Cuando comenzamos a estar confinados, algunos de los grupos de whatsapp que creo y manejo cada curso con las personas asistentes a cada horario (un grupo por cada horario de talleres) se volvieron molestos con el volumen de recomendaciones y noticias bienintencionadas que hacía que el objetivo para el que fue creado el grupo se perdiese, pues son grupos de Talleres de Poesía y Escritura Creativa de la Asociación Cultural Clave 53.
Claro que hay que ser flexible a la hora de dejar que espacios comunes se autorregulen y no exagerar con las prohibiciones, así que dejé que poco a poco, sin alentar a nadie ni expulsar a nadie (menos aún cuando el acto de envío era informativo y no coercitivo), se fuese creando una desafección a esos mensajes, lo que tenía que ocurrir más tarde o más temprano, pues al fin y al cabo quien está en ese grupo no desea que el objetivo del mismo desaparezca, so pena de querer seguir en un grupo al que no se desea pertenecer.
Avisé de que borraba todo sin ni siquiera leerlo. Es decir, yo borraba (y borro) toda imagen y vídeo que me llegase al grupo, pero dejaba que otras personas hiciesen lo que deseasen, incluso, claro está, responder con otros vídeos o imágenes que contruibuían a generar más y más «ruido en las cabezas». Al fin y al cabo, quien quiere informarse, tiene a su alcance infinidad de canales donde conseguir esa información que se busca, amén de otros foros que desean recibir la información. Nunca ha sido más fácil obtener información. Pero esto supone el riesgo de sobreinformación, que no deja de ser una manera de desinformar, pues nos aleja de la calma necesaria para elegir sobre qué deseamos informarnos.
Así que recibí como una genial idea un verso de uno de los asistentes a uno de estos grupos que decía que «le encantaría recibir un poema cada tarde«… y lo hice mío como propuesta.
Me gustó la idea de llenar de otras cosas (distintas a las que estaban predominando) el grupo y ver quién o qué ganaba. Obviamente, en un grupo de Poesía, iba a ganar la batalla el poema, ese arma cargada de futuro…
Desde entonces, 23 de abril de 2020, el invento no para de crecer. Ahora son tres grupos, con un total de unas 15 personas leyendo un poema, más o menos, cada tarde directamente al WhatsApp, además haciéndome amigo de esa herramienta de «mensajes de audio» que tanto detesto, y, pasadas 3 semanas, tenemos más de 300 poemas leídos.
Cada par de días, descargo los audios recibidos en unas carpetas seleccionadas para ello y con este material estoy montando una emisora de podcast (una emisora de radio en terminología 2.0), en la que iré creando episodios semanales bajo la bandera de Clave 53 (e irán embebidos a la web de la Asociación Cultural Clave 53).
Es otro de esos proyectos surgidos al abrazo de esta cuarentena global que va a quedarse a partir del próximo periodo y a largo plazo. No es preciso estar encerrado entre cuatro paredes para que resulte precioso recibir media docena de poemas leídos con mimo cada tarde.
Aunque los tengo en marcha desde el 2010, otro de esos proyectos, por ejemplo, sería el de mantener y promover/promocionar Talleres de Poesía Online, con grupos de 4 a 8 personas, como los presenciales, pues ha demostrado ser una herramienta mucho más amigable de lo que era hace varios años cuando poco a poco fui desanimándome de usarla por los problemas técnicos que se manifestaban a cada sesión y que hacían que la clase no pudiese ir sobre poesía sino sobre cómo resolver incidencias informáticas varias. Una de las cosas que mucha gente ha aprendido durante estos duros meses claustrofóbicos es a manejarse con herramientas de vídeo-conferencias.