Ayer caminaba por Daimiel y tenía la tentación de hacer una fotografía (con un móvil, claro está) y llevarla a blanco y negro.
Me daba la impresión de que si la veía en sepia o sin color vería el alma de lo que estaba ante mis ojos:
Una estampa de 1960 en una ciudad de provincias.
No había muchas cosas que denotasen que habíamos entrado en el tercer milenio o que había muerto Franco.
No hice la fotografía, que me parecía demasiado intrusiva por aquello de robar sus almas o sus derechos a la intimidad (lo que hoy también me parece algo decimonónico) y sólo me queda este recuerdo que me ha hecho venir hoy al estudio observando cuántas de las cosas que veía habitualmente parecerían del siglo pasado… y sorpendentemente hay pocas imágenes (excluyendo los teléfonos móviles omnipresentes en Madrid) que me pareciesen actuales.