Atravesé la puerta tambaleándome

y miré a mi derecha,
la cama,
ella tendida ¿o no?
estaba despierta pero no quería mostrarlo
así que aproveché para pasar al baño
y orinar.
salí y me quité la ropa
salvo los calzoncillos; era agradable
sentir el frío en las plantas de los pies.

me tendí a su lado y no pude abrazarla
porque el calor de su cuerpo
me habría hecho vomitar.
me di la vuelta y noté que lloraba
y no pude abrazarla…
tan sólo acerté a acariciar su hombro izquierdo
desde su espalda.
el contacto con su cuerpo tembloroso
me hizo llorar sin lágrimas
(llanto introspectivo)
y me mareé.

había estado vomitando en el último bar
eterno gallego
y había limpiado los restos enrojecidos por el vino en la taza
con mi brazo desnudo.
en el suelo, de rodillas
abrazando el sueño y el frío
como un compañero bueno.

al salir de aquel retrete de sótano
Isa me había preguntado si algo me había sentado mal
y pensé que no tenía sentido mentir
– espero haberlo dejado todo limpio.

Paloma y Adolfo entendieron todo mi dolor
y supe que lo habían entendido
cuando les dije que me iba a casa.

no recuerdo el camino de vuelta. llegué.

me levanté de la cama con la horrible sensación
de urgencia que provoca
la necesidad de vomitar.
llegué al baño y me costó abrir la puerta
me dolía el alma y el estómago
que se contraía
en cada bocanada de desesperación
que se vertía
arrancándome las lágrimas de mi impotencia.
la pena limpió mi depresión
e intenté dormir
sin atreverme a decir te quiero
a la presencia que llora las lágrimas de mi dolor.

Esto no es una broma