Voy camino de la plaza de Mayo y me acuerdo de Sabina sin poder evitarlo (igual ni quiero) y entro en un café rememorando mi querido Galache. Son no más que las doce en porteño y el lugar es lindo, casi diría piolo… el mozo que es moso, me acerca un café con leche, dos croasanes pequeños, un zumo de pomelo y una factura que, por una vez, es dulce.
Mes: febrero 2009
Sutileza
Tu mano mordiéndote los dedos
tu voz acariciando
palabras en el aire
dibuja, en mi alma,
el resto de mi vida.
Luis estará 2 años en la cárcel y el juicio que no llega aunque él ya se juzgó culpable. Lucía también.
Los pobres heredarán la tierra en la que podrán plantar mil crisantemos y no podrán regar más que con gotas de un sudor imposible, orín del tiempo, semen de violaciones en palabras vacuas. Verán descapullar las flores del averno, el reguero de crisis que no acercará la greva al infinito pesar que los poseerá.
Es la histeria del día a día del volver a empezar cada mañana cuando se desocupa el pensamiento y se sueltan las glándulas de escritor a vomitar en cuba.
Recogen los lirios y sé que esta historieta nunca será noticia y la vida de estos miserables jamás será narrada. A nadie le interesa esta tontería porque estamos todos interesados en saber qué pasa con los móviles con contrato y latinmail.com porque la bolsa puede bajar y aunque sea un poco vago quiero enriquecerme dormirme en la playa a la orilla de tus párpados, en la arena suave de tus mejillas… no me anegues de lágrimas cuando me vaya…
Un ruido de fondo me recuerda que he de hacer la compra. La cebolla no se vende a sí misma. Ni siquiera en Amsterdam, donde la gente tiene otra visión de los puntos de referencia y el tabaco que sufre en el fondo de los acuosos pozos, que son los túneles del humo por donde huyen sus pulmones.
Una gasolinera se ha incendiado pero no ha habido víctimas. Un camión de bomberos corre a apagar los contactos que aún funcionan para desconectar la red sin más protocolo que la familia que existe en la vereda de cada residencia.
Hace un milenio que tus ojos se clavaron en el ópalo brillante de la lápida. No cierres tu misterio al sol que nos acoge como país interestelar de sistemas policiales contra las colonias labiales alimentando el dólar norteamericano.
La noche ha salido en tu cabello.
Café Galache, M-20001229
A veces tengo miedo a escribir. No sé qué va a salir. No es que me asuste dejar una hora en blanco o en azul, es mas bien que las historias que salen de mí provienen de algo que no conozco y no controlo. Ya sé que sería más relajado no intentar controlar, dejar ir el boli como lo hago, pero, a veces, sólo a veces, tengo miedo a escribir.
Hoy es uno de esos días.
No he visto nada en la calle que detone las bombas de mi grisedad y temo hacer yo mismo un explosivo plástico como la belleza de sus cejas plata.
Me levanto temprano, madrugo, nunca la disciplina será suficiente para destruir las normas, vivir en la anarquía del escrito, libertad suprema hecha a mi imagen y semejanza.
Ya me saluda en este local de tres manzanas, burdel de mis ideas que restallan látigos azuzados hombres de paja. Es el pecho hendido de misericordia que abduce la diccionario y sin género cobarde en cenicero obtuso azul y gualdo, la locura se apodera adocala de mi mano y la dirige al mundo invernal en vacaciones donde los árboles crecen hacia abajo para hallar sus raíces entroncadas con el sujeto, con especies de mamones celulares a la sombra de su seno, su busto enarbolado en camiseta de tela vegetal. Por eso no soy vegetariano, sufro sensible el cruel asesinato, juicio sin testigos de los minidioses que juegan a ser hombres, humanidad alcaloide vertedero.
Música salvando mi resuello sin escape ascalaperca con busñuelos de cine en azulejos sin sin sirenas al abrigo del pasmo y tres miradas café que se ensortijan alzando panegírico de ausencias en tu nombre.
Todo
Siempre
Lector
es para ti.
Y aún así, puede que no te guste, puede que sientas como yo, que esto no es sincero siempre cuardo algo que no digo, que no menciono la relación de mis historias con la realidad pero es que no lo sé.
Una mujer me abraza en la distancia gozando de su roce con mis ojos, bebiendo un cubalibre matutino colgada de un reloj y de una espera. Mira y mira y no viene nadie. Yo decido que él nunca va a llegar porque le atropelló un camión a la salida de su apartamento. Ahora mismo le están entibando una vía abierta, se llena de sales minerales, gotea poco a poco el caldo de su vida. Algo entra y algo sale. Su sangre no coagula. No hay forma de detener la hemorragia interna.
Ella está empezando a cabrearse, siempre le hace esperar y está empezando a hartarse. De momento, le queda licor, aún, sobre los hielos. Está completamente vuelta mirando hacia la puerta sin apartar la vista.
No hay quirófanos vacíos, tendrán que intervenirle en un pasillo donde dosmil leprosos escupen pus y se acercan a tocarlo pues necesitan socios en su club de la muerte. Sus pupilas apagadas crepitan entre lágrimas una canción de navidad.
Se restriega las manos. No aguanta más. Pero sigue esperando.
La primera incisión ha sido extremadamente larga pero no es un buen momento para preocuparse por la estética. Su sangre no coagula y el suero insuficiente se agotó.
– ¡Cámbienlo! ¡Cámbienlo! – pero en el pasillo no hay más material. El paciente se desangra por los ojos y su piel pálida dice a las máquinas lo que tiene que hacer.
Ya no hay nada que hacer.
La impaciencia desespera. Ha terminado su trago y el reloj hace vueltas que no tiene respuestas.
– ¡Oxígeno! – Hurgan el fondo de su alma que, casualmente, cae cerca del bazo, completamente destruido, quemado en un golpe seco.
Luis debía llevar el reparto de azulejos a la constructora. Hoy era la última oportunidad de no perder su empleo, pero este accidente…
Resultaría trágico si ella fuese su hermana y se odiasen desde antes de poder forjar recuerdos. Sería acusado de un asesinato casual, mal vestido, con un mono azul de grueso paño áspero como la tierra, como el grosero insulto que recibe cada día con la mirada desdeñosa de Lucía.
No le quiso nunca pero quedarse embarazada era una estupidez que Socuellos no perdona. Ahora era la concuñada de la víctima de su marido.
Sus labios profieren injurias apestosas. Labios duros como el corazón de los hombres, como el puño cerrado del general.
Un petardo estalla en la mesa de al lado y ella presiente desdicha. Su ventrículo galopa al primer teléfono y marca su casa sin tener respuesta.
Lo descubrirá y no podrá levantar las plantas del suelo, no podrá dormir en seis años y querrá que la guerra termonuclear barra todos los restos de su familia extinta.
Sus labios se cerraron, oscuros y granates granadas obsoletas de polvo con metralla. República en la noche sin estrellas. Bandera ajada bajo la luz morena de la muerte.
Morirá en la sombría celda de su manicomio, en el ancho colchón que fue su tumba, en la pared blanca llena de inscripciones manuscritas con huellas de sangre que mordisquea y lame. No puede dormir. Es la corrección de un mundo iluminado, el más allá de hoy que no queremos ver. La muerte, la tragedia, nos acecha bajo la cálida protección de nuestras mantas.
Café Galache, M-20001228
El jersey rojo apenas lo albergaba porque su cuerpo informe necesitaba amarras.
Las puertas del refugio están abiertas y no se admiten derrotas contra el frío. Se me hielan los dedos, se congela la tinta con que escribo y el vaso, para colmo, tiene hielos.
Hoy voy a escribir poco por factores climáticos. Son curiosos factores con linternas de epidermis, crisis abierta en la sangre fría del destino.
Hay dos placeres subyugados al gozne del vidrio de su pena, un teléfono gris sobre mi almohada y algunos libros por comprar.
Tengo que leer en voz alta para no tener miedo de mi propia voz, para no herirme con mis propias heridas, usando el cáliz de mis lágrimas para cauterizar la soledad, la imposible sempiterna de palabras caracol.
El café se ha convertido en túnel del tiempo a mi pasado, a un frío glacial que ennegrece el fondo de mi esencia tan negada.
Repentinamente, la mecánica, reino de efebos y repúblicas hebreas, reparó mi emergencia y se corrió la base de mi huida. Aún así, hoy no quiero escribir más.
Café Galache, M-20001227
Estoy de espaldas a un mundo que no me da la espalda. Es un mundo lleno de color sonrisas y miradas que se acercan cabreados bajo el manto azul intimidatorio de unas botas que se abandona para promover manifestación escrita que se eleve a queja.
No emito juicios rápidos. A veces creo que esta virtud me hace adaptable al índigo párpado del universo viviendo la pluma blanca de su nombre.
Si camino despacio al lado de la vida puedo paladear mi calidez tan discutida y anegar de aire mis pulmones arrancando el dolor de mis costillas. Camino despacio para ver ojos que ven, miradas que se miran y comprender que encima de mí mismo,
está la poesía escribiendo un
culo de mujer.
De espaldas a la luz proyecto sombras alzadas hipotálamo desde el ferrocarril a su diadema. Entré despacio, caminando, sutil tras dos ancianos y recordé un olvido. Necesitaba fotocopiar su vida.
En Japón al abrigo de la cámara de gas, revelé el clon que proclama mi mujer. Testigo sobrio del amor inexpresable día a día, luna a luna.
Volví a la sociedad ferroviaria y descorché el vidrio de mi atención. Aún estaban allí los dos ancianos y ella era paciente; dulce hasta el punto de resultar insinuante y mi mano en el aire dibujaba su contorno de lomo adobado, miel, cera de estrellas azulesgrises. Deseé su cuerpo de mujer, su alma y su voz pero tenía delante otro viejo que tropezaba con sus propios pasos y caía torpe hacia ambos lados. Era una serpiente sin carne, funda vacía de paraguas, capricho de la pena y la miseria que, en ocasiones, deja con vida monstruos sin cabeza, hombres sin piernas, gatos de ojos saltones, ratas de dientes agujereados. Yo quería ayudarla porque quería hacer algo que la implicase en una relación conmigo y no podía pedirle matrimonio porque casi no nos conocíamos.
La ventanilla enorme dejaba barrer su silueta con el discreto encanto de la burguesía, la mía, la del desarraigado arañazo de la soledad al reino del hades. Y me supo a miel, caracolillos de azahar, té de menta hierbabuena su mirada, su pregunta, su palabra. Quise poseerla entre los muros del entendimiento y me contenté con responder a sus cuestiones, me contenté con ser tranquilo para suavizar su garganta aún más. Llegó el instante del papel en mano, compromiso férreo en el tren hecho social y recordé el amor indescifrable con clave PGP: Really Pretty.
Así, llorando silencios vivos balón de baloncesto, acariciando discordante mi añoranza, fui consciente en su risa de que la amaba.
Pero ella era otra y otra era ella como si no tuviese casa y sin anillos en los dedos, sin aros en las orejas besase mi capricho de conocerla. Semáforo ámbar y un recuerdo para verter tinta.
En cuanto pienso en el tiempo entro en barrena y sumo en el silencio, en un vacío oscuro como la calle estrecha donde ayer murió ella.
Hoy los tigres del cubo de patatas son feroces amos de ceniceros que albergan mi desconocimiento y un poco de agua. Tigres mugrientos rugientes salvajes amarillos y negros, pequeñas abejas comehombres.
Salió con la cartera, la billetera asomando la panza en su trasero pidiendo una violación a la espera del hambre. Le arrebataron su dinero en un choque funesto. Albo se enfrentó a él que, sorprendido, gritó – déjame en paz – cuando Eustaquio agarró la tentación y huyó. Tan sólo dos segundos y Albo chilló gorrino degollado asustando al policía que disparó. Temblaron los cristales y me llené de sangre diciendo en un susurro – Eustaquio –. El se volvió aún con la pistola envuelta en humo y escupió odio contra un pobre animal de pelo blanco y largo como alfombra sorpresa que derramó su cráneo. Los ojos se espesaron con el ocre olor a pólvora quemada.
El incremento gris en el cristal fue miserable. Eustaquio yacía inmóvil con un monedero negro, tentador, colgando entre sus dedos que vestían, anticipados, el luto de su entierro.
Una viejita quieta señalaba con su uña el objeto del deseo que causase dos muertes.
El se agachó solemne como quien arranca cabelleras y escupió a su ladrón un gargajo de espuma que recorrió la mejilla en busca de sustento.
Recogió pertenencias e irguió su henchido pecho, prusiano y orgulloso. Bigotes a lo Bismark y una sonrisa hiel se me clavó en el alma.
Ante ese callejón, nunca encontré salida.
Eres, en la distancia,
Antifaro.
Guía de mi perdición.
Cuando margarita supo que eustaquio había palmado, no sintió su dolor, sintió la vida que llevaron, sintió el doloroso recuerdo de tanta cebolla, de vino quemando su garganta, de la entrada en la calle en la que vive, el recuerdo olvidado de su infancia, la ilusión perdida adolescente, frustración ya frustrada y olvidada, sepultada viva y muerta, con el olor también ocre del semen de violación, violencia en botas negras y un armazón con ojos de tiniebla violeta y amarilla, siempre con dibujitos que no tienen contorno, no tienen forma, impresión de luz en el final del párpado. Otro más, dame otro más, un poco para hoy y ya te lo devuelvo, no seas perro, joder, que siempre estoy dispuesta a hacerte un favor. no, no me jodas, no quiero, ahora no quiero, no puedo, no, ¿por qué no mañana?, ¿no puedes esperar?, por favor, tronco, que el taqui se me ha muerto, no me jodas, déjame un poco más y mañana te vas a enterar, puedo hacerte cosas… sí, son cosas nuevas, no sé, por ahí, las aprendí con él, ¡joder!, con él y ahora está muerto pero era gilipollas, si ya se lo decía que una vez le pateó a un madero y lo frieron a ostias, si es que el taqui era gilipollas, me cago en la ostia puta, era tonto, un gilipollas, eso es lo que era pero tronco, no sé, hoy no puedo, déjame en paz, ¡déjame! ¡suéltame! ¡ostias! ¡Suéltame!. Por favor, por favor, que no quiero estar mal, quiero ser buena, ser la mejor para ti, yo puedo ser la ostia, de verdad y me olvidaré del hijoputa del taqui para siempre de verdad, pero ahora dame un poco más, sólo un poquito más. Lo necesito ¡coño!. Si no te lo podías meter por el culo y con la calentura follarte a tu puta madre. ¡No!. Déjame. ¡Suéltame!. ¡No!. ¡No!. ¡Basta!. Por dios, tronco, por lo más sagrao, tío, déjame, déjame… hoy no, hoy no… no… no… deja mi ropa, déjame la ropa, ¡no la rompas hijoputa que no tengo otra cosa!. Déjame, perdona, perdona… de verdad que mañana haces lo que quieras conmigo, como si quieres que se lo haga a tu padre. ¡Coño!. Me duele. ¡Ay!. Me duele. ¡Déjame!. No puedo seguir. No quiero que me duela. Por favor, despacio, despacio… no seas bestia, ¿es que no sabes tratar a una mujer?. Aunque sea una puta, ¡cabrón!, trátame como una mujer, te va a gustar, venga, que te va a gustar.
¿Lo ves?, ¿lo ves?… No me gusta si me duele ¿y a ti? ¿te gusta?. Sí, creo que te gusta. ¡No!. Ahora no. Eso no… ¡ostias!. Deja eso. Suéltame, no, no me ates no puedo hacer nada así y te puedo dar mucho placer, venga cachorrito, venga mi bestia, venga córrete de una vez, venga que quiero que me llenes toda, quiero ser tuya, quiero ser tuya, sí, ya me he olvidao del gilipollas ese, venga, deja de hablar y córrete. Sé que puedes correrte. Estás caliente, me gusta sí, me gusta… no pares… así, sí, no pares… ¡Hijo de…! ¡No! ¡No! ¡Eso duele! ¡Para! ¡Para Animal! Dios…
y su garganta se fue quebrando, dolor insoportable la sumió en sombras y al despertar tenía en sus bragas mojadas una bolsa de jaco extra, tal como quería. Lo había logrado y casi era feliz, casi.
Ella jamás habría matado a Eustaquio pero a ese hijodeputa…
ya veremos.
Café Galache, M-20001226
Me tiemblan las piernas desde el centro del mundo donde adquirí un lado del verso entristecido. Son lágrimas que indican: también el hombre rico mea y pide algo a medias para anochecer menos solo que el amargo olor a mostaza, mistela quemada plata del río de janeiro.
Te sientes observada porque saber que escribo sobre ti, pero ¿por qué no te das cuenta de que tú sabes de mí que yo escribo sobre ti pero yo de ti no sé nada?. Soy inferior. Soy un poeta inferior e inferiorizado, soy pequeñito como una bomba de relojería escondida en un reloj de pared que no funciona, mis ojos de maquinaria vigilándote, violando tu camino.
Viene un niño picando por un duro y con la dureza de mi corazón le digo que no, no sé a qué le digo que no, pero se lo digo sin vacilar, sabiendo que es la mejor forma y me miento diciéndome a mí mismo que es ilegal la mendicidad infantil. Por un segundo me pasa por la cabeza decirle que soy policía y verle salir corriendo, asustado para certificar que el miedo es siempre subjetivo.
No sabe que hablar de eso es una crisis profunda, es un crack que se esnifa en los bolsillos de la miseria. Un ganglio ha acariciado mi codo y siento un calor que no es normal.
Catalina ha muerto esta mañana. Yo estoy de vacaciones a ritmo de cafés y panecillos dulces… ¡Qué bonita está la vida!.
Tenemos pendiente una mirada que inunde en paralelo nuestros pechos nos abrace, sublime, nos alcance en la esencia psicológica que escribe y diga: estáis enamorados.
Voy a volar a Buenos Aires. Es un nuevo continente de mi espíritu, un nuevo reto que viaje en british airways al son she loves you de sesentaydos. Es un cambio, inflexión en la pena, un paraíso lleno de cafés y ausencias, movimiento de huecos que se fueron, hablo de desaparecidos en el seno del sueño. Psicoanálisis azul grito de canario en la amargura de los peniques. Soy un poeta ínfimo y mediocre al mismo tiempo en la hipótesis del poder adquisitivo cuando te compras una casa tiempo libre de clases por teléfono esporádicas aleluyas de navidades terrenas con corporaciones enteléticas.
Lancé al aire la pregunta y se cayó. No hablo inglés y entre tus paredes viajaría al mundo nuevo del sexo en el análisis del alambre. Huevos fritos con langosta a la orilla de un despido. Hay que asumir un despido procedente de la luna, despedida alma vital pasión de miel.
Amor de mis amores, amor mío, hablo de un casablanca terminado y yo colgado de la droga escrita lanzándote un poema en las ventanas conectadas de tus ojos. Lazos tendidos por los cables de tus pestañas.
Un funcionario obsoleto asume su naturaleza y encuentra la calle oscura de la realidad, oscura y estrecha, canal de humo, tráquea embarrada en grasas de caballo mientras dos lágrimas de oro son clientes añil pilar futuro con valoración bastarda al negocio terminal y un faltón de porcelana con mentalidad conservadora.
Lo sabe.
Catalina se ha muerto esta mañana.
Yo quiero intervenir y ella se preocupa, ella se ocupa de la bolsa y del capital riesgo, habla del mango de la polla y no tiene sexo. Es una mujer de plástico quemado. Agujero valiente sin reintegro ni treces llena de decisiones sin tomar. Ella vive en mi subconsciente al lado del unicornio, en la misma calle, en la misma nube que la aurora dora de la misma balsa sin motor recauchutada para no hundirse, para abrir las barbas y poblar chabolas de inquina. Soy un poeta que no sabe qué es la poesía.
Sin embargo yo sé tanto que lamento saber y no puedo olvidar aunque se convierta en volcado y si la gente joven tienen más de treinta y cinco años éramos muy jóvenes de becas y sueldos sin cariño. Algo va mal y no está funcionando. Adoro la sota de fugas y carnaval de mierdavergüenza al fundar la guerra sin alimentos, sin medicinas, sin derechos humanos cuando la mentalidad se va al carajo y los 70 se convierten en desproducción interesante llena de bastones.
La calle es una vía, una vía sabemos qué es y amenazamos con abrir las calles y llenarlas de polvo blanco encontrado en un cubo de basura.
Condiciones amortizadas sobre la esfera estelar que tiene bolígrafos danzantes con formación y restos de tiempo. Tiempo de vida que se seca y pasa, se seca y vuela sexual entre los ideales y un cuadro que me mira mostrándome su faz de vías, de arterias.
Aún necesito una foto de vías perforadas, hálito de desesperación por mi esperanza y producción atrevida que vuele a buenos aires, se lance a calles nuevas, rompa cristales de futuro y acabe con la concepción del trabajo que nos rige.
Soy un poeta lamentable y, sin embargo, sé que soy el mejor poeta del mundo y puedo afrontar la calma del futuro. Puedo vivir mil años con deportes por hacer, régimen de ocio a pocas pesetas por minuto. Es tan triste que desaparezcan los dinosaurios como el hecho de ver un oscuro amanecer sin que brille en tu espalda y encontrar una novia en una mentalidad conservadora que necesita. Necesita una reencarnación, un mundo nuevo exige que se acabe el mundo antiguo y como no puede ser, los hermanos del pasado crispan la pena, mueven las sillas y se van, se van desaparecen cucarachitas bajo lluvia pertinaz de carcajadas canto de cisne. Sus cuellos blancos erguidos alzan la voz por entre láminas oro llenas de tarjetas de crédito y ojos pintados. Se va y desaparece cucarachita.
Catalina ha muerto esta mañana.
Rapes heridos alzan un llanto común y rasgan la cortina del atardecer que brilla en tu espalda quemándote, arañando el perfil marmóreo que te esconde, te encubre y atenaza, materia de otro mundo, de otro tiempo, espacio que se va cucarachita, pobre catalina que nunca conoció mi Margarita.
Barrido arácnido del templo, palabras que se van, rígidos versos sin sentido emitidos bloque sobrando comos.
Llueve en la calle. En la vía gotea un líquido viscoso y blanco que se funde al lado del agujero de hojalata, de latón con sangre casi sólida piedra cristal grito de muerte beso de plomo entrando, calando despacio el subterráneo, teledirigido al centro mismo del poema, donde fluyen sueños losa, sueños pómez de lava no extinta, caen en orillas de cemento adoquinado e izan alaridos de desesperación. Crisis sin tiempo y bolsa, saludos de marfil, ébano triste, arces de barro idolatría hasta arribar a buenos aires y matar sin ojos la desidia, matar un mundo que se extingue, caparazón de media tonelada barco pirata explorador de noches con salsa de silencios y palabras, versos de norte, norte y sur entre albatros almendra sórdida cuadros rupestres alma de pleno sol, de sol serrano y bravo, lleno de vino y quintales de bondad.
Hablo de una guía amarilla que se llena de símbolos y llamo proesía por no llamar mi vida. Esto, lector, es la verdad. Al fin hoy te he encontrado oculto en la maleza de tus pechos, junto al escaparate pezones en lo oscuro, lo oscuro de una calle con salida estrecha y miserable más bella que cada espejismo formulable, más linda que los pies y el alma, sorteo de lotería que todos vendemos y ganamos y cobramos y tresmil pesetas ganadoras en la ducha japonesa que me encanta.
Quiero besar tu piel de porcelana, romper el hielo que nos une y decirle a la lápida del miedo: ¡no!.
Sin embargo, me pido otro café, hoy, que catalina ha muerto.
Llueve en la vía ejércitos de paraguas en guerra permanente no evitan que la sangre riegue la base de los versos y se nublen los ojos blanquecinos, se pueblen las encías de sonrisas y balbuceen un documento que jamás será leído, poema verité atado y doliente, crisis vital en pleno augurio, a punto de nieve, a punto de nieve, a punto de morir.
Catalina.
La han recogido esta mañana, un funcionario reciclado, moderno y hasta guapo, con internet en casa y doce gatos, un crío en la nevera del que va desgajando cachitos congelados. Para eso existe el microondas.
Pero no catalina
o sí,
yo ya no sé, yo sé que soy
poeta y me dejo ir, sin ir
me dejo llevar, sin llevar
me dejo todo lo demás
en el vacío impotente de mi pluma
que ni siquiera lo es
y procuro olvidarme de esa sidosa yonki que se murió esta mañana, bajo mi ventana, con una sobredosis de realidad.
Son miedos subjetivos.
Pero no me agarran, no me limitan y por eso vuelo de Iberia a la Argentina, en busca de la plata, la plata en la mirada veneno de serpiente verde y rigurosa, un sarpullido de pelo por un cuerpo manchado sudoroso que no alcanza a entender silencios y palabras. Pobre poeta autocompasivo. No vale una peonza de ruido arturo en alto escollo contra la honestidad de su estirpe. Es un pobre poeta que canta, ruido molesto de aires acondicionados, condiciones favorables para engullir el tiempo de los asesinos y melena alterada como el pulso sin aliento, sin crisis y sin ideales, real a calle oscura estrecha desengaño que llena de poesía mi proesía, de palabras mi silencio, lava todos los pecados del mundo, los olvidos sin garra abrazaderas de 747 con Felipe mostrándome el camino, una tabla de horas y los quesos bajo la pituitaria ensangrentada…
La sangre es un bonito elemento en la lista de tales y cuales, de homero y la insidia, la guerra de los mundos, honores que se fueron donde ya nunca cuecen lentejas y vigilan el paso del vapor besando vidrios protectores. Funcionarios muy guapas ballenas de musgo y clín desarrollan sirenas para no poder follarlas y reír, reír bajo su influjo otro gris amanecer, otra mañana azúcar de asumpción en babilonia ciega, sin ojos, sin barbarie que abra la mirada que nos ha de llevar mañana a buenos aires, pasado a granadina en los dedos ligeros del guante que me estranguló. Es un tiempo perfecto para no serlo, es una palabra y sólo eso, soy un poeta y escribo lo que quiero; ya tengo menos miedo, ya te siento lector próximo y cierto versando y verdeando un pequeño-pequeño gorgojeo que rima y se atribuye mitad de mi victoria en la estación de la duda, donde la desdichada era arrastrada bajo una mesa a golpes de zapato. Allí la violaron seis hombres a cual más paternal y le obligaron a beber humo de su propio pecho, humo de su propio sexo y bebió y se embriagó y quiso olvidar el tiempo de los asesinos y no pudo, nunca pudo y la calle la absorbió, la calle inevitable, la calle de sus vías, arterias sin foto para una portada triste, vestida de miseria. Allí alcanzó la duda, la eterna solución a un problema que no existía. Catalina no pudo evitar su violación. No pudo. No pudo y lamentó tanta impotencia, le dolió la vida a aquella hora, crisis de muerte sin fin, crisis de alma, sus labios se cerraron y funcionarios obsoletos llenaron de locura y lágrimas un pecho acribillado sin paraguas.
Ellos escaparon a su destino y ríen entre ellos el sida contraído, ríen sin parar de soltar dientes al suelo. La mesa era azul.
Con una balandra blanca en la espalda, cajón simulando vetas de magro, un cartel de la sociedad protectora de animales que no evitó los golpes. Su padre la estrechó a patadas contra un fondo sin fondo y la violó. El era seis hombres y escapó a su destino. Ella murió esta mañana y aún rezuma gotas de desesperación su codo amoratado.
La primera ceja se quebró en tres zanjas y la cálida lágrima se tiñó bermellón mejilla ajada. Las uñas se clavaron en sí mismas, se volvieron suicidas y cerradas, mordieron el hueco de sus palmas y el silencio se hizo su palabra. Murió y no lo supo su inocencia de niña con seis años. El zapato vistió eclesiástico costado. Se mordió la lengua y la sangre tragada se tornó derrota, se volvió amarga hiel y atravesó su esófago para residir en su alma. La mesa era azul.
Era azul y su mirada blanca ya nunca era blanca, ni su voz fue su voz. No gritó y se acabó su vida en tanto silencio perforado por una polla sucia, envenenada de mierda y de rudeza. Grafito arañado en la semenilidad precoz de un padre sin nombre. Arrugas en mi voz me impiden seguir relatando el fondo de la miseria.
Catalina se ha muerto esta mañana.
¿Qué te parece?
Yo quiero gritar el grito que no grito, quiero limpiar la calle y no ser un funcionario obsoleto, repleto de galones, que le diga al pueblo su función y cante por detrás de un derribo por abuso un motivo azul, azul mesa veteada de magro y sangre, veteada de vejación y de silencio, semen azul, lágrima azul, vida azul en la calle estrecha y oscura de la realidad.
Estoy loco por tus huesos y no olvido, no existe el olvido, no existe el perdón porque dios está muerto y sus ojos en blanco llenos de recuerdos y miedos subjetivos se cierran por manos obsoletas y escupen su fútil rebelión al fondo de una morgue que no protege del sol del verano en buenos aires.
La american express ha pagado mi deuda. El tiempo de los asesinos es un libro curioso y yo sigo siendo un poeta a punto de escribir la historia de mi vida o mi primera novela y contarte, lector, porqué margarita no conoció a nadie, ni a sus querido eustaquio de la calle del carmen ni a catalina ni al resto de personajes que no son míos, no son míos no yo suyo. Ni siquiera quiero recordar a Miguel, basko solemne rehecho y contrahecho, soy sólo un gran poeta queno sabe casi nada y lo que sabe le estorba. Me siento tecnólogo avanzado en mar de peces de colores. Me muerden en el estómago pequeños-pequeños ruibarbos amarillos en el submarinismo de un coral desde la luna, submarinismo de huida, encuentro y recuperación, esbozo de escape sin alfileres clavándose en mis ojos.
Catalina se ha muerto esta mañana.
No termino de ver la forma de actuar y activos de clientes adoran dioses de nata y canelones. Sacaré un carrillo rosado del bebé del frigorífico y lo freiré. Lo asaré al jugo de mi no-olvido, mi miseria miseria social que no perdona mi vuelo a buenos aires en british solicitando no fumador junto a las alas para salir primero en caso de emergencia.
Te confieso que no tengo bebés congelados, que me da miedo guardar una bolsa maría en el armario del que no sé salir y sus abrigos largos cubren las pruebas que dejan sus perfumes asesinos.
Cosas del tiempo: ha dejado de llover. Ya no hay paraguas y tiemblo. Me tiemblan las piernas y las manos, la incertidumbre me absorbe y lloro. Son palabras de otro entonces, las pieles brillaban bajo el atardecer y sus miradas rompían mis ojos inocentes, arañaban mi espalda intacta con su risa, desprecio nazareno en busca de un belén. Me estoy volviendo navideño mientras se alejan dos picos de ceremonia impía en la cabeza diminuta muñecagafassonrisasilueta en un avión a londres, en una cafetería, en el fondo de un subsuelo… donde absorbo lecturas y farolas, abro mi pecho y reviento miserable en Letras, llenando de aire y condiciones el misterio.
La materia prima se perfila, el diamante bruto se dibuja, tengo temperamento y herramientas, horror cauterizado, un alma por comprar para llenar Ivanes, tengo anas y sueños de calles, de arterias, sonetos sin versos, tonterías que no vienen a cuento y relojes acariciándome, tratándome bien, queriéndome, regalándome su tic-tac imparable despertándome con sonrisa de luz con luz de niña entusiasmada, levantándome con un villancico mantequilla y luna entre dos medias, entre su sexo y su risa, sobre las estrellas de su alegría, los tintineantes terremotos de su abrazo, su mirada sin hielo, sin esa distancia que abrasa mis ojos sin distancia, sin hielo y lloramos la felicidad en el olvido y el perdón inexistente, alzamos un dios de fuego y algodones, izamos bandera iluminada, piadosa de miseria y de misterio, colacao ivanzado entre los dedos que calzan el amor en flor. Palabra que llena mis silencios y me puede, me derrota y me arrastra, me abalanza al día sin sueños, sin cristales, olvido del azul y un mar de dicha invade mi pecho y mi mañana, visito el Galache y no te olvido, no olvido su quererme incomprensible, su masa de pasión tan divertida, no olvido su verdad, su beso en la escalera, su mensaje abanico de azahares, su olor tacto suave voz de terciopelo, no olvido que todos mis sentidos ya son suyos y no tiene ya más.
No olvido que, también, esta mañana ha muerto Catalina.
¿y tú?.
Café Jamaica, M-20001221
Me vuelvo a sentir tentado por la puerta abierta ante mi espíritu redondo. Quiero saber el fondo de mi alma, esncia de alcanfor y porcelana. Frágil hembra de crin dorada avanza en la lluvia de sol que se vierte en las orillas de mi pecho.
Vienes a mí al alba a buscar un pan siniestro que vulnera tu silencio, viola mata arranca los pelos de mi barba negra jabalí cuando la gente cretáceo enamorado abraza religiones arañando vistas de sisontes.
En medio de tus dedos late la inexperiencia de masturbaciones notándose camaleón de bruces azucareando otro vuature que rombea las arcadas del vómito final.
¡Es noche vieja!
Venía caminando y me sobresalté porque abelardo estaba apoyado en la pared del parking y no entiendo porqué mi sobresalto, no entiendo mi miedo a un nombre de muñeca gritado bajo rojo patxarán que trina y trina. Sonrisas de niña apuntan con balas de mercurio envenenado, balas de puerta abierta, de mundo por descubrir y pómulos prominentes se clavan en sus pezones circunspectos de torso sirena cieloprimavera cuando empieza el invierno empieza todo empieza por un verano tórrido.
Las lágrimas de abelardo mojaban la pelliza tras un ancho traje verde incienso entre su barba gris. Esqueleto de mariposa bailando al ritmo de flauta sin agujeros, un símbolo de ncsa y sobrecogedor paraguas a la espera del aire por respirar.
Vorágine de culos me persiguen mientras eremita pliega garfios en torno a su cigarrillo. Son culos abrazables, culos de orgasmo sobre pantorrillas brillantes, brillan de cera y avecrém y brillan, brillan luna llena de sibilante penicilina que salvará mi tinta salvará mi encanto violador.
Llegué a su lado y le dije que los euros no son algo para asustarse y me miró como habiéndolo esperado toda su vida, como esperando en casablanca aviones en la niebla.
Rubios culos sin sexo y sin secretos, esfinges verdes venenosas que se enlazan el día d a mi ventana para contarme tres despidos y un rayo de ópalo abriéndose camino el día de la lotería cuando todos volvemos a ser pobres.
Vanesa está sentada frente a mí
pero me da la espalda
aunque si ella supiera
todo lo que me da
no me daría
ni una mala sonrisa amarillenta
llena del verde de su cara
bronceado su contoneo
una baranda metacarpio
para navegar
hasta el puerto de sus labios.
Vanesa habla despacio vapuleando el misterio
creando aire de orgasmo acumulado
cargado de semen, agrio y conectado
al brillo intencionado de su pelo.
Se sienta como si nada
siento anhelo brutal intolerable
por rodearla de bolígrafos enhiestos
que salpiquen de tinta su mirada
y no pueda olvidarme
y quiera darme la espalda
sin dármela siquiera
abrazar un instante
un silencio, una palabra
independiente
serena en la distancia
pero me da la espalda
aunque si ella supiera
que se llama vanesa
que su nombre ahora es mío
que la he robado el alma
fotografía india en la penumbra
del pliegue de sus ropas que caen en el vacío
que bajan mis ojos llenos de terciopelo
adorado y caliente
roce de mis dedos en su cuelo
bals de sexo que rompe en mil pedazos
universo de plumas
camas azules en la niebla
en la nieve en vapor
bajo su ropa que cae,
despacio
en el vacío
se quema sostén de fuego en sus rodillas
mil lenguas penetran sus sentidos
y ella, como si nada,
sentada enfrente mío
ignorándome
me olvida y no me olvida
con crisis de milenios
rompiendo el corazón
y mis pelotas
acariciándome
vanesa
toca el ratón de árboles binarios
quiero matar la tienda de la esquina
para poder decirle todo suyo
gritarle al oído un dinosaurio
con solidaridad de vidrio que se oxida
verde lejano
al tiempo que se escapa,
palabra,
por mis labios.
Quiero escanearte con ojos cargados de libido asesina
enamorarme del roce de tus labios
beber contigo la miel de tu misterio
hasta que tus dientes me despedacen vivo
y me convierta
contigo
en un pasado.
Árbol de navidad que sin guirnaldas luce
vente a mi casa y llena mis vacaciones
con el marco de tus ojos atrapado en mis ventanas
la metralleta de tus dedos en mi espalda
tu sexo y el mío
tocando
las doce campanadas.