Voy camino de la plaza de Mayo y me acuerdo de Sabina sin poder evitarlo (igual ni quiero) y entro en un café rememorando mi querido Galache. Son no más que las doce en porteño y el lugar es lindo, casi diría piolo… el mozo que es moso, me acerca un café con leche, dos croasanes pequeños, un zumo de pomelo y una factura que, por una vez, es dulce.