Hoy he leído en el capítulo dedicado a “La antropología de una sociedad industrial” del libro que estoy leyendo desde hace un par de semanas, que, según la revista Forbes de 1985, las 400 personas más ricas de EEUU son miembros de 82 familias, teniendo en su poder aproximadamente el 40,2% de todo el capital fijo, privado y no residencial del país.
Además, sostiene el libro que la acumulación de grandes fortunas en manos de unos privilegiados, o lo que él llama la concentración de la riqueza, va en aumento.
El libro no tenía en cuenta la aparición de los nuevos ricos como los derivados de las nuevas tecnologías (así Bill Gates, Steve Jobs, Mark Zuckerberg) pero en el fondo no importa. Tampoco importa mucho que ahora tengamos más españoles entre los famosos enumerados por el señor Steve Forbes, como por ejemplo al dueño de Zara y derivados, porque hablar de españoles es casi insultante.
Estos personajes, estas personas, están por encima de la ilusión mantenida como nación que se forjó allá por el siglo XV en occidente. Les importa poco estar entre los mortales, porque creen que su lugar es una especie de mundo paralelo en el que jugar con los demás como quien juega con marionetas.
Pero ni siquiera nosotros, los plebeyos, somos sus marionetas, no llegamos ni a ser las partículas del polvo adherido a las distintas partes de las prendas exteriores de las marionetas más pequeñas que poseen.
¿Qué puede hacer el polvo para alcanzar su autodeterminación, su libertad?
Es tan tentadora la sumisión.
Lo más gracioso, quizá, que me pasó leyendo también en un periódico lo del tal Amancio Ortega es que me ha dado penita. Una foto suya daba el aspecto de un señor gris, apagado, aburrido, triste y no creo que lo piense para consolarme. Es, sencillamente, lo que veo en su expresión. Por no hablar de la fotografía del hombre más rico, según este mismo listado, un tal Carlos Slim, con un extraño parecido a Torrente.
Bueno, estos pensamientos banales tan solo son escapes para no afrontar lo durísimo que me resulta aceptar las monstruosas desigualdades entre estas fortunas y la situación de la inmensa mayoría de la población mundial como algo justificable.
Y si después quieren convencerme de que he de entender reformas estructurales en el mercado laboral que repercutirán en mayores facilidades para los empresarios a la hora de adquirir mayores beneficios o, lo que es lo mismo, continuar y perpetuar un sistema que no ve escandaloso el aumento en la concentración de la riqueza, van a tener que esforzarse un poco más.
¿Quienes quieren?
No me gusta cuando se me cuelan, casi sin darme cuenta, impersonales terceras personas del plural. Había 82 familias en el 85 dominando el mundo, ¿Cuántas hay hoy?