Ha entrado un homeless a este café y ha gritado – ¡Todos al suelo! – y nos hemos tirado con las panzas llenas y temblando. Ha disparado seis tiros contra el portero y se ha ido corriendo.
La policía acaba de llegar y no lo entiende – ¿No ha robado nada – y aunque yo les digo que el jueves pasado el vigilante pateó al asesino, ellos me preguntan que si soy testigo.
No entienden nada y salgo corriendo.
Me gritan – ¡Alto! – pero no lo oigo. Un disparo atraviesa mi cráneo.
Las últimas lágrimas empapadas en sangre firman abajo, en el suelo, mientras me muero.
M-20001114