Nuestros nudillos se golpearon
volviendo de la derrota;
aún había sangre,
pequeños hilillos de coágulos superficiales
fibrosos, enredados.
Mis manos cansadas lloraban muerte
vacío de palabras infinito:
perfil aguileño,
novedades
como dos nudillos que chocan en la noche
y aún los cristales rotos me queman los ojos,
imágenes de pánico ordenado,
silencios de terror luciendo gris
franela ensangrentada con humo de cadáveres.
Más allá del impensable olvido sólo quedan
vagidos en la noche.