Energía, energía, energía

Los próximos conflictos armados o no, vendrán derivados de la dependencia de consumo energético que tiene Europa y Estados Unidos de países como los del Golfo Pérsico.
En la segunda mitad de 1942, las fuerzas del Afrika Corps dirigidas por Rommel se batieron contra el Imperio Británico en El Alamein, Egipto y fueron derrotados por Montgomery. ¿Por qué atacaron? Entre 1942 y 1943, la Alemania entonces NAZI, se vio envuelta en una batalla que hizo que comenzase su declive: Stalingrado. (La actual Volgogrado) ¿Por qué?
En ambos casos, si uno mira un mapa, verá que hay algo en común: eran rutas hacia la fuente principal, entonces, de recursos petrolíferos. Por muchos tanques que tuvieran, sin combustible, lo único que podían hacer era estar parados, esperar su muerte.
Nada ha cambiado tanto.
Pero la guerra es de muchos más modos y en muchos más frentes que antes.
Se introducen naciones que plantean problemas locales (Israel), se boicotean gobiernos, se establecen guerras paralelas que encubren la principal (Irán-Iraq) y las estrategias siguen variando: Obama se ha dado cuenta de que la anterior no funcionaba. Veremos si su nuevo enfoque nos permite seguir viviendo bien a costa de que otros vivan mal.
Y mientras, Europa que no espabila.
Seguimos como la Alemania Nazi dependiendo de accesos terrestres a las mismas áreas (salvo la provisión de Gas Natural principalmente que nos llega de Argelia y algunas pequeñas producciones a alto coste del Mar del Norte). De esto dependerá la entrada o no de Turquía en la UE. De esto dependerá la aceptación del empleo generalizado de la Energía Nuclear, las relaciones de dependencia de Ucrania o Rusia y sus batallas particulares para ver quien se hace con el poder de dominar Europa sin necesidad de invadirla.
Y mientras, Europa, sin ser Europa.
Ay, la crisis actual (financiera, dicen) no es ni más ni menos que una pequeñez comparado con lo que se avecina.

La gala de internet

Ayer vi por TV la gala de los Goya.
Es curioso ver a un señor como Alex de la Iglesia, a quien sólo conozco por su trabajo (desde la maravillosa risa de Mirindas Asesinas o Acción Mutante), cómo cambia de chaqueta o de opinión. Hace unos meses criticaba abiertamente el uso de Internet para descargarse cine; ayer opinaba que el uso de Internet salvaría el Cine.
Yo vivo en el centro de Madrid porque hay cines. Esta frase la he repetido hasta la saciedad. La repetí incluso a la inmobiliaria que un día me ayudó a encontrar esta casa en la que habito. He estado orgulloso de vivir (y aún lo estoy) en el centro de una ciudad como Madrid, entre otras cosas porque había un gran número de salas de cine a la antigua usanza.
Imperial, Rex, Palacio de la Música, Avenida, Rialto… y los Luna! Adoraba los cines Luna, en los que pude ver infinidad de películas de las llamadas comerciales pero en versión original subtitulada.
Ya no existen. Ahora son comercios de ropa.
Mientras estos cines cerraban, he de reconocer que tengo un proyector de películas en mi casa, que tengo varios ordenadores conectados a Internet permanentemente y que incluso mi sintonizador TDT se conecta a la red y es capaz de proporcionarme algo casi parecido a una televisión a la carta.
Mientras estos cines cerraban, he conectado toda la electrónica de sonido a un amplificador que unifica la salida de audio y consigo tener una calidad mayor que muchas de las salas que aún perviven.
Adoro ir al cine.
Es verdad que tiene algo mágico eso de meterse entre un montón de desconocidos y desconocidas a disfrutar de una emoción común. Aún se me ponen los pelos de punta recordando los buenos cinco minutos de silencio después de que se hubiese apagado la última luz del cine Alphaville cuando terminó la proyección de “Bailar en la oscuridad” o las muchas lágrimas contenidas en tantas y tantas películas al lado de mi amada Carmen.
Todo eso es verdad. Pero voy menos al cine.
Cuando dejé de trabajar en trabajos que me proporcionaban una nómina más o menos regular, me di cuenta de que era un gasto que podía reducir. Ahora voy como mucho una vez por semana. Llegué a ir hasta tres veces al día, cuando vivía cerca de la Filmoteca, en la calle León, junto al Cine Doré.
Incluso, trabajé de crítico de Cine… y tuve la maravillosa oportunidad de entrevistar a Iciar Bollaín a quien aproveché la ocasión para preguntarle sobre el futuro económico del cine español. Mucho antes de leyes Sinde y otras tonterías similares. Esta mujer tenía muchas buenas ideas y espero que, si finalmente es la presidenta de la Academia de Cine, las ponga en marcha.
Ayer, por fin, vi que Alex de la Iglesia no se refería a los “internautas” como piratas sino como ciudadanos y es que esta es la verdad: no son o somos gente distinta a cualquier otra, sino algo que hacemos de cuando en cuando y cada vez más.
Tengo todo lo que puedo en Internet. Ya no quiero objetos. Nunca los quise, pero eran útiles, como ahora es “la nube”.
Quiero servicios.
Quise que los señores de los vídeo-clubs se dieran cuenta antes de que abandonase la costumbre de alquilar vídeos. Les pedí repetidas veces que tuvieran la cortesía de informarme antes de perder 2 horas en la tienda de si tenían tal o cual película con una base de datos disponible en Internet. No supieron o no quisieron adaptarse y desaparecieron. No es que yo no quisiera pagar, es que ellos no sabían o no querían darme lo que yo quería.
Mis padres hace tiempo que están dispuestos a ver sus series preferidas conectando su portátil a la pantalla del televisor. Estarían, incluso, dispuestos a pagar pequeñas cuotas por ello. De hecho, contrataron Imagenio, de Movistar, que sí saben adaptarse a los nuevos tiempos y pueden ver muchos más canales.
Y para los sibaritas como Carmen y yo, Imagenio nos ofreció un servicio de venta por catálogo en el que puedo realizar la selección de la película y su visionado durante un plazo de 24 horas o más. Por 3 euros la película. Y lo pagamos. No tenemos ese servicio en casa porque tengo cierta tirria a la antigua Telefónica y sus prácticas monopolísticas, pero ese es otro tema.
El caso es que Alex lo explicó bien, el Cine como yo lo conocía hace tan sólo 10 años ha cambiado… pero el precio del suelo también. Parece que lo que ha cambiado poco son los sueldos y el empeño en querer vivir manteniendo un sistema de vida obsoleto.
Espero que la próxima película del señor de la Iglesia (que no es el cura) se pueda ver directamente desde una web, medio pago de una cantidad pequeña. Es viable, es fácil. No hay excusa para decir que tenemos que seguir comprando un objeto (DVD) que no quiero, que me parece antiguo, incluso en BlueRatas.
La Ley Sinde es una ley del siglo XIX.
La nube es lo que quiero. No quiero, ni siquiera, tener que bajarme películas. Las operadoras de comunicación ya lo saben y están avanzando en esta dirección. La batalla es entre las discográficas tradicionales, incapaces de adaptarse a Internet y su infinidad de servicios (rentables muchos), contra las compañías de conexión a Internet, las ISP de toda la vida (de la mía vaya).
Y no pienso dejar de ir al Cine, al lugar donde se produce esa magia especial… pero siempre que me cuiden, porque estoy un poquitito harto de que las salas se reduzcan, la calidad del sonido no supere ni de cerca la de un sistema 5.1 Home Cinema, y el precio siga subiendo. Ahora, eso sí, cuando tengo que elegir qué película ver en el Cine, en una gran pantalla… que cada vez hay menos, siempre elijo aquella que da prioridad a lo visual, para las que dan prioridad a un mensaje más o menos moralista o a unos diálogos más o menos ingeniosos, me vale de sobra mi proyector, en una sala en la que puedo acariciar el silencio. Este es el espacio para el cine español. Esta es la mejor manera de competir con el cine made in USA.
Aunque, y esta también es otra cuestión, comparar el cine español con el norteamericano no es justo: EEUU tiene una población y una industria cinematográfica muchas veces mayor. Pero ¿por qué no más coproducciones como También la Lluvia?
En Europa tenemos que ser capaces de ir hacia la unidad también en esto, con el respeto hacia las minorías, con una concepción federal pero fuerte, grande y que pueda competir en recursos con el cine USA. Pero claro… si hasta en España esto parece difícil.
Mientras venía hacia casa de dar una clase me he encontrado a una mujer en un semáforo diciéndole a otra que porqué tenía que titularse la película ganadora “pa negra”, que podía ser “pan negro”, y en algunos foros de Internet comentarios tales como que no financiemos cine Catalán con recursos Españoles. Está claro: seguimos siendo unos pueblerinos recién salidos de provincias. Y esto se extiende por una Europa que no se ve más cerca de Una Europa.
¡Ay, Alex, te olvidaste de esto!
Cannes es lo más parecido a la entrega de los Oscar, pero ¿Y si hubiese un verdadero cine de producción Europea y unos premios de una academia similar?
Necesitamos Europa. Tenemos Internet.
No queremos objetos del pasado… y va por tantas cosas…

El humo

Tengo sobre mi cabeza
el humo de la ciudad
el humo del tabaco
de los coches
de las calefacciones
de toda la industria
del progreso.

Tengo sobre mi cabeza
la responsabilidad de vivir mejor
pero no es yéndome a otro lugar
ni cambiando el lugar
sino cambiando-me.

Tengo sobre mi cabeza
mi modo de vida
mi manera de vivir, que es lo mismo y no es lo mismo
eligiendo
decidiendo
consciente
responsable
libre
coherente.

Tengo sobre mi cabeza
la idea de que la vida no es su duración
sino su intensidad
que vivir es apostar por una forma y un contenido
como en un poema
porque sin poesía
no tiene sentido la vida
por más humo que pueda
evitar
en mis pulmones.

Tengo sobre mi cabeza
una mano que acericia mi pelo
que acaricia mi mente
que acaricia mi alma
que abraza
que ama.

Tengo sobre mi cabeza
una nube de polvo
pero soy polvo
y en polvo me convertiré
porque mónada soy pulverizada
y no hay modo mejor de estar que tan disperso como un billón de partículas subatómicas disueltas en un magma de silencio del que broten palabras del que broten amores del que broten deseos del que broten intenciones del que broten acciones del que broten otros magmas conteniendo partículas subatómicas disueltas en silencio.

Los bombardeos de correo electrónico

Cada cierto tiempo nos toca (a Carmen o a mí) enviar mensajes publicitando nuestros cursos, monográficos o algunos eventos que consideramos interesantes. Es la parte más pesada de mi trabajo en esto de la divulgación de la poesía en talleres de enseñanza no formal. Me gusta esto de lo de enseñanza no formal. Parece dar una buena descripción a lo que son: algo que ocurre dependiendo de las circunstancias, de la gente que acude a ellos, de los vaivenes de la vida, no aferrados a un programa rígido preestablecido. Sin embargo, con el paso del tiempo, voy estableciendo una especie de estructura más y más fija, más y más predecible y noto que es algo que agradecen los asistentes. Siento que se apoyan en esta idea de que lo conocido es seguro.
Y me acuerdo de la crisis internacional financiera de los países conocidos y que, por ello y sólo por ello, nos parecen más seguros. Nos forjamos falsas ideas de seguridad para no tener que estar protegiéndonos constantemente, para poder relajarnos, para poder olvidar la fragilidad de la vida, la proximidad inevitable de la muerte.
Pero ahí está. Y todo se nos viene abajo cuando empiezan a surgir a nuestro alrededor palabras como Cáncer, Metástasis, Colonoscopia, Diverticulitis, Infartos, Alzheimer, Párkingson, vejez.
Tengo la curiosa teoría de que las etapas de la vida se corresponden con lo de tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor… de manera que a lo largo de la primera etapa se prioriza el amor, después, la edad adulta, da prioridad al dinero, a la posición social, a la seguridad económica y, por último, se empieza a dar importancia a la salud.
No es que las otras no estén presentes en otras fases de la vida o que este esquema tenga unas reglas válidas para todos por igual, pero sí recuerdo que cuando tenía 14 años no se me ocurría hablar de hipotecas, créditos, planes de pensiones, seguros de responsabilidad civil, por no hablar de lo inmensamente lejano que me parecía la posibilidad de morir de una muerte (salvo la autoinfligida), de la jubilación. Ni siquiera la muerte de mis padres era algo que estuviera en mi horizonte. Con esa tranquilidad que da la ignorancia, la falsa seguridad, vivía pensando sólo en amor y amor y desamor y tristeza por no ser amado por nadie… en soledad, en aislamientos, en amistades que no tenía, que envidiaba tener.
Pasé por la etapa del dinero con paso rápido, como si no fuese conmigo. Quizá porque llegué tarde y mal a ella. Porque sin una adolescencia bien desarrollada tenía que volver a hablar de amor, amor, amor… y me hice poeta.
Nada peor para madurar que la poesía. Te mantiene en un absurdo estado de infantilismo, inmadurez, que te obliga a no creer en la realidad del sentido común. No es común ser poeta. No es razonable ni sensato. No es adulto. De ahí que los poetas sean principalmente jóvenes o ancianos. De ahí que los poetas sean amados por jóvenes o ancianos.
Pero ahora veo que ese paso, ese correr por encima de la etapa del dinero, de la madurez, de la sensatez, del equilibrio, me está llevando demasiado rápido a una etapa para la que no estoy preparado. Vengo de la infancia a la vejez sin detenerme a pensar en la seguridad, en la solvencia, en la estabilidad. Me caía porque no había aprendido a caminar y ahora me caigo porque no me sostengo.
Cuando era joven decía de mí que era un viejo antes de tiempo. Quizá por esa añorada fase de la adolescencia escamoteada. Ahora siento que me acerco a la vejez sin haber crecido, ingenuo aún, a pesar de la presunta experiencia, naïf, idealista, un poco idiota.
¿Qué me está pasando?
Me voy a jubilar a los 200 años. No tengo ni idea de si tengo derecho a cobrar ningún tipo de subsidio, vivo al margen de una economía que se supone que es la del sistema en el que estoy inmerso, quiera o no, lo cambie o no. Sigo necesitando que alguien hable con mi director de la Caixa (que es mi primo) para que me devuelva unas comisiones mal cobradas, soy incapaz de ir al médico sin sentir casi la necesidad de una madre a mi lado. Es ñoño, pero es cierto.
Y, lo peor de todo, sigo sin encajar en mi entorno. Todo a mi alrededor cambia, evoluciona, crece, no a saltos sino de manera gradual, madurando como frutos al sol suave del otoño. Yo doy saltos. Y en ellos no acabo de soltarme de la adolescencia, de esa que no tuve y en la que, curiosamente, me estanqué. Me aferro a la idea de la libertad absoluta, hasta el punto de confundirla con el control, el falso control, obvio, pero el que me sigue haciendo decir rotundamente que prefiero morir de pie a vivir arrodillado. Y la inclinación que viene a continuación es la de la senilidad, la de las enfermedades, la del declive orgánico del cuerpo.
Ahora ya se ha enviado la primera tanda de correos electrónicos. A lo largo de la mañana irán saliendo otros tantos. Quiero poner en marcha el curso de Poesía Objetual, porque es algo que quiero compartir: la ilusión que supuso para mí descubrir la posibilidad de expresión que hay a mi alrededor, la posibilidad de jugar con la realidad al juego serio de la poesía. Construir la realidad con la mirada, reconstruirla para que, finalmente, pueda encajar en ella. ¡Qué iluso!

Ley de Oferta y Demanda

Parece mentira, pero es verdad, que ayer se me olvidase mencionar que una de las cuestiones que más intervienen en la nueva situación derivada del uso de Internet es cómo esto ha alterado la magnitud de la famosa ley del mercado: Ley de Oferta y Demanda. Ley de Oferta y Demanda
No acabo de entender esta ley presuntamente sencilla y en la que se basa el modelo capitalista de libre mercado. Según esta ley, habría un precio de equilibrio al que acabarían ajustándose tanto la oferta como la demanda. Pero no creo que pueda ser cero ese precio. Esto supone una demanda nula o una oferta infinita. Quizá sí que existe una oferta casi infinita de poesía, de blogs o webs informativas, e incluso, de producciones artísticas tales como películas o música. Habiendo además reducido el coste de producción, parece que el cero de precio fuese posible. Pero no es así.
La verdad es que el cero de precio acaba ocurriendo porque se claudica, porque se admite que, dada la abundante oferta a bajo precio, teniendo en cuenta que puedo producir barato, que en muchas ocasiones lo hago como hobbie o afición, teniendo en cuenta que la demanda escasea (pienso en poesía, más que en lectura de información), ¿por qué no reducir los precios hasta hacerlos desaparecer?.
Y surge el problema: abaratar los precios es posible si me despreocupo de la calidad, si la dedicación es la de un aficionado, si la profundidad es la que me permite el ocio, el tiempo libre, el tiempo que no sea el trabajo remunerado.
¿Por qué hay trabajo remunerado?
La reducción de los costes de producción, así como la abundantísima mano de obra barata, la cada vez menos necesaria cantidad de ella precisada dado el alto grado de mecanización (que nunca criticaré) y, sin embargo, la enorme cantidad de consumidores ávidos por adquirir los últimos productos en el mercado, hacen que siga sosteniéndose una situación cada vez, eso sí, más precaria.
Y ahora llega China, con su apertura al mercado capitalista y sus 1.300.000.000 habitantes, desploma la economía porque la Ley de la Oferta y la Demanda no creo que tuviera en cuenta semejante cantidad de gente. Pero no es que China sea “mala”, se trata, más bien, de algo tan predecible como que la libertad del mercado podía provocar desmanes terribles con la LdOyD como excusa. Y generar un enriquecimiento de unos pocos, mientras los demás, mano de obra, recursos de los que hay una oferta excesiva habida cuenta de la demanda aparente, podrían ir perdiendo su valor, hasta encontrar que sus trabajos remunerados no lo serán. Ya lo viví cuando se me pedía trabajar por una miseria con la ayuda de una Beca. Con la Ley Sinde (que se aprueba hoy) los trabajadores de la industria del entretenimiento (aunque se quieren arrogar el derecho a decir que son los representantes de la cultura) intentan defenderse de esta situación a la que todos, más pronto que tarde, nos vamos a ver abocados.
¿Apocalíptico? Me temo que sí. Que mientras no busquemos un método más razonable para ajustar el precio de las cosas que la LdOyD, después de que los gobiernos han apostado por un modelo de estado más débil, más individualista, menos proteccionista, menos estado y más empresario, nos toca aguantar la crueldad de quienes se saben con el poder en sus manos: las oligarquías empresariales supranacionales.
Menos mal que temen que desaparezcamos como consumidores y, de esta manera, parece que el sistema se sostiene… un tiempo más.

Esto no es una broma