Ayer me sorprendió la noticia de que la presidenta de la Comunidad de Madrid anunciara su próxima operación de Cáncer de mama. No es muy común que sepamos tan claramente lo que pasa en la salud de nuestros dirigentes.
He de reconocer que no sentí demasiada empatía, ni siquiera un poquito de compasión, aunque tampoco es que me alegrase de su desgracia. ¿Qué le voy a hacer? No se granjea precisamente simpatías.
Pero luego lancé una segunda pensada al asunto y me di cuenta de lo triste de la situación: es posible que no gane, por esto, las próximas elecciones. No lo lamento, no. Pero sí lamento el porqué creo que no las ganará.
Ayer comparé el futurible fracaso de su candidatura con el estrepitoso debacle de McCain en EEUU. Nadie quería votar a un presidente que posiblemente no acabaría vivo su mandato. Y un importante sector de los republicanos no ve con buenos ojos a la “Esperanza” del partido, a la peligrosa por radical Sarah Palin que, supuestamente, en caso de fallecimiento del presidente, habría ocupado el cargo y desempeñado sus funciones. Las de la presidencia de un país hasta hace poco considerado omnipotente.
Me resulta penoso pensar que los madrileños seguirían votando en mayoría un modelo de sociedad neoliberal insolidario, especulativo, privatizante, que supone el desmantelamiento del estado de bienestar de manera drástica, excepto para quienes tengan la capacidad económica de mantenérselo en privado, un modelo hipócrita y racista, que a veces se viste de modernidad para, rascando, oler a rancio franquismo dictatorial, un modelo católico nacionalista, que genera a cada momento mayores desigualdades sociales dentro de una misma comunidad, que apuesta, no por la repartición de la riqueza, sino por la generación de riqueza aunque no esté distribuida horizontal, sino verticalmente.
Veo y siento cómo desaparecen los colegios públicos o cómo se reduce su calidad, quedando relegados a lugares donde se forman los inmigrantes, hasta el punto de que profesores de educación pública llevan, si pueden, sus hijos a colegios privados. Veo cómo se ha entrado en una crítica injustificada de la seguridad social y su atención médica, de manera que sea razonable prescindir de parte de sus servicios, sustituyéndolos, para quienes puedan pagarla, por sanidad privada (que, cuando quiebra o estafa no puede ser más que ligeramente sancionada, como es el caso de la Sociedad Médica Ferroviaria, por ejemplo). Las carreteras de acceso a la ciudad se fortalecen con autopistas de peaje, pero se dice que se apuesta por un transporte público que siempre funciona insuficientemente para la densidad de población de la capital, que aumenta de precios continuamente desde hace años, haciendo mucho más rentable el transporte privado.
La Comunidad Autónoma de Madrid es algo un tanto artificial, razonable, pero artificial. Es razonable que, dado el centralismo de un país como España, Madrid esté parcialmente aislado de otras comunidades a las que habría expoliado para repartir los recursos asignables.
Es también interesante que la presidencia de la comunidad mantenga un diálogo exigente con el ayuntamiento faraónico de la capital. Y, aunque sólo sea por cuestiones aparentemente personales, parece que así es, incluso entre Gallardón y Aguirre, miembros del mismo partido político.
Tampoco creo que Esperanza Aguirre sea la única responsable del modelo económico que nos creemos como irreemplazable, pero sí es una de las más duras defensoras de un modelo que juzgo indeseable.
Claro que es mi opinión. Faltaría más. Esto es mi blog.
Ahora, puede que otros partidos tengan alguna posibilidad de competir con el dominio mediático que se aseguró de dominar el equipo de Esperanza, con una Telemadrid tan panfletaria que resulta irrisoria, con una asociación bien orquestada de la publicidad de la comunidad con la propaganda del partido. Si Goebbles levantase la cabeza estaría tan orgulloso de saber cuánta gente le secunda y le utiliza…
Pero, ¿por qué convence y motiva su modelo?
Creemos en la posibilidad de salvarse sin mirar atrás, salvarse sin pensar en el futuro, el éxito es ahora o nunca, no hay más que lograr sobresalir para dejar de sufrir. Y todo está justificado para mejorar las condiciones económicas propias y de la propia familia. Y la familia es lo importante, lo único importante. No la comunidad en la que habita, sino sólo y exclusivamente el núcleo familiar.
Poco a poco irá transformándose el concepto de familia (espero) y la insolidaridad irá disminuyendo… quiero creer.