Alzaba las cejas con conocimiento férreo
armado como está en balas de plata
y su discurso metálico
forjaba la aleación de sus amigos.
Ahora ríe y parpadea,
sus arrugas son surcos por donde llora su munición
y caen lágrimas de humildad en sus sonrisas.
En el reposo de la sobremesa
se suavizó su rostro.