Quiso leerme pero no pudo
porque pasó la noche
prendida de la botella.
El alcohol abría en sus venas
ríos de soledad,
muerte en la vida,
miseria.
Quiso leerme y yo ya era poesía
que sus ojos nublados
no deseaban.
Un llanto en sus mejillas
crispaba su agonía
lenta
cansada y lenta.