Me alegra que E.Charpentier y J.Doudna hayan recibido el Premio Nobel de Química del 2020 por algo como la edición genérica mediante CRISPR, que es algo que ha venido para quedarse y transformar gran parte de nuestras vidas, nuestra ética y la de la mayoría de los seres vivos sobre la Tierra.
Además de la aplicación bonita de posibilidades médicas indecibles, hay una obviedad que es la aplicación en la generación de seres «trangénicos», alimentación o no.
Yo no tengo nada contra los transgénicos, pero quizá mucha de la gente que se alegra de este premio debiera saber que es la edición genética la que los produce.
Por cierto, no quiero entrar en un debate absurdo sobre si debería haber recibido el premio el español que diseñó el CRISPR:
Las secuencias repetidas que luego se conocerían como CRISPR fueron identificadas por primera vez por un grupo de científicos japoneses en 1987 (Yoshizumi Ishino et al) ?y luego más tarde de forma independiente por el científico Francisco J. M. Mojica (Universidad de Alicante) a principios de los años 90 en una arquea Haloferax mediterranei y los resultados fueron publicados en 1993,
No tengo idea de los criterios que siguen íntimamente, los académicos suecos para asignar un premio como ese que, en el caso de la ciencia, nunca tiene mucho sentido, pues no es un logro individual (ni de una pareja) sino colectivo.