Estaba en la galería 3
del crematorio
donde estaban depositando
las cenizas del marido de mi prima.
Como casi todo en esta vida
estaban numeradas las tumbas
que en realidad eran nichos
que en realidad eran nada.
En la inmensa mayoría
flores
adornaban nombres grabados sobre el mármol
o nombres destacaban en relieves dorados
e incluso
plateados.
Mientras tanto
un cuadrado en la retícula vertical
de cadáveres incrustados
con urnas abandonadas
permanecía desierto
con tan sólo el número
en el centro del mismo
gritando un 404
que a cualquier internauta
le resulta más familiar que aquellos nombres
de aquellas tumbas plenas de polvo de color gris claro
que queda después de una combustión completa
formado por sales alcalinas y térreas
sílice
óxidos metálicos
y algún resistente hueso con rastros de ADN.
404
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Y yo (en sepulcral silencio)
no paraba de preguntarme
si era la más real de todas las lápidas
si no era un acertado epitafio
de algún programador web
si no era una broma macabra
si era la verdadera esencia de la muerte
si no era la verdadera esencia de la vida.