El secreto del éxito

La ONU alerta del consumo excesivo de analgésicos en los países industrializados.
Y me pregunto si no es momento de saber cuál es la verdadera enfermedad de las sociedades industrializadas. Aunque habría que matizar que no son sólo las industrializadas, sino aquellas en las que la riqueza es tan elevada que estar a esa altura puede ser difícil.
¿No será que van por ahí los tiros?
El problema es el éxito.
En una civilización en la competencia ha llegado a todos los ámbitos de la vida, no queda más alternativa que ser el mejor, siempre el mejor, como me decía mi padre, incluso aunque seas ladrón, sé el mejor ladrón. Y claro, pasa lo que pasa, que tenemos que doparnos, tranquilizarnos tras el dopaje o el exceso de velocidad (sin irónica mención a los 110 km/h), o para olvidar, o relajarnos artificialmente, en un entorno en el que hemos aceptado que todo es artificial.
La siesta… me acuerdo del libro de Helena que voy a presentar en breve…
Y me voy a trabajar.
Me tomo algo para que no me moleste la garganta hoy que está mal,
la ignoro,
vivo casi como si mi cuerpo fuese prescindible,
vivo por encima de mis posibilidades físicas,
ignoro que existen límites o pienso que están ahí para otros
porque yo lo puedo todo
y si necesito ayuda…
lidocaína o alguna otra cosa
que termine en ina.
Ya no ismos, ahora inas.
Pero el fin sigue siendo no parar
de avanzar en una carrera cuyo final no existe
porque la muerte se niega con lujuria.
Viviremos siempre
y siempre jóvenes
porque lo contrario sólo le ocurre
a los fracasados.
ay… tengo que tomar otra pastilla
que me recuerde que tengo corazón.

O, si no, a Terapia.

La falta de ortografía

Se ha generalizado hasta el punto de que me resulta difícil hacerle creer a mi alumno de clases particulares de primero de la ESO que aprender lengua española es útil.
Recibo emails con faltas tan aberrantes como “abría que decirle a…” o leo periódicos on-line en los que es fácil que los espacios entre palabras desaparezcan o las tildes o…
Y no lo entiendo.
Sé que nos lo “resuelve” todo la tecnología, con sus potentes correctores ortográficos integrados en los procesadores de texto y en los navegadores web, pero a veces hay que saber qué se escribe, leer un poco el texto con el cariño al lenguaje de quien lo maneja como una herramienta que, maltratada, dará lugar a muchos malos entendidos y a una imagen de descuido tan horrenda como la de circular por una carretera mal asfaltada. Claro que el coche anda por ella, pero es feo, no nos gusta, nos resulta duro sin unos amortiguadores con una suspensión infinita.
Por favor, solicito que quien encuentre una falta de ortografía en mis textos en este blog o en mi página web que me avise lo antes posible para poder corregirlo: la forma es importante. Las formas son importantes. No es sólo decir cosas, sino la manera de decirlas lo que nos hace más cultos y la cultura no empieza en las subvenciones sino en la concienciación.
Por favor, revisa tus textos antes de enviarlos, pero no con un simple “corrector ortográfico” sino con tus propios ojos; sé que sabes escribir, que sabes cuando algo está mal escrito y, si no lo sabes… te toca o me toca leer más y más hasta aprenderlo…
Aunque, con las faltas creciendo también en los textos, incluso, literarios, puede que leer más no nos habilite a escribir mejor.
Estoy tremendamente consternado por esto. Mi participación en Wikipedia suele ser la orientada a corregir artículos desde el punto de vista ortográfico, como el “tubo el valor de…” por tuvo. Me gustaría poder editar artículos de periódicos en la misma manera. Sería interesante descubrir un procedimiento de colaboración en la revisión ortográfica que no afectase al contenido del texto, de modo que se pudiese ayudar a corregir textos on-line sin poder modificar su contenido. Algo mínimamente supervisado, comprendo, pero cada vez lo encuentro más necesario.
Si dudas de una palabra, búscala en el diccionario. Con el tiempo, lo agradecerás.

La ventana (texto antiguo)

Habitaba estrella tras la estrella. No habitaba tras las estrellas. Al lado de su mirada había un canario. Un ruiseñor con labios de mujer y pies de plomo. Los hierros no cesaban de recordarles el cautiverio. La soledad hambrienta de estrellas bajo la tierra. Sus ojos buscaron la mirada hasta encontrarla y con ella apreció la compañía. Esos pájaros locos que aprovechaban el silencio para piar sin fin o lanzar besos al aire que se colaba entre los barrotes.
Estrella, la de las estrellas, ya no estaba sola. Apagó el silencio y se dejó dormir sabiendo que el despertar la cubriría de besos, de palabras, de su nombre…
Y recordó que, tras la puerta de su habitación, su carcelero estaba enamorado.
La ventana creció hasta cubrir o descubrir toda la pared y la luz no cesó de calentar sus brazos.
El tiempo de la soledad se derritió en su pecho.

En Riaza, creo que en el año 2004.

Esto no es una broma