bajo de casa sin saber
qué hacer,
camino entre mujeres que se venden,
son cuerpos de alquiler,
madres de la inexistencia
que, cuando giro a la izquierda,
olvido.
quedan atrás,
en la misma calle en la que vivo
en el centro del universo,
en el vacío de un sueño
cayendo en la noche
mientras me acerco al paraíso
como tantos días
y veo
carteles prometedores de evasión,
me detengo en el detalle de las horas,
recojo el pasaporte
al haz multicolor.
entro en la sala para recordar
todo lo que soy capaz de olvidar,
verter lágrimas
hacia la pielpantalla de delirio ajado
y me pierdo,
me pierdo en fotogramas incansables,
en el ruido
de un proyector en la sombra
detrás de las cortinas,
en búnkeres de irreflexión
donde me atrinchero
para no desgastarme,
no dejarme afligir por el cruz blanca,
mostazas inauditas,
bombas de ceguera sin dueño y sin destino.
parapetado en hileras de confort
dejo pasar
el tiempo de los asesinos.