miraba desde el otro lado del cristal
un cristal que llegaba desde el techo
un cristal en el que ella apoyaba sus lágrimas
aquella
sus enorme tetas
envueltas en el jersey de cuello ancho
su pelo era rojo
y su compañera miraba
desde este lado del cristal
un cristal que llegaba hasta el suelo
las enormes tetas de su compañera
desde el otro lado,
él,
descarado
sacó sus manos de la gabardina
y encendió un cigarrillo.
escupió su asco con todas sus ganas
contra la perfecta transparencia
sus tetas no dejaron nunca de titilar
y sus labios articulaban
palabras
demasiadas palabras
cuando bajo la mesa volaba una bandera
hecha con el rojo de su piel.