Leo en un periódico que Obama habla a los EEUU de su riesgo a dejar de ser el faro del mundo, de volver a enfrentar una amenaza como la del bloque tras el telón, amenaza al orgullo de una nación orgullosa, de un pueblo convencido de su superioridad moral y después leo los comentarios de la gente que está dividida entre a favor de EEUU y en contra de EEUU. No hay otra opción, parece ser.
Pues bien, no es correcto: la decadencia no es de EEUU, la amenaza no es contra EEUU, el peligro no es sólo para EEUU. Al mundo occidental post-imperialismo (incluso post-neoimperialismo) le quedan los días contados.
Cuando el señor Zapatero negaba “la crisis” yo, por momentos, pensé que era tan inteligente como para darse cuenta de que en realidad no era una crisis sino un cambio de paradigma, de escenario y que hablar de crisis alimentaba la ilusión de una recuperación. Después me di cuenta de que era por otros motivos, ya fueran electoralistas o calmantes, pero no los mismos que yo pensaba. No se trata de criticar a este presidente más o menos presentable, puesto que cualquier otro en su situación habría tenido que hacer, más o menos, lo mismo. Afirmar con una mirada habitualmente tachada de catastrofista o apocalíptica esto de la decadencia de occidente habría sido no sólo criticado sino que habría provocado un aluvión de consecuencias como desplomes de mercados basados en la confianza (fiscal, especulativos varios…).
Y ahora Obama habla ya claramente del riesgo a ser superados por países que hasta hace poco se consideraban del tercer mundo. Sí, eso es una revolución. Seguramente no es la revolución que a mí me habría gustado, pero siempre he sido un idealista con los pies alejados un par de palmos del suelo.
Europa-EEUU tuvo su momento histórico: comenzó su hegemonía mundial con el nacimiento del concepto de nación contemporánea allá por el SXV. Repasando brevemente: Inglaterra y Francia dan por terminada su contienda de 100 añños, Castilla y Aragón se fusionan en una unión mayor, Rusia nace al mundo, cae el Imperio Romano de Oriente, los Jagiellon polacos alcanzan su máxima expansión, los Habsburgo comienzan a paralizar al amenazante Imperio Otomano y constituir una de las potencias centrales de Europa […] y, sobre todo, varios de los países se lanzan a una “colonización” o exportación de la cultura occidental más allá de las fronteras europeas que será la norma hasta esta inflexión que nos está tocando vivir.
Durante este periodo (del SXVI al SXXI), además de la consabida explotación de las colonias y las luchas por la hegemonía mundial dentro de las fronteras europeas entre estos países, lo que dió lugar a los conflictos más espeluznantes imaginables, se produjo el desarrollo de la tecnología de producción, mediante la llamada revolución industrial y el desarrollo de algunos de los derechos sociales que ahora llamamos humanos. Pero la civilización occidental se impuso por lo primero y no por lo segundo. Impuso, gracias a su capacidad económica y militar su hegemonía mundial, primero unos, luego otros, de estos países que necesitaban para su crecimiento una expansión continua. En un espacio acotado este planteamiento es claramente inviable. Hace tiempo que chocamos con las paredes. Pero otros globos están comenzando a inflarse y Europa sigue anclada en sus globitos del SXVI (no hace falta más que observar un mapa de la época, para ver que las cosas han cambiado poquito). El espacio acotado hace que si unos se inflan a otros les toca desinflarse.
Durante la Guerra Fría ya tuvimos ocasión de comprobar que el telón era algo así como una membrana que se podía mover más allá o más acá, pero no ocupando nada desocupado. Yo, infantil, soñaba con tierras ignotas y descubrí pronto que eso ya no existía en la tierra, que todo era de alguien, que todo estaba repartido, que no podía ser ocupado sin guerra de por medio. Y también que el acceso a la tecnología occidental de la que habían hecho gala las potencias imperialistas estaba al alcance de todos los países.
Pero basta de hablar de países… EEUU ya no existe, Europa y sus globitos ya no existen, los innumerables miniglobos africanos no existen, ni los sudamericanos ni… sólo se habla de “el mercado” como un ente abstracto que domina el patio. Y esas manos negras del mercado están repartidas en todo el orbe como si fuera su feudo unificado, se mueven por acá y por allá haciendo y deshaciendo: ¿EEUU va a caer bajo la hegemonía China? Hace tiempo que cayó. Pero no ante China, sino ante “El Mercado”. ¿Y China, entonces? China fue la herramienta, el martillo, el arma que “El Mercado” usó para librarse de occidente y su concepción nacionalista del mundo. A “El Mercado”, Occidente y sus derechos humanos, sociales, le molestan y lo sabemos. Lo sabemos todos pero somos parte de “El Mercado”: somos su mano de obra, su cliente y su dueño, no podemos escapar de nosotros mismos. “El Mercado” somos todos. Y, a todos, nos toca ver cómo “El Mercado” cambia de horizonte, cambia de esquemas, propone una nueva situación en la que no seremos sino recursos… si es que no lo éramos desde hace décadas. ¿Cómo habría sido el mundo si la civilización occidental se hubiera preocupado más por desarrollar esa segunda línea, la de los derechos humanos, la de la democracia, la de la igualdad, la libertad y la fraternidad?
Me temo (y esto sí es apocalíptico) que ya es tarde.