal de la fucking square y es que la policía ya ha pasado por allí y ha disuelto a la peña que estaban haciendo las hogueras en las que, un año, me llegué a quemar el pelo hasta de las pestañas. Tenía un aspecto como de gremlin con gafas algo lamentable, pero la excusa de hablar de mis hazañas resarcía el ridículo sufrido. Además, pude pedir un deseo y aunque no creo en esas cosas, resulta que acabó por cumplírseme pero como era algo que realmente quería pues no me morí cuando se me cumplió. Por ahí dicen que uno se puede morir de éxito y es verdad pero yo fui muy feliz cuando conocí a mi mujer y le dio por enamorarse de mí. Pero eso fue mucho tiempo después de que yo pidiese el deseo que, en realidad era mucho más básico o primario y que se me cumplió unos cuantos días antes de que le propusiese salir conmigo. Me temblaban las manos (si digo las piernas siempre se puede malinterpretar) y hacía como que leía un libro que apenas si recuerdo pero que en realidad (claro que, todo es siempre en realidad) estaba boca abajo y no acertaba a leer una sola letra. Ni tan siquiera a darme cuenta de que estaba boca abajo. Ella llegó y mi sonrisa profident no acababa de ser una sonrisa porque a veces no podía mantenerla porque las mandíbulas no sabían comportarse. En realidad, creo que también me temblaba la mandíbula. Un gremlim al que le temblaba el alma, la barriga, bien crecida tras el verano, las piernas, las manos, la mandíbula le pedía a una elfo de mirada altiva que saliese con él. Lo más sorprendente es que ella dijo que sí. Pero esto no es divertido así que es mejor no reirse. Con esto me he dado cuenta de que el relato que tenía que escribir, el maldito relato, tenía que ser de humor y es que no tengo humor. Y cuando digo humor no quiero decir esos líquidos del cuerpo animal. Definición de diccionario, por cierto. Quiero decir, que no sé qué hacer para que la gente se ría. Aunque a veces es más fácil. Tanto como que una vez leí poemas en un bar y resulta que la gente se descojonaba. Pero lo peor era que eran mis más tristes poemas. Mis poemas de la época que yo quería considerar negra para tener algo en común con Goya. Es que a mí, Goya me gusta mucho. Se entiende que me refiero a su obra porque Goya, lo que es Francisco de Goya y Lucientes, está muerto y tiene que tener un aspecto algo así como siniestro. No sé si siniestro es la palabra adecuada pero ya sólo me quedan quince minutos para acabar esto y no tengo tiempo para buscar sinónimos. Total que siempre he buscado parecerme a otros. Por ejemplo, estuve a punto de cortarme las orejas. Por distintos motivos a los del tal Van Goth, pero sí deseaba yo obtener el mismo resultado. O acabar muriéndome en algún banco de estación. Pero luego conocí a Bukowski y creo que acabó conmigo. No puedo ni quiero parecerme a él. Por un tiempo pensé que no tenía más remedio, que no podía hacer otra cosa si quería escribir como él, pero luego me di cuenta de que para escribir como él lo que tenía que hacer era escribir como mí mismo. Así que voy poco a poco pareciéndome a todos siendo, ni más ni menos que Giusseppe. Como siempre, me quedo sin saber si esto es un final de un relato, esto es un relato o qué, pero bueno, eso ya lo aprenderé dentro de unos años, no tengo prisa. De momento, no queda más papel.

M-20010627.

Esto no es una broma