El otro día recibí un correo muy gentil de una persona que, en Chile, está utilizando el diccionario (más correctamente la lista de palabras del diccionario) que tecleé en su día durante la colaboración con Isidoro Valcárcel Medina en su proyecto de Diccionario Personal de Isidoro Valcárcel.
Lo utiliza para entrenar un sistema de inteligencia artificial, llamado corrector ortográfico.
Me agradecía el blog, que yo en ocasiones pienso que apenas tiene visibilidad, lo que en absoluto me importa, de ahí que no tenga ni siquiera ese típico «contador de visitas» que aparte de ser más falso que Judas (a quien nunca he tenido claro que se pudiese tildar de falso, pues a quien mentía conocía la verdad y posiblemente, incluso, fuese la causa primera de su decisión de mentir o traicionar, que no es lo mismo, puesto que, bíblicamente hablando, habría sido Pedro el más mentiroso… pero eso es otra historia) es completamente inútil salvo para alimentar el ego.
Me informaba de que no estaba incluida la palabra «norte» a lo que le respondí que podía ocurrir que hubiese otros errores de los que no puedo responsabilizarme.
Le he enviado la versión actualizada del diccionario de la RAE en modo texto plano tanto las palabras como sus definiciones, amén de unas cuantas utilidades para descargar definiciones desde la web de la RAE: dic_rae_txt
No comprendo por qué la RAE se niega a dejar que tengamos ese repositorio de palabras accesibles digitalmente, que seguro que no les costaría nada de nada hacer disponible. Pero incluso han «mejorado» su web, desde la incorporación de La Caixa a su financiación, para hacer aún más difícil el acceso desde aplicaciones de terceros que no estén dispuestos a pagar por el uso del material que, no lo olvidemos, son las palabras que utiliza la gente, las que estas personas, estos académicos, almacenan en su mamotreto oficial.
Mientras tanto, no es la primera vez que «mi» diccionario ha sido usado y el caso más bonito e interesante fue cuando Marta PCampos realizó un diccionario con palabras desaparecidas entre 1914 y 2014 que presentó en el MUSAC, ayudándose de una performance que realizamos entre ambos. Curiosas casualidades de la vida, el editor del proyecto de Marta PCampos era mi compañero de estudio (y mi referente artístico y vital) Jaime Vallaure que no sabía de nuestro contacto previo.