Café Jamaica, M-20001212

La virgen del palentino es una aparición que ha venido al mundo a resucitar a Margarita para que yo pueda escribir una novela que no es una novela porque no rima ni juega a culos calientes en sillas llenas de esperma.
Veo sus brazos de cálida plata como cochinillo rosado y groso. Hablo entre dientes de un futuro próximo que me revuelve el estómago televisivo en uno de estos cuadernitos marrones que me miran.
Venía y se me escapó una mirada cargada de libido a nalgas de hembra morena. Una negra delgada labios de Michael Jackson pegados en su frente y yo no puedo hablar de esto porque me da mucha vergüenza oro de sus aranceles inocentes agitando dependencia abrazada a la pared.
Golpeó mi espalda indiferente en los enganches que se queman con los dedos enganchados afromatadores en una coquetería infinita garantizando certeza. Yo estoy aquí por un duro en la rodilla a la luz de otro café que me llene de mierda líquida el cerebro.
Su risa
Dios
su risa.
Y guiño a mi pasado un beso lleno de balas entre sus piernas largas y abiertas, mechas de ayahuasca en las cataratas del niágara.
Margarita disfruta una conversación estrambótica a la luz de tus ojos. Eres capaz de decir: “tócame el pelo” en medio de una erección que escupe tu semen y tu miembro en el arco de la aorta que se rompe vertical contra cimiento de nuestra confianza croata.
Me parto el culo por escribir tantas txorradas anodinas pero sabiendo que he sido capaz de despertarla.
Margarita ha vuelto a la vida para cobrarnos las deudas que tenemos.
Ya me conocen, ya me conoces y no soy el padre de nadie ni tú eres el hijo de los amantes frustrados que están sentados a un lado. Parece que fuma lo que hace lo que puede, fuma y se convierte en humo y se proyecta en un cuaderno que tiene agujeros muy guapos en los que aventar un grito necesario.
Son las historias de su vida y la vida de cada uno, es la vida de cada uno, aunque yo estaba con él a la sombra de un porro sin alcohol.
Margarita se olvidó poner su verdadero nombre en el registro de la propiedad intelectual y está esperando que sus tarjetas de crédito no caduquen como caducó su vida de cerezo en flor. Para mí es normal pues las premisas eran muy sencillas y llenas de un halo negro denso que me golpeó la espalda indiferente.
No quise volverme y regalarle a esa silueta otra esnifada ni abalanzarme al rojo de mis mofletes y corrí. Sin correr para no tropezar con sus ojos de lata, fondo de melocotón y pimiento verde, color de moho sobre las fresas pasadas.
Su padre esta flipado con las naranjas moradas que no existían en otros tiempos y yo me pregunto si él existía, si existía otra cosa que naranjas moradas vistiéndose un jersey de lana enamorada.
Si paran de hablar los llena la lujuria y se besan (voyerismo estado puro) por todas partes en una vorágine de focas y conexiones a Internet.
Margarita ha conocido al hombre de su vida en un chat de #bucanovios y no atiende a razones ni a otros miramientos. Ha puesto un cirio a la virgen Palenti y espera que en la próxima romería le caiga un arabesco a la cabeza para poder ahorrarse la operación de cirugía estética que viene requiriendo objetivo palestino de preproducción en el territorio vaquero del honor virtual.
Escondía el dinero para la droga en un pequeño botín que tiene bajo el coche seguro de la consideración social. Lo guarda y lo guarda pero lo perdió todo y ya no lo guarda porque se comió un kilo de pastillas y el tratamiento psicológico se fue a tomar por culo y no está incluido en la seguridad social que era lo que había escrito en primer lugar. Pues muy bien, de nuevo queda claro que volverse loco es todo un lujo.
Estoy tan nervioso que un rayo fulgurante cruza mis efes haciéndose eternas en un uniferso de siete dimensiones donde no cabe todo el mundo pero qué se le va a hacer. Cogemos un agarrón de baile independiente y una manga en aranjuez que tiene una chica con clase. Su clase y el motocrós bajo la manta del olvido.
Mis nervios no pueden controlar
mis nervios.
Soy de los que quieren dormir contigo para lanzar mis dedos sobre ti y llenarte de caricias y abrazarte enredando en mi censura el pensamiento de tu ausencia.
¿Tú qué crees? ¿puedo escribir contigo? ¿puedo besarte el culo y llorar al mismo tiempo? Soy capaz de arrancarle el cráneo a margarita para fabricar un cenicero en sus ojos, disfrutar de la vida y nada me importa, ni siquiera los santos del budismo que no comen carne para estar puros sin sin sin sin
¡No soporto que se me escapen las palabras!

Le he dicho que eres muy guapo y baboso pero que tenemos la vida por delante y me meo de risa porque te abrazo y te voy a decir una cosa: Tu padre era hippy, ¿no?. Pues una de las chicas es pequeña pero a la mayor ya la conoces, se llama Margarita y es una yonki de la calle desengaño y digo de la kalle porque vive entre paredes de edificios armados por seguratas agresivos de americana azul calada hasta las cejas.
No es una película de Buñuel, ni de Fassbinder o como coño se escriba. Somos todos judíos alemanes casi polcelanes a la salida de clase de filosofía, cuando un avión aterrizó y otro avión aterrizó entre sesiones y sesiones.
Alza sus brazos ramas de olivo erguidas de pánico olmo. Se desata su mar iguazú que llenan mi rollo de papel higiénico.
Las papeletas de Florida perforadas son una muestra de que el sistema está podrido, de que necesitan un movimiento humanista que nos llene de sectas el orto y joda hasta las llagas de las encías de los profetas.
Nadie piensa que soy gilipollas, lo cual es casi prodigioso en vista de lo visto cinturón de caballero atando mis pestañas que apenas pueden descoserse de una cintura eterna. Dios está en tu ombligo pasando la primavera dentro de un pijama fucsia bomba atómica o mejor, bomba de neutrones neutrales que no pueden matar, no quieren.
Tomando pastillas mañana y noche.
No me atreva a revelar lo gordo que me encuentro en mi derrota.
Froto mis manos en mis muslos y la erección es inminente. Se rompe mi pantalón porque no queiro entrar en el estanco donde el otro día margarita compró unos papelillos para disimular mientras eustaquio robaba un artón de fortuna. Sin embargo, nunca tendrán fortuna. Van a pasar diez días en viaje de novios a benidorm y después diez años en la cárcel; ella le espera, le espera y desespera. Es una rubita guapa con piel de porcelana. Pide dinero a sus padres que la pegan pide dinero a sus amigos que la ignoran pide dinero a su exnovio que la folla contra las vallas publicitarias puntiagudas del viejo instituto.
Margarita no estudió cómo se logra la suerte y va a sufrirlo. Acabará en un jodido manicomio quemándose a lo bonzo o abrazando la cruz incandescente y tirándose pedos delante del televisor apagado mientras una amiga de la caridad saca su silla de ruedas en el ascensor.
La puta silla de ruedas y el jodido ascensor ¿pero es que nadie lo entiende?. Un beso de carmín azul en su mejilla. Una vieja lesbiana que la viola cada tarde quemando su piel de porcelana con palillos ardiendo que calienta en el microondas piñones al azar y me cuentas lo que has desayunado para participar en tu muerte desgarrada.
No estoy hablando en serio. Sé que no estoy hablando en serio. Sé que nunca seré publicado y hablo en serio y nunca hablaré en serio ni me reiré de cristo cuando, desnudo, camine sobre las aguas que te salen del útero donde nunca engendrarás un hijo por parte de padre y de madre cuando en Salamanca sale el sol por antequera a la orilla del Guadalquivir pues lo importante soy yo.
Hoy he terminado mi tercer libro de notas comprado en un todo a cien chino. Proesía se terminó y le fui infiel quemando el último cuaderno. He comprado este nuevo de anillas blancas y pasta de ositos y honoypots presentaciones de seguridad mientras se cae un edificio sin plan de contingencia.
Espero que me den y no me dan todo. Por quien yo sí lo daría y ella está así, así, borboteando flujo menstrual bajo la almohada de su sexo. Es el típico descanso de la creatividad y nos sentamos al hablar no me preguntó qué tal estaba me dejó morir de hambre de su amor.
Margarita cree en el amor a primera vista aunque de tanto buscar se ha quedado miope y no ve una mierda. No ve que está tirando su vida por la borda de ese barquito que sale del peurto deportivo en el levante.
Te tengo que contar algo:
Margarita está empezando a hartarme y no me gusta su nombre así que puede que decida librarme de ella y contarte la historia de eustaquio.
Es un pobre viejo que pide en la esquina de la calle del Carmen. Es un pobre tipo que murió la semana pasada sin que nadie lo sepa, por eso aún sigue pidiendo. Ha muerto asesinado y le mató margarita. Esto es un puto lío.
Es un jodido cuento de hadas con la virgen Palenti a la cabeza.
Es una ninfómana con alma de poetisa. Su cuerpo escaso no tolera otra sustancia que café con azúcar. Parece un suspiro de cobra. Joya de la corona del reino de los muertos. Parece que va a caer entre los pelos de su propio pubis y se va a perder relajada en la niebla sin encontrar una salida. Pero la luz la ilumina y su diadema se convierte en culebra antepasada en el cine Rialto a las ocho de la tarde y se aparece improvisada al probre Diego, el salvador de espíritus que conoció pepito cuando le mataron sus padres como regalo de reyes.
Todo el mundo es Matrix y yo soy un código binario cifrado en arameo y ahora pues no.
Y para evitar la invasión del talco voy a escribir una historia interminable en las cuatro hojas que quedan sobre el último cuaderno de franela, de pana marrón que alfombra mi mesa para que un brazo escriba esta letra a a a a a y nada más. –

Mentí.

Esto no es una broma