La humanidad y las lenguas

He estado leyendo sobre la expansión bantú.
Todo ha empezado por mi interés por la paleontología lingüística que se remonta a mi interés por el origen del euskera. No podía comprender que hubiera un límite al conocimiento, como el no saber a ciencia cierta la filiación de un idioma vivo. Esto me recuerda lo hiriente que me resultó en su día la comprensión del principio de incertidumbre de Heissemberg. Pero quizá esto requerirá otra entrada en este recién nacido blog más adelante.
El caso es que, sabiendo de su existencia desde hace más de 3000 años, no se ha podido aún determinar su parentesco con otras lenguas del planeta. ¿Cómo se puede no saber algo así? ¿De dónde procede este límite al conocimiento?
Cuando empecé a estudiarlo, me di cuenta de una obviedad que nunca antes había pensado: el registro de las lenguas de manera “histórica” tiene su origen en la escritura, propia o ajena (mención aparte requieren casos tan especiales como el japonés, de tardía escritura y origen tan antiguo como desconocido). Es decir, antes de, pongamos por exceso, 6000 años, no hay forma de saber qué se hablaba dónde. Sólo cabe especular.
Repito: era una obviedad, pero no me había parado a pensar en lo importante de la escritura hasta ese momento. Más o menos por la misma época comprendí la relevancia del lenguaje en el progreso técnico de la humanidad: sin lenguaje, no habría herencia cultural. Otra obviedad notoria.
Con mi interés por el origen de las lenguas, procedí, por mi cuenta, a buscar información y compilarla de las distintas familias lingüísticas del planeta. Las que hay y las que puede que hubiese habido. Cómo no, comencé por la familia Indouropea. Esto acabó siendo un trabajo un tanto hercúleo y, por otro lado, tenía la sensación de estar inventando la rueda. Ya hay gente más preparada que yo que ha pasado por estos mismos sitios, buscando lo mismo y creando archivos más o menos interesantes al respecto: remito sin pensármelo a la wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Familias_de_lenguas) y a una web que encontré especializada en este mismo tema (http://proel.org/index.php?pagina=mundo). A su vez, le debo cierto agradecimiento a una copia del MicroSoft Encarta que utilizaba; en particular, la herramienta del “investigador”, me resultó muy útil para la clasificación de cada uno de los subgrupos de lenguas indoeuropeas.
Pronto oí hablar del proto-indoeuropeo y, lo que me llamó mucho la atención, ingenua siempre, observé el vínculo entre los estudiosos de las lenguas y la historia con el racismo. Del indoeuropeísmo se pasa pronto a hablar de raza aria y luego… Bien es verdad que parece que la única (o una de las más potentes) forma de afrontar esta limitación de conocimiento que supone la no existencia de testimonios históricos es lanzarse a investigaciones genéticas y, de ahí, rápidamente a la sustentación de la idea de las diferencias raciales asociándolas a diferencias culturales. Si mezclamos esto con el eurocentrismo imperante desde el SXV en la civilización occidental, tenemos un inmediato auge de la justificación del racismo.
Volviendo a los bantúes, he estado viendo cómo se desplazaron, colonizando (no es un proceso sólo europeo) e invadiendo las zonas del sur de áfrica, por supuesto, compitiendo cuando no eliminando las preexistentes razas o culturas. Su evolución puede verse en http://es.wikipedia.org/wiki/Bant%C3%BA muy gráficamente.
Después me ha llamado la atención cómo se pasaron a denominar bantustán a las regiones falsamente independientes que se usaban como lugares de apartamiento de las personas de razas no europeas durante el aparthaid sudafricano. La palabra bantustán está compuesta de un morfema bantú (gente) y de un morfema farsi o persa, stán, que significa tierra de. Es curiosa una composición entre una palabra de una familia lingüística y otra tan alejadas como la Níger-Congo y la Indoeuropea.
Parece ser que ahora se está empezando a usar la palabra bantustán como sinónimo de estas prácticas segregacionistas, por ejemplo en lugares como Palestina. Lo que me resulta curioso del tema es que esta palabra sea fruto de una colonización y al mismo tiempo dé fe de la globalización que acarrea.
En 1905, los bantúes fueron sistemáticamete exterminados en lo que se conoce como el primer holocausto del SXX. Un militar alemán (Lothar von Trotha) se encargó del genocidio de decenas de miles de personas en lo que entonces se conocía como el África Occidental Alemán, algo así como la actual región de Namibia. En el S XXI, algunos de los descendientes de este hombre, fueron a disculparse ante los descendientes de los supervivientes. Durante aquel crimen, se afirmó que no tenían derecho a los básicos cubiertos en los tratados internacionales porque no eran humanos, sino sub-humanos.
¿Quién puede decidir quién es humano?

Esto no es una broma