Escribo como si trabajase en una factoría. No tengo imaginación. No. Tengo ganas. Ganas de narrar mi visión, mi sueño, mi sensación, mi luz, mi sombra, mi silencio que lleno de palabra.
Escribo porque no puedo evitarlo, no sé hacerlo. Quiero parar y reflexionar pero ya lo he escrito, lo he impreso por no esperar a que sea impreso.
Preso sin fin de mi escritura, soy un diamante, un cristal frío, un segador de análisis que rompe el tiempo. Antes, después.
Soy todo eso y sigo adelante, en una progresión sin aniversario, un tiempo de notiempo, cafés en el Jamaica, cafés en el Galache, cafés y cafés, poemas, poemas, poemas…
no dejo que el ruido me penetre y oralle mi soledad que cuesta reconocer tras el frío de su máscara.
Temperatura con rayos infrarrojos para capturar las vibraciones electromagnéticas de tu pantalla.
Gira hacia mis ojos los tuyos
y seamos uno
seamos una mirada ininterrumpida
siempre
eterna
como dios y el color de tu pelo
informe craneal de tu paraguas
sea la luz
y se hizo,
se hizo en tu misterio
a la sombra del luminoso
de la farmacia donde lograste
el último empujón
de adrenalina
y hoy, ante tu muerte, yo…
yo sólo
escribo.