¿Qué pasó en Nueva York?

Voy andando por la acera y veo como se acerca a mí un viejo que me dice que si tengo dinero y le escupo a la cara y salgo corriendo, pero me doy cuenta de que no puede seguirme porque es muy muy viejo. Cuando llego a mi esquina, la esquina en la que tuerzo hacia mi casa, me doy la vuelta y el tipo está ahí, justo detrás de mí, con su cara aún manchada de mi saliva y sus dientes negros preguntándome que si tengo dinero para darle. No. Imbécil, no tengo un puto duro para darte. Le doy una ostia y casi se cae al suelo. No se cae, así que le sacudo una patada en la espinilla para que se agache. Es un truco muy sucio, pero me la suda. Cuando se ha agachado, le doy un rodillazo en la nariz que empieza a sangrar casi de inmediato con lo que mancha de sangre, de su sangre pobre mi pantalón de rallas. Mi pantalón nuevo de rallas blancas. El tejido es tan fino que siento la calidez de su sangre entre mis músculos. Me da asco y me sacudo, pero mis dedos se impregnan de su sangre, de su nariz ardiendo. Mierda. Eres un hijo de puta que me has manchado el traje que tenía para la reunión. Pero él como si nada, se la suda. Y me vuelve a mirar con sus ojos saltones, un poco húmedos de alcohol, aún se nota por el olor de su sudor, ha estado bebiendo y bien, no poco. Una considerable cantidad de Don Simón. Cuesta 200 pelas el cartón y el hijo de puta me pide dinero para beber. Sé que no va a acabar en otro sitio que en la caja registradora de los cabrones chinos que han abierto otro maldito supermercado a granel que no cierra nunca. Trabajan de verdad, eso no se puede negar, esos malditos chinarros. Pero no soporto su mirada, su estúpida mirada de vaca suplicante y le vuelvo a sacudir. Mi maletín gris se empotra en su cabeza y sus manos caen primero, luego sus costillas y por último, el resto de su cuerpo cubre la acera con manchas de sangre.
Alguien grita: ¡están bombardeando! y se desgañita intentando hacerme olvidar que ese tipo sucio me sigue mirando, me sigue mirando aunque mis zapatos de Oxford Street le han arrancado la dentadura.
Llego a mi portal y una vecina me pregunta que si me he enterado. ¿De qué tengo que enterarme?. En mi casa me cambio de ropa, tengo que irme a esa estúpida reunión y no puedo ir con el traje arrugado. En la televisión, un par de torres se desploman. Me recuerdan al tipo que se desplomó en mi esquina. ¿Habrá llamado alguien a la policía?. Puedo estar tranquilo. Sé cómo funcionan estas cosas. Pero estas manchas del traje no acaban de desaparecer.

M-20010919

Esto no es una broma