Café Galache, M-20020521

Momento

Suena música americana en el altavoz y reconozco una armónica pero no tengo ganas de prestarle atención. Una niña pinta con un bolígrafo y habla con su voz aguda pidiendo jugar y jugar. Su acompañante, que podría ser su abuela, gruñe a la camarera que es nueva y aún no me reconoce. No.
Hoy es un día gris clarito. La luz entra a borbotones a través de las enormes cristaleras y la gente se va. Se van y se van. No les retiene nada. El frío está aumentando. La voz aguda de la niña morena también está aumentando.
Nadie quiere jugar contigo.
Huele a sucio. Huele a miles de mesas limpias con la misma bayeta, el mismo insulto barrido una y otra vez.
Piden la cuenta. Una señora gorda vestida de negro. Tremendamente gorda. Vestida muy de negro. Huele mal. Una mujer y un hombre van con ella. La gorda gorda está a mi lado. Ahora mismo está a mi lado. Ahora ya no y no puedo olvidarla. La gorda gorda de negro negro. Tremenda. Y se va. Se fue. No quiero que la historia cambie de tiempo. Vuelvo.
Ya no está más. Ya no están más. No quiero contar una historia. Una pareja habla bajito en el rincón. Ella se recuesta en la pared de su derecha y sorbe su té con parsimonia.
A lo mejor no es té. A lo mejor no es parsimonia.
No sé.
Mi café se está enfriando. Sale la camarera del turno anterior. Son varias las camareras que salen del turno anterior. Quiero que me salude. Quiero ver su pelo de colores pero no está.
No hay nada qué contar. Sólo un autobús rojo ha pasado por el centro de Gran Vía como si fuese la primera vez. Yo estoy escribiendo como si fuese la quinta vez. Algo así como tontamente. Tonto tontito, saltaría. Grititos en el teléfono mientras me imaginaba el abrazo final en el que rompería todos sus huesos.
Soy un cráter de felicidad,
vértigo de frustraciones
látigo de vida que acaricia el tiempo.
El café está frío.
Definitivamente.
No quiero seguir escribiendo
Glu
bla
burrr
bru bru bru
gra era (o cra
— v
m
guyi jullam

Esto no es una broma