Era un hombre negro
con una moto que no avanzaba.
La luz fluía sin cesar sobre sus cejas
y no avanzaba
porque la silenciosa mosca
había devorado su alma
y voló
por encima de mí,
más allá del desierto trascendente
para encontrar gasolina
y darse cuenta
de que le habían robado
ni más ni menos
la vida.