Una Madre

He comprado tres barracas valencianas con su funda.
400 pts.
Es un grabado que esta tarde regalaré a alguna muchacha.
La pareja de al lado hace manitas impudorosas a un metro de distancia de mí, pasando del inglés al castellano sin darse cuenta de que existo.
Existo y huelo a su colonia. Llevo su jersey. Saboreo un café en Santa María y Moratín.
Esta primavera es agradable y dulce como su voz caramelosa de kukis, sonrisas, labios carnosos…
Y hacen planes para la tarde y se miran deseándose.
Sexi. No exhuberante, pero sexi.
A dos metros una dulzura maternal de joven aún no madre que desea que su novio le dé lo que necesita. Es conmovedora su sonrisa y la embellece y la rejuvenece y la divierte y puebla la plaza de inocencia y risas.
Él se ha re-enamorado. No sabe que se le está poniendo a prueba.
Y tengo ganas de ver a Ruth en su mundo fidulero aunque presienta aislamiento e intolerancia procedente de culturetas fantasmas. Filósofos idealistas de siglos atrás. Glorifican generalidades. Simplifican.
Mientras, la no-madre se aferra y reconstruye la llana realidad.
Dibuja la mano de la niña de otra mesa. Crea y reCrea la sociedad. Sociedad abierta y tolerante, esperanzada, alegre, infantil, carente de la corrupción habitual.
Se besa con su chico de una manera nueva. Más sensible y tierna.
Cuando se vaya dejará
un vacío.
Cuando no se la oiga
oscurecerá.
Ha perdido consciencia de su importancia.

    Se merece
    la Felicidad.

Madrid, 19990509.

Esto no es una broma